Wall Street, el dinero nunca duerme
La reciente crisis financiera mundial del 2008, de la cual, según los expertos, aún no salimos, debe haber sigo un postre para la imaginación de Oliver Stone que ya hace una veintena de años, nos describió cómo se maneja el mundo de las especulaciones económicas en el mismísimo corazón de las finanzas mundiales: Wall Street.
En ese ya clásico del cine, quien prácticamente destacó fue Michael Douglas, en el papel del despiadado Gordon Gekko, un mañoso y deshumanizado malabarista financiero. La interpretación fue tan notable que Douglas se llevó el Oscar en esa ocasión. Ahora, con Wall Street, el dinero nunca duerme, regresa Gekko, o mejor dicho Douglas, casi un dinosaurio, pero siempre despiadado para hacer las triquiñuelas bancarias que nos ayudan a explicar el porqué del derrumbe financiero del 2008.
En ese sentido, tal como ocurrió con su antecesora, Stone nos vuelve a sumergir en el mundo de las codicias ilimitadas, de las nuevas formas de hacer los negocios que tiene que ver principalmente con la mera especulación, y las relaciones de poder. Toda esta trama, matizada con elementos donde los dramas familiares y sentimentales ayudan a darle mayores toques de suspenso.
Comentario aparte merece la reaparición de Michael Douglas que demuestra un vez más que su Gordon Grekko es, tal vez, el mejor de sus personajes, un villano aplomado que es capaz de inquietar, incluso sólo con gestos, a cualquier espectador.