“Ante un Estado que no hace lo que se espera de él, la educación privada aparece como una alternativa individual”. Por Juan Ansión

En el Perú, la educación siempre ha representado la gran esperanza de cambio individual o familiar. Por ello, es alentador ver que en dos años ha subido en 10 puntos, para llegar al 49 %, la cantidad de limeños que piensan que la calidad de la educación es ahora mejor que hace 10 años, mientras quienes consideran que está peor se mantiene alrededor del 30 %. La mirada más favorable la tienen las mujeres (53% contra 45% de los hombres) y los jóvenes (de 54% para los más jóvenes hasta 39 % para los mayores). La evaluación va bajando según los niveles socio-económicos, desde un 54 % para los niveles altos hasta un 44 % para los sectores D y E. Aún más nítidos son los resultados sobre la visión de futuro: pese a que este año ha bajado ligeramente la cantidad de los que creen en una mejor educación para el futuro, se mantiene un sólido 60% de optimistas.

Según cifras de matrículas del Ministerio de Educación del 2008, en la provincia de Lima el 44% de niños escolarizados lo están en escuelas privadas, lo cual representa un cambio importante con respecto a decenios anteriores, cuando la matrícula privada oscilaba alrededor de un 15% del total. Tal vez la relativa buena opinión de la educación señalada al inicio de este comentario se deba a la fuerte presencia de esta educación privada en aumento. Ahora bien, cuando se pregunta acerca del principal problema que enfrenta la educación en el Perú, las respuestas parecen orientadas básicamente por los problemas de la educación pública: falta de presupuesto (31%), poca voluntad política (20%), falta de infraestructura (8%), es decir, un total de 59%, contra 46% por los mismos rubros en el 2007. Es de señalar que este año la “mala formación de los profesores”, con su 29%, ya no ocupa un claro primer lugar, sino que ha sido superada en ese puesto por la falta de presupuesto.

La aprobación de la gestión del Ministro de Educación ha pasado del 61 % al 35 %. Si bien la desaprobación ha bajado en algo desde el año pasado (del 43 al 36%), esto se debe a que este año ha subido enormemente (del 10 al 30 %) la cantidad de los que no logran
formarse una opinión. El conjunto de estos datos refleja la poca visibilidad de una política educativa y la sensación de que no hay voluntad política ni conducción conocida. Ante un Estado que no hace lo que se espera de él, la educación privada aparece entonces
como una alternativa individual, pero esta falta de inversión en educación levanta muchas preguntas sobre lo que se quiere como país.

En otro orden de cosas, la encuesta revela la cercanía de los padres y madres de familia con la escuela de sus hijos. Porcentajes elevados participan de diversas maneras, colaborando con actividades pro fondos, asistiendo a celebraciones y a reuniones de padres de familia y apoyando a los niños en sus tareas o, al menos, revisando sus exámenes o notas. Los encuestados indican que lo más importante de la escuela es que tenga buenos profesores (59 % – 75 % considerando dos opciones), pero cuando se pregunta sobre el responsable de un eventual fracaso escolar, vienen en primer lugar los padres y madres de familia (50%) seguidos de la situación familiar (28%), teniendo el colegio – y se supone entonces también los profesores – sólo el 7 % de responsabilidad. Sin embargo, el 80% piensa que es cierto que “los profesores suelen avanzar la clase sin preocuparse por que todos los alumnos hayan aprendido bien”. Curiosamente, este último diagnóstico no se refleja en la apreciación acerca de los responsables del fracaso escolar.

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