Enrique Zileri
A mitad de mis estudios secundarios y en la plenitud de mi mocedad, Caretas era la revista que más ojeaba y a veces leía. La conocí a través de mi tío Edgard, funcionario del sepultado Banco Agrario, que la llevada a casa todas las semanas. Para entonces, esta revista ya tenía una veintena de años y era dirigida por Doris Gibson. Cuando me enteré que era hija del notable Percy Gibson, dejé de ojearla para empezar a leerla con mayor frecuencia.
Ya en la universidad, estudiando sociología y cursando mi servicio revolucionario obligatorio, Caretas, junto con Quehacer, era de lectura obligatoria, no sólo para mi formación profesional, sino también para alimentar mi opinión, pues en aquellos ochenteros años, había que leer muchísimo, y más aún los medios que expresaban posiciones definidas de lo que llamábamos grupos de poder. En esa lógica, en esos años se sumaron otros medios como la revista Marka, que luego se convirtió en diario, y de manera especial, su suplemento dominical El Caballo Rojo, colección que aún conservo.
Me parece que todo ese contacto influyó en algo para que me acercara al periodismo, primero como editorialista en diarios locales como El Pueblo y Correo, y en limeños como El Observador, y luego como director editorial en ese proyecto que se llamó Arequipa al día. Allí es donde llegué a conocer a Enrique Zileri quien comandaba una remozada Caretas (nuevo formato, más colores, nuevas secciones, papel, etc.). Sus permanentes viajes a Arequipa no sólo eran para rememorar a su madre y demás ancestros, sino para concretar la idea de hacer un Caretas Regional que estuvo a cargo de Alonso Ruiz Rosas, Oswaldo Chanove y Sergio Carrasco.
El proyecto duró poco tiempo, sin embargo fue el envión para todos aquellos que teníamos alguna pretensión ligada a las letras o al mundo periodístico; pues Caretas, no sólo era la gran revista de opinión política del país, sino también la escuela, o mejor dicho, la universidad en lo que a publicaciones se refiere, pues allí estaban los mejores artículos, los mejores analistas; el mejor estilo narrativo, mejor diseño y, en la parte final, los mejores desnudos y chistes. Por eso es que todos queríamos escribir en Caretas, estar allí, pertenecer a sus filas, o simplemente decir que teníamos alguna conexión con ella.
Detrás de toda esa gran maquinaria sobresalía la alargada y desfachatada figura de Enrique Zileri, siempre buscando y olfateando lo noticioso en todo aquello que hacía; hablando de la portada y envuelto en miles de proyectos ligados a la que hasta fines del siglo pasado fue la gran revista de nuestro país.
Creo que hoy ya no lo es. Caretas no pudo resistir a aquello que Vargas Llosa ha calificado como la sociedad del espectáculo. El mismo Zileri, alguna vez me señaló: “… en Arequipa Caretas vende muy poco, y al país le interesa cada vez menos la política”. Por eso es que ahora Caretas se ha convertido en el apéndice de Ellos&Ellas, la sección frivolona que antes tenía una sola páginas y que hoy es la protagonista del semanario. ¿Evolución o involución de los medios periodísticos y, de paso, de la opinión pública de nuestro país? No lo sé, pero sí estoy seguro que Zileri hizo lo suyo, y de la mejor manera, para forjar una prensa y una opinión pública honorable. Por eso, siempre lo recodaremos.