Juventud, ¿divino tesoro?
Hoy que se celebra en nuestro país el Día de la Juventud, fecha que alegóricamente se ha hecho coincidir con el inicio de la estación primaveral, sería bueno revisar los datos resultantes que sobre ese sector poblacional se han hecho en nuestro país, para tener una mejor visión y reflexión del tema.
En primer lugar, hay que señalar que estadísticamente, llamamos juventud a sector etario de la población comprendido entre 15 a 29 años. Así, el 27% es joven en nuestro país; es decir, un poco más de 8 millones de personas, de las cuales el 75% es fundamentalmente urbano o citadino.
De esa gran masa, casi un tercio de la población peruana, el 58% se encuentra estudiando, otro porcentaje significativo, 22%, trabaja, y lo que viene cada vez se hace más preocupante es la aparición de los llamados “ninis”; es decir, jóvenes que ni estudian ni trabajan (1 de cada 6).
Nuestros jóvenes inician su vida sexual cada vez más temprano. La edad promedio actual son los 16 años y, obviamente, no lo hacen responsablemente, pues en la zona oriental o selvática, casi el 35% de adolescentes ya cargan un hijo en los brazos. Esa situación también está acompañada de violencia sexual, pues el 65% de nuestros jóvenes ha experimentado violencia sexual o familiar y cada día se reportan 3 casos de VIH y 1 de sida cada día.
Esos son los datos gruesos de la juventud peruana, y sí en realidad queremos homenajearla o tributarle algún reconocimiento, no creo que suspendiendo clases, como lo hacen algunas universidades, sea la mejor manera. Si solamente recordamos que hay una Secretaría Nacional de la Juventud adscrita al Ministerio de Educación que articula, coordina y políticas y acciones dirigidas a la promoción juvenil, sería mucho mejor. Es más, ya se ha establecido que lo urgente por hacer en beneficio de nuestros jóvenes es la promoción de programas productivos, especialmente para aquellos que viven en la Amazonía y los andes; también saber aprovechar las TICs articulando formación y oferta laboral; y, finalmente, ampliar y mejorar los servicios de salud integral, específicamente en lo sexual y reproductivo.
Esas son las tareas que están por hacerse o hay que profundizar. Entonces, si realmente queremos que la juventud peruana, al igual que la primavera, sea sinónimo de alegría, renovación, fuerza y vitalidad, entonces echémosla a andar.