Bagua, a un año
Hoy recordamos, con indignación, tristeza y un poco de horror los sucesos del Bagua, que hace exactamente un año nos demostró en toda su magnitud, uno de los graves problemas de nuestro país: el desencuentro entre el Estado y la sociedad peruana. Es decir, ese sentimiento que nos atraviesa a todos o casi todos que tenemos un Estado inexistente o, que si existe, es totalmente ineficiente y por tanto un estorbo para nuestra vida.
Pero lo de Bagua arrojó otras lecciones, pues luego de su saldo trágico (fallecieron 24 policías y 10 civiles, entre ellos nativos, y un policía quedó desaparecido), lo que quedó demostrado, también, es la forma como nuestros gobernantes conciben la gestión del Estado; es decir, como lo diría Weber, de manera sultanezca o patrimonialista; en otras palabras, el Estado como su chacra. Eso se evidenció claramente con el problema de Bagua, pues a los nativos de la zona jamás se les consultó, o si lo hicieron fue para mecerlos, porque hay en el gobierno quienes creen que el poder es para manejar el país a su mero antojo.
Luego de un año, poco o nada se ha avanzado para resolver, de fondo, los problemas. Es cierto que también hay quienes políticamente se han aprovechado del asunto, encabezados, como era previsible, por Pizango, pero la lección que deja este recordatorio es que la modernidad está por construirse en nuestro país, y eso pasa por reconocer la ciudadanía de cada uno de nosotros. La ley sobre consulta previa a las comunidades nativas que acaba de aprobarse va por ese rumbo; sin embargo, sólo es un paso a un largo tránsito que aún falta por hacer en nuestro país.