Fútbol: pasión, opio y alegría
No solo comparto lo que pensaba Jorge Luis Borges sobre el fútbol (una cosa estúpida de ingleses… un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota), sino que, parafraseando a Marx, creo que es un opio usado como herramienta ideológica para embrutecer a la sociedad y en especial a sus seguidores. Pero al igual que Borges, hay otros genios como Pier Paolo Pasolini, Albert Camus, Mario Benedetti y Pablo Neruda que se rendían ante el deporte del balompié, llamado también deporte rey; es decir, el deporte preferido en todo el mundo, el único que puede despertar una fiebre de masas que es lo que justamente estoy viendo estos días, a propósito del partido de final de campeonato que protagonizarán Melgar y Cristal.
Ver las inmensas colas que los aficionados vienen haciendo desde el sábado; las malas noches, apretones, ahogos, desmayos y golpizas sufridas, todo por conseguir una entrada para asistir al cotejo final de campeonato nacional, es un espectáculo, una particularidad, un fenómeno que no puede ser pasado por alto, mucho más cuando se trata de una ciudad como la nuestra que luego de una treintena de años, verá cómo Melgar, su equipo futbolero, campeona por segunda vez en el siglo que tiene de existencia.
A pesar de mi posición borgiana sobre el fútbol, siento que no hay manera de estar indiferente frente a la pasión y desesperación que muestran los hinchas melgarianos para asistir al cotejo final y ver triunfar a su equipo. Creo que eso es lo que justamente más me contagia de esa sufrida hinchada: la de experimentar y vivir intensamente ese momento de alegría del que están vetados por esa historia de fracaso sistemático que es el fútbol nacional. Y detrás de esa alegría, también está el experimentar el sentimiento de triunfador, de campeón, que sabe a miel mucho más cuando se trata de ganarle al equipo limeño, a aquel que representa el otro trauma histórico nacional: la de la lucha contra el centralismo capitalino.
Desde ese punto de vista, el cotejo de este miércoles no sólo es un partido de fútbol, sino de revancha, resarcimiento histórico, social y cultural de una parte del Perú, el gran sur con Arequipa a la cabeza, frente al capitalino, que es interpretado como ese poder excluyente, caprichoso y tramposo que sigue dominando al país.
Obviamente, que esta opinión está basada en la premisa que el resultado del cotejo sea favorable para el equipo local. Puede ocurrir lo contrario, pero como lo señalo arriba, es imposible dejar de contagiarse de ese entusiasmo triunfador que reina desde el sábado en la ciudad y que, creo, es el que terminará por definir el triunfo este miércoles. Ignoro si el equipo de Melgar se lo merece, pero de lo que estoy seguro es que Arequipa sí merece sentirse nuevamente campeón nacional.