Culpables del mamarracho
“Artículo 42.- Conducta prohibida en la propaganda política: Las organizaciones políticas, en el marco de un proceso electoral están prohibidas de efectuar la entrega, promesa u ofrecimiento de dinero, regalos, dádivas u otros obsequios de naturaleza económica, de manera directa o a través de terceros, salvo aquéllos que constituyan propaganda electoral, en cuyo caso no deberán exceder del 0.5% de la UIT por cada bien entregado como propaganda electoral. Esta conducta se entiende como grave y será sancionada con una multa de 100 UIT que será impuesta por la ONPE en un plazo no mayor de 30 días. Dicha prohibición se extiende a los candidatos a cualquier cargo público de origen popular, y será sancionado por el Jurado Nacional de Elecciones con la exclusión del proceso electoral correspondiente”.
Esta es la madre del cordero que nos tiene, a dos semanas de las elecciones, sin saber quiénes, definitivamente, candidatean en el actual proceso electoral. Este es el artículo que se incorporó a la 28094 (Ley de Organizaciones Políticas) a finales de diciembre del año pasado. Si hay que responsabilizar a alguien de esta norma, sería al autor de la misma: Jaime Delgado, arequipeño y agustino que, como muchos políticos desubicados, creen que la realidad debe adaptarse a ley.
Pero hay otros responsables. Luis Ibérico, Presidente del Congreso, entre ellos, pues fue él quien refrendó esa modificación que tanto lío está generando. Obviamente la responsabilidad también la tiene el Congreso que, por omisión o falta de cálculo, permitieron esa modificación que ha hecho que el actual proceso electoral sea un total mamarracho, con tufo de fraude incluido. Y finalmente, son responsables también los propios políticos y, principalmente, los candidatos presidenciales que guardaron este artículo como una chaira para echarse a sus rivales, sin darse cuenta que, mismo boomerang, les tocaría, pues son ellos quienes, históricamente, han hecho que los procesos electorales sean sinónimo de prebendas y dádivas; base, a la vez, del clientelismo, auténtico motor de la vida política del país.
En medio de todo este desaguisado, igual asistiremos este 10 de abril a emitir nuestro voto, desconfiando, y con razón, no sólo de los políticos, sino también del sistema político, y creyendo que, igual, la vida continua con normalidad. Es cierto que, por fortuna, eso ha sido así en los últimos años, aquellos que coinciden con la bonanza económica, como si ésta fuera un organismo independiente de nuestro país. Lamentablemente no es así; nuestra indiferencia o displicencia política ya nos pasará la factura y es posible que eso ocurra los próximos años, aguándonos así nuestra celebración bicentenaria, a la que aspirábamos llegar como república y no como repúbliqueta.