Fui invitado como ponente al VIII Congreso Nacional de Sociología, a realizarse en la ciudad de Huánuco, bajo la organización de la Universidad Nacional de Hermilio Valdizán. La noticia me llegó a principios de año y la recibí con agrado, pues la comunidad sociológica del Perú esperaba desde hace años la realización de este congreso que ha sido permanentemente postergado. Desde Arequipa, en la Escuela de Sociología, nos empezamos a organizar y a planear nuestra participación institucional, pues pensábamos traer la sede del IX Congreso Nacional, puesto que coincidiría con los cincuenta años de la Escuela de Sociología de la UNSA. Es decir, motivos nos sobraban.
Yo preparé mi ponencia ubicándola en el campo de la cultura y política, específicamente acerca del papel de la confianza en el entramado de las relaciones y decisiones políticas en nuestro país tomando como unidad de análisis los procesos electorales. Envié el resumen de la misma a los organizadores esperando su programación … y allí acabó la comunicación. Es decir, pareciera que dicho Congreso no se realizará, pues
ad portas del mismo, no hay ninguna señal. Los teléfonos de los organizadores no contestan, menos los mails y en el portal de la universidad huanuqueña, no existe ninguna información. Por allí se rumorea que un tal Lovón es el encargado, pero igual, no da señales de vida, lo cual significa que no bastó con su espíritu voluntarioso, ya que la organización lo rebasó.
Logré comunicarme con colegas de esa universidad y el comentario fue desalentador: “habrá Congreso, pero sin organización alguna; te aconsejo no venir”. Mis alumnos que entusiastamente se estaban organizando para tremendo viaje, ya no lo van a hacer y muchos colegas también desistieron. Una pena y cierta vergüenza, pues los sociólogos demostramos una vez más lo incompetente que somos en tejer nuestras propias redes institucionales que nos fortalezcan como profesión y ciencia. Por otro lado, demostramos cuán desconectados estamos con los sucesos del país y, principalmente, lo incoherente que somos al pretender demostrar el conocimiento de nuestra sociedad usando la perorata del cambio, cuando ni siquiera tenemos la capacidad de entendernos gremialmente y organizar un evento. Una pena.