De vuelta a casa

Ya en casa, entre los míos, amados, odiados y resentidos, puedo decir que durante mi reciente travesía me fue bien. Todo viaje es una aventura, mucho más cuando se trata de lugares tan lejanos al terruño (esta vez, el Norte y Centroamérica). Como tal, detrás de la expectativa y fascinación por conocer nuevos aires, lugares y gente, también corre paralelo el temor, o, lo más común, la tristeza o preocupación por los seres queridos, mucho más cuando éstos son chiquitines.

En fin, regresar al país luego de casi un mes de estar fuera, significa ponerse en contacto, automáticamente, con nuestra realidad, tanto personal como social: los recibos de luz, agua, teléfono; la notificación de tus jefes que, frotándose las manos, decidieron dejarte de pagar el tiempo que te fuiste y otros aspectos que te devuelven a tu realidad, pero lo más importantes es reencontrarse con la situación del país. Ni bien llegué al Aeropuerto Jorge Chávez, luego de ocho horas de viaje, ya con la señal del celular que indicaba que me reencontraba con el Perú, empezaron las llamadas de periodistas arequipeños que me preguntaban mi evaluación del país en el año 2010. Obviamente, lo pesado del viaje más mi desconexión total con lo sucedido en todo este tiempo, me imposibilitaban responder.

He tenido que esperar todo este tiempo, luego de mi regreso, no sólo para descansar y recuperar los sueños perdidos, sino también para enterarme de lo últimamente sucedido en el país y especialmente en Arequipa. Creo, en términos generales que, local y nacionalmente, nos fue bien. Para Arequipa, el 2010 ha sido el año de su boom comercial y urbano. He paseado los nuevos gigantes comerciales que se han inaugurado durante diciembre en Arequipa y, definitivamente, esto crea un nuevo rostro para nuestra ciudad que hay que empezara descifrar. Como lo señalé anteriormente, luego de esta revolución comercial y urbana, lo que queda es analizar cómo es que damos el salto para iniciar una revolución económica y, fundamentalmente, social, única garantía para que la fascinación actual no se convierta en frustración o desencanto.

Mientras el 2010 ha sido revolucionario en el campo comercial y urbano, lamentablemente no lo es en el político, pues me he reencontrado con las mismas figuras políticas, las mismas poses y discursos demagógicos. Es decir, ese es un terreno en el que seguimos infértiles. Ad portas de una nueva elección nacional, ojalá que eso nos ayude a cambiar, dignamente, nuestra representación ante el Congreso nacional; es decir, que por lo menos, los seis nuevos parlamentarios que elegiremos e abril, nos ayuden a pensar que la política local puede transformarse.

A nivel nacional, creo que también nos fue bien. Luego de estar en países donde he visto los extremos, tanto de la escasez como de la abundancia, pero con la inseguridad a cuestas, estar en un país como el nuestro que muestra cifras azuladas en su economía y con proyecciones envidiables, me hacen sentir que estamos por buen camino. Eso no significa desconocer nuestras flaquezas, específicamente los ligados a lo político, cultural e institucional. Ojalá que las elecciones que se avecinan, nos den esperanzas que en esos campos, también podemos crecer y desarrollarnos. Pero si hay algo que hace que el 2010 sea de por sí histórico, es el Nobel que nos lo dió Mario Vargas Llosa. Sólo eso ya es un logro histórico que nos coloca, como país, entre los grandes, por lo menos en el campo de la literatura. Aunque se que es imposible, pero igual deseo que todos los peruanos nos empeñemos en seguir el ejemplo de Vargas Llosa para que nuestro país se coloque entre los grandes, también en otras áreas.

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