Malhadado INEI

Por años fui un pertinaz defensor del Instituto Nacional de Estadística, INEI. Para mis clases universitarias y específicamente para los trabajos o investigaciones en los que embarcaba a los alumnos, el uso de los datos del INEI era una cuestión prácticamente religiosa, pues quién más que esa institución nacida para producir y difundir información estadística oficial orientada, entre otras, para el diseño, monitoreo y evaluación de políticas públicas, para darnos la data que necesitábamos para nuestro trabajo. Por lo que hemos visto la semana pasada, el INEI ya fue.

A lo largo de sus casi 50 años de existencia, al INEI le debe haber costado posicionarse como el ente rector del Estado peruano en lo que a producción de datos estadísticos oficiales se refiere. Todo aquel que trabaja en investigación o proyectos sociales, sabe lo importante que es contar con esa información, como también lo saben aquellos que toman decisiones en temas socioeconómicos.

Encabezando la Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza (MCLCP), constaté mucho más la importancia del INEI, puesto que era la única manera de frenar los rechazos y delirios de autoridades regionales y municipales que se empecinaban en negar la data que anualmente les dábamos sobre índice de pobreza para sus jurisdicciones. Su salida a esa negativa era amenazar con contratar a consultoras privadas (léase amigos) para construir los índices que ellos querían. Era duro convencerlos que no podían hacer eso puesto que la única entidad para hacerlo era el INEI, además de que su información era altamente confiable, además de oficial.

Por esa razón es que el trabajo que hacíamos en la MCLCP, se sostenía en la alianza que se tenía con el INEI; es decir, no sólo nos alimentábamos de sus datos, sino que fue una de nuestras fuentes de capacitación e incluso especialización en manejo estadístico. Fueron varios los eventos que organizamos conjuntamente, ya sea para técnicos municipales o regionales, periodistas e incluso futuros líderes políticos que se convencieron que el uso correcto de la información oficial era lo único que les daba credibilidad y sostenibilidad a sus propuestas o proyectos.

Todo eso está derrumbado luego del papelón del INEI del domingo pasado cuando condujeron el censo, uno de los instrumentos más importantes para refrescar la información que todo país necesita. El INEI, de ser un organismo técnico especializado, con autonomía técnica y de gestión, pasó a convertirse en   una entidad a tono con el actual gobierno: manga de improvisados, desorganizados y totalmente ineficientes. A una semana del malhadado censo, continúan acumulándose las causas que obligarían a anularlo, con lo cual se coronaría la inutilidad de ese organismo.

Una verdadera lástima que una institución estatal, cuya principal fortaleza se basa en la confianza y credibilidad, la haya perdido de un soplazo.

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