Sobre el discurso del 28
No hay que negar la veracidad de esas cifras, pues todos los indicadores confirman que, efectivamente, la pobreza se ha reducido sistemáticamente desde el 2006, pero hay que hacer algunas precisiones. La primera es que esta reducción, no ha ido paralela al ritmo de crecimiento económico que ha experimentado nuestro país; es decir, con promedios que alcanzaron hasta el 9%, la pobreza en el Perú pudo haber experimentado, también, una mayor reducción, pero no fue así. En segundo lugar, dicha reducción obedece a un tipo de medición que tiene que ver exclusivamente con el nivel monetario de la población (LP). Otro es el porcentaje cuando se le aplica a la pobreza la medición de las necesidades básicas insatisfechas (NBI). Allí la proporción aumenta y además nos devela un problema mayor al de la pobreza: el de la desigualdad que ha aumentado en nuestro país, una de las razones que lo hace tan frágil. En tercer lugar, la pobreza a la que se refiere nuestro presidente es la que se ubica en el mundo urbano, citadino, costeño del Perú. Hay que reconocer que atacar la pobreza en ese sector es un logro, pero el gran problema de nuestro país no está en la ciudad sino en el campo, en el sector rural. Allí, la pobreza ha bajado insignificantemente, y queda como un reto para el año de gobierno que le falta a García, hacer algo para, por lo menos, reducir la pobreza en ese sector al 45%.
Como decimos, el último mensaje de García ha sido más inventarial que propositivo. No hay que quejarnos, porque hay que reconocer que eso está bien, ya que faltándole sólo un año, que haga propuestas a estas alturas sonaría más a demagógico; sin embargo, hay una propuesta que no podemos dejar de comentar porque está ligado a la reforma del Estado. Nos referimos a la descentralización. García, en su último mensaje se decidió a tocar el tema respecto a nuestra estructura regional. Es decir, se animó a decir las cosas por su nombre: lo que tenemos no es una estructura regional sino un mamarracho departamentalista que lo único que ha logrado es engordar burocráticamente más a nuestro Estado haciéndolo más ineficiente. Propuso que el Congreso revise las normas para que la reforma esperada de nuestro Estado a través de la descentralización, se efectivice. Ojalá que en el año que le queda, este Congreso pueda hacer algo, aunque lo vemos muy improbable.
Pero también hay otro aspecto ligado al Estado que no podemos obviar, y es el mea culpa que hizo respecto a la poca o nula lucha contra la corrupción. Confesó que ese ha sido un nubarrón en su gobierno y que es un enemigo duro de combatir (aunque soslayó decir que varios actos corruptos provienen de su propio gobierno y entorno). Es decir, en uno de los problemas que decidió combatir desde el inicio de su mandato no tiene resultados que mostrar; es más, pareciera que en esta lucha, la cultura de la corrupción está ganando terreno frente a la cultura de la ética . Sólo basta revisar las enormes listas de candidatos que vienen postulando en las actuales elecciones locales y regionales y además con personajes de amplio prontuariado para confirmar esta hipótesis.
Es decir, en este balance de gobierno que hizo en su último mensaje, García puso en evidencia que sigue existiendo un saldo en rojo que tiene que ver con la precariedad entre la ética y la gestión pública, lo cual nos coloca nuevamente a una de las grandes ausencias en este gobierno: la transformación del Estado que pasa, entre otras tareas, por inyectarle a la función pública de una gran dosis de ética para que ésta sea percibida por la sociedad como su auténtica representante de ciudadanía y defensora de sus intereses .
Poco tiempo le queda para que la esperada reforma estatal se materialice . Esa tarea sigue pendiente y ojalá que el próximo gobierno la priorice ya que si ésta no se hace, si nuestro Estado sigue siendo percibido por la población como un enemigo o símbolo de corrupción mafiosa, lo avanzado en términos económicos, de poco o nada nos servirá.