Plata, plagios y pedos
Así como en cualquier parte del mundo, en nuestro país cada proceso electoral tiene su propio sello o marca. Así como anteriores elecciones son recordadas por el “millón de empleos o “la gran transformación”, el imaginario social ya sentenció que el actual proceso electoral es de “la plata y plagio como cancha”. La mejor prueba de que eso es así es que ya llevamos dos semanas con el mismo tema (y parecen venir más), olvidándonos, como siempre, que cada proceso electoral sirve, fundamentalmente, para exponer y debatir las propuestas que debieran, por lo menos, ilusionarnos con un país mejor para los próximos cinco años.
Como ha ocurrido en anteriores elecciones, el actual está enfrascado en bullicios protagonizados por alguien que, inexplicablemente, ha hecho una fortuna creando tipografías de títulos profesionales, a las que llama universidades y que, encima, se reclama de “raza diferente”. Ya van dos semanas descubriéndose que su aureola académica y científica tiene base de barro, pues habría plagiado todos los trabajos con los que obtuvo esos grados o títulos.
El caso ha abierto dos flancos del debate, uno académico y otro político. Por la actual coyuntura, interesa más el segundo porque se viene diciendo que a la gran mayoría de peruanos poco o nada nos interesa el delito del plagio, no sólo por características culturales propias del país (en donde resaltaría la “pendejada peruana”), sino también estructurales (resaltando el carácter mayoritariamente informal de nuestra economía).
Definitivamente, esta es la hipótesis que fundamenta la estrategia del “plata como cancha” y todo su equipo (donde hay políticos y académicos meridianamente prestigiosos, incluso jefes religiosos). Por esa razón es que, con todo cinismo siguen defendiéndose e incluso victimizándose (el complemento perfecto de la estrategia). Por esta razón es que siguen férreos con la candidatura y con la seguridad que llegarán a la segunda vuelta donde, valgan verdades, tienen asegurado la presidencia del país.
Lamentablemente esa hipótesis tiene validez. Varias experiencias, varias elecciones, de distintos niveles, lo han demostrado. Los resultados electorales de la última elección en Arequipa es una muestra más de esto que parece una vergonzosa constante. Recordemos que Arequipa es una ciudad básicamente profesional y clasemediera; respaldada con uno de los IDH más altos del país. Dentro de Arequipa, el distrito de José Luis Bustamante y Rivero, encabeza esa condición privilegiada; sin embargo, recordemos que allí, su población decidió que su alcalde sea un plagiador, también ligado, curiosamente, al mundo académico y empresarial.
El ejemplo de Arequipa y ese distrito, parece demostrar que, por el momento, los cambios ocurridos en los últimos años en la estructura económica del país, no repercuten aún lo cultural. En ese marco situacional, parece que nuevamente usaremos la fórmula de elegir no al mejor candidato, sino al menos malo. Lo peor es que si decidimos que el “plata como cancha”, sea nuestro próximo mandatario, como alguna vez lo dijera Hildebrant, el Perú volverá a tirarse un pedo.