La profecía del no nacido
Con este intrincado nombre llega esta cinta que en otras partes se ha titulado La semilla del mal o, simplemente, El no nacido, y que pretende ubicarse en el género del susto. Para ello cuenta una historia que tiene como núcleo el ritual del exorcismo; es decir, una fórmula que hace una treintena de años hiciera famoso a William Friedkin por dirigir una cinta que ya es todo un clásico en cine del terror. Nos referimos a El exorcista
.
Viéndola, no podemos olvidar el viejo refranero de que toda repetición es una ofensa, pues la cinta repasa situaciones y escenas ya comunes de ese clásico y otras similares, pero de manera por demás rústica o torpe. Así, la película pretende hacernos saltar del asiento simplemente recurriendo a los gritos destemplados o violentos giros de cámara. Obvio que también encontrarán algunos mostritos, pero parecen sacados de un comic que los hace realmente risibles, o de impacto solo para que los quinceañeros encuentren el pretexto para arremolinarse más.
Desparramados en el asiento por el aburrimiento, la presencia de Gary Oldman, casi a la mitad de la película, nos obliga a retomar nuestros educados noventa grados. Sin embargo, diez minutos después comprobamos que el gran interprete del mejor Drácula de la historia del cine, esta allí en un penoso papel que, de seguro, lo hizo para simplemente pasar por planilla y recoger un sencillo. Otra decepción es la del Michael Bay, director que nos tiene acostumbrados a gestas visuales por su exceso pero efectivo uso tecnológico, pero que en esta ocasión, en calidad de productor, nos entrega esta pobreza que, realmente, nunca debió haber nacido, tal como reza su título.