Nueva Ley Universitaria
Dudo que nuestro presidente haya leído la nueva Ley Universitaria que acaba de promulgar. Si lo hubiera hecho, habría descubierto no sólo los grandes vacíos que contiene, sino también que poco o nada cambiará en nuestro sistema universitario. Es más, al momento de rubricarla, lo que resaltó es que “…por fin, las universidades dejarán de ser las cajas chicas de los políticos”; es decir, más que preocuparle el futuro de nuestra educación superior, a nuestro mandatario le interesa cómo se financian sus competidores políticos.
En anterior post comenté lo que considero grandes vacíos de la actual ley. Nuevas lecturas de la misma, me ayudan a encontrar muchas más omisiones. Por ejemplo, creí que con la nueva ley retornaría la tesis de bachillerato; sin embargo, sólo se plantea como requisito para graduarse la aprobación de un trabajo de investigación. Si consideramos que usualmente desde el tercer año de carrera universitaria se llevan los cursos de investigación (Metodología de Investigación I, II, III; Taller de Investigación, etc.), entonces cualquiera de los trabajos finales que hacen los alumnos podrían cumplir ese requisito legal.
Dudas o grandes interrogantes también se generan cuando la ley aborda el tema de los creditajes o de las horas lectivas que debe cumplir los estudios on line, que es una de las tendencias mundiales de la educación superior. A pesar de todo esto, nuestro mandatario a decidido estampar su firma, posiblemente con el deseo que éste sea uno de los grandes temas de su próximo mensaje de Fiestas Patrias.
Llama la atención que ningún movimiento estudiantil universitario haya salido a “incendiar la pradera” como lo venían amenazando. Solo hemos visto a la Asamblea Nacional de Rectores protestar furiosamente, amenazando con juicios internacionales y pronosticando que el senderismo volverá a copar las universidades. Sin embargo, escuchar y ver a quienes encabezan las universidades del país, constatar la pobreza de sus argumentos y descubrir que en ese gremio no hay nadie que seriamente pueda esgrimir una idea sólida y alternativa, sólo incentiva el deseo que la nueva ley se ponga en marcha inmediatamente, para, entre otras cosas, cerrar ese covacha en la que se ha convertido la ANR.
Queda la esperanza que la reglamentación de la nueva ley universitaria pueda aclarar o llenar los huecos o dudas que ésta genera. Ojalá ésta salga pronto para continuar el proceso de implementación que ha sido fijada en cinco años, pasando por un nuevo estatuto que debe tener cada universidad, seguido de nuevas autoridades que sepan acompañar los objetivos de esta nueva ley.
Si el objetivo, como lo afirmara nuestro mandatario es que así se cerrará las cajas chicas para los políticos, entonces él podrá enseñarles que hay otros financiamientos, como la minería informal.