Diciembre maldito
¿Por qué ocurre siempre eso? ¿Porqué nuestra autoridad edil no puede programar el inicio de esas obra en otro mes? ¿Por qué justamente en noviembre o diciembre que, además, coincide con los meses de lluvia poniendo en riesgo la terminación y calidad de las mismas? ¿Por qué?
Claro, la autoridad podrá aducir que eso se debe a que los fondos del presupuesto, basados mayoritariamente en el canon minero que la mayoría de autoridades ediles nacionales rechazan pero que luego reclaman para obras, les llega recién en agosto o setiembre y que a partir de allí tienen que planear las inversiones y que por eso las obras se inician en estos meses. Puede ser que eso sea cierto, pero entonces hay que decirles a nuestras autoridades que un verdadero estadista ya tiene proyectos aprobados y saneados con anterioridad y no tiene que estar esperando la plata para que recién empiecen a pensar qué hacer con ella.
Pero lo que más indigna y genera que la población conchamadree a nuestras autoridades, es el tiempo interminable que demandan esas obras. Por ejemplo, la ampliación de pistas y veredas de las tres cuadras de la avenida Lambramani, ya tiene cerca de tres meses. La razón es que allí pareciera que trabajan funcionarios de la ONU, pues lo hacen de lunes a viernes de 8 a tres de la tarde, avanzando dos o tres metros diarios. De seguro que llegará el año nuevo y no terminará. Recordemos, además, que ha sido elocuente la foto de un diario local que ilustraba la manera cómo se estaba derribando un puente: el obrero lo hacía con martillo de ebanista. Es decir, pareciera que estamos condenados a que estas obras sean interminables, malográndonos la vida a todos.
Nadie niega que esas obras son necesarias para la ciudad, pero la pregunta es porqué nuestra autoridades no pueden conciliar esa necesidad con la inmediatez, con la prontitud ¿porqué tienen que ser tan interminables? La cosa se agrava cuando, al finalizarlas, se comprueba que estuvieron mal hechas y hay que derrumbarlas para volverlas a hacer. Es decir, la ineptitud total, en país pobre y con tantas necesidades.
Lo real es que detrás de todas estas obritas también se mueven mafias y negociados destinados a engordar los bolsillos de nuestras autoridades y cuya lógica es que a más tiempo o duración de la obra, más beneficios pecuniarios. Así garantizan que no sólo la navidad, sino también las temporadas veraniegas sean de lo más dichosa para ellos y sus familias, mientras que a la población simplemente le queda joderse.