Copenhague
De nada han servido, por tanto, las advertencias, como ésta que quiero compartir con ustedes y que es una entrevista que Teresa Guerrero, periodista del diario El Mundo, le hiciera a Jean-Michel Cousteau, hijo del famoso Jacques y de quien ha heredado ese espíritu investigatorio y de amor a la naturaleza, en especial al mundo marino. Jean-Michel estuvo en la Cumbre para patrocinar el documental Delfines y ballenas.
Aquí les paso la entrevista.
¿Qué mensaje busca transmitir con ‘Delfines y ballenas’?
-Si le damos a la gente la oportunidad de conocer estos animales y poder bucear con ellos, es probable que les guste y que comiencen a entenderlos. Aprendí de mi padre que la gente protege lo que ama. Si te enamoras de estos delfines y ballenas querrás protegerlos.
-¿Cuándo decidió que dedicaría su vida a proteger los océanos? -Realmente no lo decidí nunca, crecí en el Mediterráneo así que fue algo natural. Pasaba allí todo el día con mi familia y siempre quise estar implicado en su conservación. Durante mucho tiempo, los océanos han sido utilizado como un gran cubo de basura y a medida que fui creciendo y tuve la oportunidad de viajar la preocupación fue aumentando. Cuando era adolescente mi padre trabajaba en un proyecto sobre ciudades acuáticas y yo estaba convencido de que la gente terminaría viviendo bajo el mar. Entonces me dije: quiero ser el primero en construir ciudades bajo el mar, y por eso dedicí convertirme en arquitecto ya que, obviamente, no había estudios de arquitectura del Mar. Después fui a un astillero donde aprendí sobre la construcción de barcos.
-La pasada semana, se hizo público durante la cumbre del clima un informe científico sobre la rápida acidificación de los océanos. ¿Cómo está afectando a los mamíferos acuáticos?R. -Por un lado, la acidificación debilita la capacidad de crustáceos y moluscos para proteger las estructuras que utilizan para protegerse. En el futuro habrá consecuencias para la cadena alimenticia, puesto que estas especies se quedarán sin comida y todo está conectado. Por otro lado, afecta su capacidad para comunicarse. Estas criaturas encuentran su comida, se orientan y se relacionan entre ellos a través de los sonidos. Los barcos cada vez emiten más ruidos en el océano y la industria petrolera realiza explosiones en el mar, algunas muy potentes. Todos estos sonidos confunden a los animales y les afectan hasta el punto de que pueden provocar su muerte.
-Acaba de estar en la Cumbre del Clima Copenhague, ¿cuál es su impresión sobre la marcha de las negociaciones? -He pasado allí dos días y medio. Hemos presentado el documental y hemos tenido una mesa redonda con expertos sobre el tema. Es la primera vez que en una conferencia de este tipo se dedica una jornada completa a la protección de los océanos, lo cual es algo muy importante.
– En su opinión, ¿cuál sería un buen acuerdo?– En primer lugar, necesitamos parar las emisiones de CO2, que están causando la acidificación del océano. Hay que dejar de utilizar el océano como si fuera un vertedero ya que los productos químicos están afectando a la vida marina. Hay que detener la destrucción del hábitat marino y tenemos que pescar de una manera sostenible. Habría que ver los recursos pesqueros como si se tratara de un capital, como si fuera un negocio. Si sólo cogemos el interés que nos reporta, nos durará siempre. Pero si vamos más allá y nos gastamos el capital nos quedaremos sin nada. Y eso es exactamente lo que estamos haciendo. Al ritmo actual de explotación, los océanos quedarán en bancarrota. Tenemos que centrarnos en la agricultura submarina. Hay que cultivar algas y otras plantas submarinas y conseguir que la pesca sea herbívora.
-¿Es optimista respecto a Copenhague?-Creo que finalmente van a llegar a un acuerdo para ponerse de acuerdo…[se ríe] Hará falta otro año para que se concrete lo que se está negociando pero vamos a estar muy pendientes para asegurarnos de que los políticos cumplen lo que se han comprometido a hacer.
-¿Qué pueden hacer los consumidores para proteger el océano?-Por ejemplo, en España podría haber iniciativas como las que existen en otros países como EEUU, Francia o Portugal: ‘Seafood Watch’, una especie de guía que orienta a los consumidores sobre qué pescados deben evitar comprar para evitar su desaparición. Los restaurantes japoneses se han extendido por todas partes y hay que proveer con atún a todos estos locales. Al ritmo actual de pesca, en cinco años no quedará más. Los pescadores tienen que dejar de capturar esas especies en peligro pero tenemos que ayudarles pues ellos son las víctimas del sistema. Los Gobiernos deben apoyarles para que puedan dedicarse a otras actividades, como la agricultura marina. El océano no puede satisfacer la demanda actual.