Humala y Arequipa
Arequipa estuvo ausente en los 75 minutos que duró el último mensaje presidencial. La decisión de nuestro mandatario y el Consejo de Ministros, con quienes aprueba el mensaje que cada 28 de julio tiene que dar al país, fue priorizar las cifras azuladas de sus programas sociales. Los temas que reclamaba el país como seguridad ciudadana, reactivación económica; y los que reclamábamos los arequipeños referente a Tía María, no estuvieron en la agenda del gobierno.
Por lo visto, poco o nada importa que el primer semestre del presente año estuviera marcado por el conflicto que se desató en la provincia de Islay por la negativa mayoritaria de la población a que se pusiera en marcha el proyecto minero de Tía María. Por lo visto, mucho menos le importa al gobierno que producto de la violencia allí desatada, hayan muerto cuatro peruanos. Por lo visto, el gobierno no se ha dado cuenta que la suspensión de Tía María representa un fracaso más de su política de inversión que sigue frenando nuestra economía. Por lo visto, el gobierno ni se ha dado cuenta que una semana antes de su último mensaje triunfalista, reinaba allí un estado de emergencia que fue suspendido sin haber arreglado un milímetro las causas que desataron el conflicto.
Arequipa tiene que aceptar que nunca estuvo en la agenda gubernamental; es más, si uno suma todas las promesas incumplidas del humalismo; las idas y venidas casi burlescas de una serie de proyectos urbanos, entre otros, entonces ni siquiera existimos. Así, el lustro humalista se suma a otros lustros gubernamentales que significaron un lastre para el desarrollo de esta región. Por lo visto, de nada sirvió el 65% de votos que Humala recogió de aquí y que lo pusieron en el sillón en el que jamás debió sentarse.