Oclocracia o Gobierno del Asco?

No estoy seguro si por lisonja o diatriba; interrogación o afirmación, amigos varios me comentan sobre la denominación que he acuñado a la actual gestión del gobierno regional; es decir, Gobierno del Asco. Creo que no debiéramos extrañarnos, pues, a toda gestión gubernamental, se le asigna un nombre. Usualmente, éste deriva del protagonista de ese gobierno, sumándole el sufijo ismo. Así, la actual gestión regional podría llamarse llicaista, pero eso sería hacerle juego a la estrategia electoral del hoy presidente regional que ocultó su primer apellido, que, como todos sabemos es Cáceres; por tanto, lo correcto sería llamar cacerista al actual período, o, mejor, cacerillicaista.

Otras veces, la denominación de un período gubernamental proviene de la relación que se desprende del conjunto de sensaciones y percepciones que genera esa gestión. Es obvio que, al llamarlo Gobierno del Asco, señalo que he optado por esa fórmula; es decir, expresar lo que esta gestión me causa, sensorial y perceptivamente, desde cuando empezó a vislumbrarse; es decir, desde el mismo momento en que Unidos por el Gran Cambio, el vientre de alquiler del actual gobernador, pasó a la segunda vuelta electoral y que titulé, muy arequipeñistamente, Atatau; o sea, la repulsa que para mí y un gran sector del electorado nació en esa coyuntura, y que hasta hoy continúa.

La denominación también se origina por un juego de palabras que he venido usando en varias entrevistas, pues he planteado que una de las razones que explican este gran giro del electorado arequipeño, ese mismo que encumbró al ppkausismo, al que muchos llamaron, también, “Gobierno de lujo”, se debe justamente a esa sensación de desilusión y hartazgo que hemos experimentado estos dos últimos años. Es decir, la inacabable crisis de nuestra clase política, habría generado esta sensación de hartazgo que se ha expresado electoralmente  eligiendo  esta vez a quien representa el polo extremo, el antípoda; o sea el asco como una expresión del hartazgo, muy a tono con aquella otra percepción convertida en opción que fue protagonista en las recientes elecciones: todos son corruptos, no voto por nadie, que se vayan todos.

Pero si mis explicaciones para argumentar mi denominación de la actual gestión regional son inútiles, entonces recurriremos a la ciencia y filosofía política, para recordar que, desde tiempos inmemoriales, los clásicos ya advirtieron de esos gobiernos que son producto de la desazón, de las voluntades viciadas y de la ignorancia, que, tras un halo democrático, son en realidad una degeneración de ésta. A ese tipo de gobierno, Polibio lo llamó oclocracia (gobierno del vulgo o populacho).

Para la ciencia política, la oclocracia es pues, otra forma de gobierno, o mejor dicho, su degeneración, que se alimenta del oscurantismo, demagogia y artimañas, terminando ahogadas, inevitablemente, en corrupción. A la oclocracia arequipeña, habría que sumarle, otros elementos que la hacen más peligrosa aún, pues como lo advertimos en un ensayo anterior, la actual gestión basó su campaña removiendo la siempre funcional tara cultural del provinciano marginado quechuahablate, que se enfrentó a los Mistis; es decir, a los blanquiñosos ojiverdes de apellidos extranjerizantes (y si es chileno, mucho mejor). Es decir, racismo puro que, como sabemos, es otra expresión de la violencia que consolida la difícil relación existente entre Estado y sociedad. Los otros elementos están ligados a la escasa legitimidad, dada la pobre votación obtenida y, finalmente, las serias acusaciones por violación que ostenta nuestro actual gobernador, que nos las enrostran de todos lados, y frente a lo cual sólo queda bajar la cabeza y sentir vergüenza, asco.

A dos semanas de la nueva gestión regional, solo vemos victimización, circo, improvisación y subterfugios. Ni una sola afirmación o idea sobre qué hacer o cómo empezar a gobernar. Obvio que ese vacío se llenará con más victimización, circo, improvisación y subterfugios, no sólo de quienes encabezan la gestión, sino también de ese populacho que “legítimamente” reclama el puestito de trabajo, o quiere hacerse de un cargo distintivo con pergaminos profesionales inadecuados o mal habidos.

Sombrío pues el panorama arequipeño para los próximos años; pero, a la vez, esperanzador, ya que, haciéndole caso a Polibio, la oclocracia es la fase final de un ciclo oprobioso de gobierno, de donde resurgirá, uno bueno, mucho mejor para el pueblo, ya no para la muchedumbre. Sin embargo, si nos atenemos a lo que dicen politólogos modernos como Krauze, Levitsky y Mounk, que afirman que la versión moderna de la oclocracia es el populismo; es decir, que la democracia estaría entrando a un período catatónico, ya que, además, se ha juntado con la posverdad construida por las corporaciones mediáticas, entonces lo que ha ocurrido en nuestra Región es la antesala de lo que se viene para el Perú. Advertidos estamos.

 

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