Luzgardo Medina

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En la mañana vi con satisfacción un comentario en mi cuenta del Feis de un amigo entrañable: Luzgardo Medina. La glosa era sobre el inacabado tema de la identidad arequipeña que el siempre provocador Carlos Rivero propuso en su propia cuenta de esta adictiva red social. Me alegró saber de Luzgardo y mucho más de su loa a mi postura, pues siempre lo he visto y tratado como un ser cultísimo, condición imprescindible de todo buen poeta. Horas más tarde volví a saber de Luzgardo, pero esta vez de manera trágica, pues la parca decidió llevárselo.

La noticia me paralizó. En realidad, siempre me paralizo cuando me entero que alguien querido fallece, y creo que reacciono así porque soy producto de esa cultura que nos ha enseñado a no aceptar la muerte como parte lógica de la vida. Mucho menos cuando ésta involucra a quienes queremos, pues nos parece absurdo que, como en el caso de Luzgardo, haya decidido llevárselo, justo cuando estuvimos con él hace pocos días contagiándonos con su siempre estrundosa risa y  entusiasmándonos con sus proyectos, todos ligados a lo único que le interesaba: la poesía.

 Precisamente, recordando a Luzgardo y su poseía, quiero compartir con ustedes un cometario que hiciera durante la presentación de uno de sus poemarios: Bajas pasiones para un otoño azul. Adiós Luzgardo, gran poeta, pero principalmente hermano y amigo.

AMOR OTOÑAL

Uno de los últimos actos culturales que me llenó de gozo el año pasado fue la presentación del poemario Bajas pasiones para un otoño azul, con el que Luzgardo Medina Egoavil, su autor, obtuvo el Premio Copé de Bronce del afamado concurso Copé Internacional 2007. Creo que como yo, el público que casi abarrotó el Teatrín del Municipio Provincial, se regocijó también la noche del 18 de diciembre con un libro exuberante de versos sobre uno de los grandes temas poéticos y de la vida misma: el amor.

Con Luzgardo hay una amistad de años. La universidad, la política, el trabajo profesional o cachuelero, e incluso algunos delirios nos unen. Su entrega a la poesía, a pesar de haber estudiado derecho, sabia decisión, lo ha convertido en uno de los grandes representantes de la poesía ochentera de Arequipa y hoy sigue siendo uno de nuestros más importantes vates (el premio Copé Internacional, lo confirma). Por eso, cuando me invitó a la presentación de su más reciente obra, raudo acepté y fue, como digo arriba, una experiencia gozosa.

Y lo fue porque el poemario de LuzgaRdo aborda, sin discreción, el tema amoroso y, lo que es mejor, el amor, sentido, vivido, deleitado o sufrido desde la perspectiva de un ser otoñal; es decir, de alguien que desacelera su paso y reconoce que correr es inútil, ya sea porque le falta fuerza o simplemente porque se da cuenta que la lentitud y la contemplación es de sabios. (Tú no sabes mi fatal amante que el pasado/-nunca te lo dije- apesta porque lo que se va es/como un paisaje en donde ni siquiera hay un/desdeñado colibrí que ría inagotable por instinto/…no me pidas que haga milagros con este/vetusto corazón ya sin remedio en flor).

Pero otra novedad de la nueva obra poética de Luzgardo es que, como es lógico suponerlo, ese ser otoñal refulge no en la añoranza y mucho menos en el presente anclado por su pareja, sino el reconocimiento y necesidad de un amante (Cada mujer desea tener un amante y claro/que soy de carne y hueso y algo de cielo/ cada mujer desea tener oculto a un príncipe/bajo siete llaves en una prisión imaginaria/bajo esa premisa todas las tardes yo te esperaba/ o a la salida del frío o la salida de la noche/solía ir de árbol en árbol nombrando /las cosas al azar y al azar poderte tocar/con la urgencia de una súplica o de un beso).

El reconocimiento al amante se da sin ambages, como toda afirmación adulta o madura; es más, se da con valentía o desafío (El pecado no existe o mejor dicho deja/de existir en la medida que el amor que uno sienta/ sea lo más intenso y solitario posible/porque de no serlo así ese amor no tendría/la intensidad de las piedras marítimas… Si dicen que eres mi pecado serás mi pecado/si dicen que no lo eres pues no lo eres/…Amantísimo amado amante/eres la reserva moral de mis locuras/de las actuales de las últimas de las novísimas…y es por eso que te amo sin amarte/te amo en nombre de las mujeres insalvables/ de aquellas que nunca tuvieron un orgasmo/y de las que afirman con su voz fragilita/que pueden ser fieles en la ausencia).

A estas alturas, luego de enunciar algunos versos, ya pueden notar ustedes otro aspecto notable en este poemario: el protagonista, quien cuenta su historia, confiesa sin pudor y pone en vitrina su pasión otoñal por su amante, sin miramientos algunos, es una mujer. Es decir, Luzgardo, arriesgándose y retando toda interpretación psicoanalítica y criolla (la peor de todas), se disfraza de fémina para exponer sus impúdicos desvaríos amorosos (Incendiario amante mío ¿en qué lugar del tiempo/puedes tú detener mis augustas hambres de ti?/Aquí estoy y aquí me tienes dispuesta/a escenificar la última batalla cuerpo a cuerpo/hasta que la bendición llegue desde el infierno/…Lámeme o pélame como si fuese una fruta sagrada/para que nadie deforme el ocre de tu lascivia/…Demonio mío dame la salvación desde tu sexo/…Introduce tus manos en lo más profundo/de mis aguas y descubre a la otra mujer subjetiva/e impúdica que hay dentro o fuera de mí/).

Como pueden notar, Bajas pasiones para un otoño azul, es un poemario notable que consagra una vez más a un poeta que suma con el premio obtenido un galardón más a una ya proficua producción. Finalmente, un poemario para aquella que cree o siente que con los años, el amor se ausenta, o si se hace presente hay que esquivarlo por los sempiternos e infelices prejuicios. (5-1-2009)

 

Puntuación: 3.67 / Votos: 3

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