Las lecciones de Chehade

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El caso de Omar Chehade, quien acaba de renunciar al cargo de la vicepresidencia de la república y que luego fuera absuelto del juicio que se le planteó para desaforarlo del Congreso, nos deja varias lecciones, que no debieran pasar desapercibidas.

Una de ellas, es que nuestro ex vicepresidente no es un fiel representante de la “política de la gran transformación” con la que este gobierno apuntaló su campaña electoral, y que no sólo se expresaba en una nueva visión del país, sino del propio quehacer político. Chehade, ha demostrado que en lugar de ello, es un político por demás tradicional; es decir, un criollazo, un otorongazo, que sabe medir sus acciones, que sabe hacer cálculos políticos para beneficiarse a sí mismo y, de esa manera, no perder las gollerías o mieles que proporciona el gozo del poder en nuestro país. Así, Chehade fue postergando su decisión de renunciar a la vicepresidencia, haciendo caso omiso no sólo al clamor del país, sino del propio Humala, para hacerlo justo en el momento que ya tenía garantizado las fuerzas o votos suficientes para conservar su cómodo y jugoso sillón parlamentario.

No importa que ahora sea un paria; es decir, un político quemado que nadie acompañará por el momento. Nada de eso importa, sólo importa el poder para usufructuar de él, tal como lo hace cualquier político tradicional. De hecho esta imagen arrastrará a casi toda la bancada de Gana Perú, pero de seguro que poco les importará ya que, al igual que Chehade, ya están atornillados por cinco años. Provecho y buen viaje.

La otra lección que nos deja el caso Chehade tiene que ver con la importancia del cargo vicepresidencial. Como lo hemos constatado, el país no se ha desmoronado y ni siquiera ha ocurrido un mínimo temblor por tal salida; mucho menos, el país está a la deriva ahora que no tenemos vicepresidente. Tampoco es la primera vez que ocurre esto, pues son varios los gobiernos que no hemos tenido vicepresidente y no ha pasado absolutamente nada negativo. Eso nos corrobora que dicho cargo no sólo es absolutamente burocrático, sino inútil, por tanto debiera revisarse constitucionalmente su existencia, ya que si para algo sirve es simplemente para engordar la planilla de burócratas que acompañan ese cargo.

Lo mismo sucede a nivel de las vicepresidencias regionales; es decir, cargos absolutamente inservibles. Alguien, por ejemplo, sabe, por lo menos, ¿quién es el vicepresidente regional de Arequipa? ¿Alguien puede decir qué ha hecho en este año de gestión? De seguro que si vamos a su oficina no lo vamos a encontrar; de seguro que nos dirán que está en Lima o en cualquier lugar, menos en su oficina.

Urge pues, que dentro de la revisión pendiente de la estructura del Estado que el Perú necesita, se contemplen estos casos; es decir, revisar estos cargos o puestos inútiles que sólo sirven para alimentar la burocracia y egos de ciertos personajillos, pero que nada sirven al país.

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