Cuco chileno
De hecho que detrás de esta fantasía se esconde el sentimiento perdedor que sembramos en la Guerra del Pacífico y que aún no superamos. Entonces, todavía late en nosotros el temor que Chile repetirá lo ocurrido hace
más de un siglo y de ese miedo hemos hecho uno de los imaginarios nacionales más efectivos. Sin embargo, lo que no nos damos cuenta es que al agitar ese fantasma, les hacemos un caro favor a los políticos y en especial a la cúpula militar peruana que,muchas veces, se han comportado como los verdaderos enemigos del Perú.
No entiendo el rasgamiento de vestiduras de políticos y militares peruanos ante un nuevo caso de espionaje, cuando son ellos los primeros en haber traicionado al país con, por ejemplo, el TLC chileno nunca se discutió en el Congreso, o cuando sectores estratégicos como puertos, suministro de energía, aeropuertos, etc. están en manos sureñas. De eso, nada se dice, o si lo dicen es para afirmar, justamente, el carácter entreguista y traidor de esa cúpula, como, por ejemplo, lo que hace poco expresó nuestro propio Ministro de Defensa, Rafael Rey, al declarar que le gustaría tener a Vladimiro Montesinos de asesor en su cartera, o al mismísimo presidente García preocupándose de que la explotación de gas no se venda a Chile, en lugar de preferir el mercado de la región sur. Es decir, ejemplos hay miles.
Hace mal alguna prensa, especialmente la provinciana y gritona como la nuestra, al subirse al coche mediático que montan estas cúpulas para distraer u ocultar alguna satrapía. Eso no significa desconocer que Chile es un vecino problemático, lo es y seguirá siendo porque justamente, a diferencia nuestra, su burguesía nacional (cosa que nosotros no tenemos) ha hecho de su política exterior uno de sus principales núcleos de acción. Es cierto que se siguen armando, pero no en un plan guerrero, sino porque esa burguesía (en donde están metidos derechistas y socialistas) han entendido que en el mundo contemporáneo las estrategias bélicas pasan, principalmente, por un posicionamiento estratégico a nivel económico. Es decir, tal como lo señaló un general chileno, ¿para qué guerrear por territorios, si ahora los pueden comprar?
Así es la cosa ahora, por eso caer en el juego de agitar tambores de guerra ante situaciones como esta, es pisar el palito de una cúpula política y militar nacional que se frota las manos cuando se enciende el fantasma del cuco chileno. En todo caso, pensando extremistamente, si fuera cierto que la guerra estuviera a la vuelta de la esquina, la mejor manera de ganarla sería, justamente, con desarrollo económico, pero fundamentalmente con el social, que implica salud, educación, tecnología, etc. y que abarca lo político e incluso lo moral. ¿O es que alguien en su sano juicio cree que ganaríamos una guerra con los militaruchos que tenemos, con los congresistas y políticos que nos representan, con los niveles educativos que existen, con los niveles de desnutrición que ostentamos?. Es más, de producirse una guerra, los cálculos estratégicos ya han indicado que al ejército chileno lo tendríamos en tres días en Arequipa porque ni siquiera el sur está integrado para evitar algo así, y lo peor es que no quiere integrarse por lo menos para eso. Entonces, de qué hablamos. Por tanto, no pisemos el palito al creer el cuentazo del cuco chileno. Sigamos buscando nuestro norte y dejemos de vivir asustados por el sur.