Ironías sociológicas
Ironías sociológicas es el título que decidió ponerle Carlos Rivera a la entrevista que me hiciera la semana pasada y que fuera publicada en el reciente número del semanario arequipeño Vistaprevia. Lo anuncié en mi feis y recibí varios comentarios positivos de lo que allí comento, lo cual significa, para mi sorpresa, que la publicación cuenta con una lectoría importante que, a la vez, se dignó en leer esa conversa que aquí se las dejo.
En un artículo dedicado a Mario Vargas Llosa dices que conociste mejor la realidad peruana leyendo sus obras. ¿Qué tienen las obras de nuestro Premio Nobel que se parecen tanto a nuestros eternos dramas nacionales?
No se trata sólo de la obra vargallosiana; en realidad esa es la magia de la literatura que tiene un mayor poder para describir y acercarnos a entender mejor a la realidad social. Específicamente hablando de Vargas Llosa, hay que reconocer que nuestro Nobel ha sabido amalgamar su vida a nuestros dramas nacionales como ningún otro. Basta releer, por ejemplo, El Pez en Agua para darnos cuenta que seguimos sufriendo las mismas tragedias políticas.
Tus obras transitan entre la sociología, la política y la comunicación. ¿En estos avatares de la especialidad cómo logras plasmar tus textos sin perder la objetividad que la academia exige?
Intento responder a mis pasiones y demonios; es decir, a lo que realmente me inquieta, tanto profesional como personalmente. En ese sentido, sigo buscando un equilibro entre aquello por lo cual me pagan (hacer o respetar la teoría sociológica con la que he sido formado), con lo que me apasiona: la política, la comunicación y cultura en general. Todo eso atravesado por la escuela etnometodológica o dramatúrgica que me permite hacer de lo habitual un motivo de reflexión. Por eso es que uno de mis libros se titula Mundo Ordinario donde justamente combino mi cotidianeidad con la teoría sociológica.
Fuiste uno de los primeros académicos arequipeños en estudiar el fenómeno de los Talks Shows (Adiós a la vergüenza: los talk shows en el Perú. Editorial UNSA, 2000) en pleno apogeo de lo que hoy denominan televisión basura, ¿cómo pasamos rápidamente de Laura Bozzo a Esto es Guerra y Combate?
Como ocurre con nuestra política, poco o nada aprendemos de nuestros errores. El tema de los talk show es un buen ejemplo, pues cuando creímos que nos asqueamos de ese género que invadió la televisión nacional comercializando la miseria humana, hemos seguido con esas variantes de EEG o Combate cuyos protagonistas siguen siendo en el fondo miserables, pero sexualmente atractivos; es decir, la misma miseria, pero maquillada, ricotona. Bauman diría que eso es producto de la sociedad líquida que nos ha tocado vivir; es decir, hay un reinado de la superficialidad, inmediatez o frivolidad. Aunque también hay que reconocer que es producto del acojudamiento del cual no queremos desprendernos.
En tu ensayo “De la altivez a la chatura” sobre la política arequipeña que data del 2013 afirmaste que “de haber sido cuna de ideas y organizaciones políticas hoy transitamos por su inexistencia y caricaturización”. Este 2018, año electoral, pareciera que tus palabras confirman lo dicho.
Pareciera que ese es el fondo de la crisis: cada vez hay más caricaturas y menos políticos; es decir, rostros, actitudes y decisiones totalmente ridículas frente a las cuales no sabemos si reír o llorar. El problema es que esa sentencia no sólo se aplica a Arequipa, sino a todo el país. Repasemos las principales figuras de la política nacional, encabezada por nuestro actual mandatario, para constatarlo. Y lo peor es que las supuestas alternativas son peores, pues acaba de aparecer el listado de los nuevos liderazgos nacionales y está encabezado por Kenji, alguien que ha hecho de su propia caricaturización, su principal capital político.
Tu último libro Vida, pasión y…lentejas precisamente recoge reflexiones críticas suscitadas por el conflicto de Tía María que trajo, victimas mortales, personas encarceladas, dirigentes traicionando la voluntad de sus bases, negociados e indiferencia por parte del gobierno nacional y regional respectivamente. Al final de tu escrito invocas la necesidad de actuar con modales frente a la población. ¿Qué pasa con nuestras autoridades que no aplican esa receta cuando acecha la conflictividad?
En el libro que mencionas, retomo el papel vital que sigue teniendo la ideología, no sólo como construcción de imaginarios y creencias sino como impulsores de acción política. Como lo diría Mao, la ideología lo decide todo; o como lo diría la Biblia, el verbo se hace carne. Pero la ideología también tiene un lado perverso, cínico que es lo que se evidenció en el caso de Tía María a través de sus principales dirigentes, pues mientras decían encarnar la pureza de las reivindicaciones o necesidades populares, negociaban bajo la mesa por lentejas, (dicho sea de paso, esa es otra constante de nuestra historia política). Respecto a la solución del problema, justamente lo que planteo es la debilidad o ausencia total no sólo de conocimiento, sino incluso de voluntad de las autoridades para entender las raíces de esos imaginarios. Sólo reaccionamos cuando estalla el conflicto, y lo peor, de manera represiva. Justamente ese vacío es llenado por pseudo líderes, pues en el fondo son lentejeros.
El Perú de hoy puede estar a un paso del “desborde popular y crisis del Estado”?
Esa vieja frase de Matos Mar sigue vigente pero con variantes, pues el llamado desborde popular se ha insertado a una dinámica de modernidad capitalista que es la principal palanca del crecimiento económico del país en el último medio siglo. Eso no ha ocurrido con nuestro Estado, parece que ha ocurrido todo lo contrario, pues sigue atrasado, casi feudalizado. Es más, hemos llegado al extremo de creer que podríamos estar mejor sin Estado y eso es peligrosísimo para un auténtico desarrollo del país; sin embargo, eso aún no lo entiende nuestra mal llamada clase política.