El presidente Ollanta Humala ha hecho un gran esfuerzo para formar un Gabinete equilibrado y lo mismo se puede decir de su mensaje inaugural. Ninguno de los extremos del espectro político estará satisfecho pero tampoco podrá poner el grito en el cielo. Es la mejor opción para que el crecimiento económico pueda continuar a pesar de los baches coyunturales propios de este larguísimo tiempo electoral.
El mensaje parece hecho con la hoja de ruta en la mano, de allí la referencia puntual a los temas que más tocó en la campaña. El salario mínimo o el lote 88, las políticas que permitan un crecimiento inclusivo y aquellas que pueden influir en un cambio productivo de mayor trascendencia en el largo plazo, porque la inclusión no se logra solo con medidas asistenciales.
Solo me parece urgente definir lo que entendemos por inclusión social, ya que hoy todos repiten el mismo disco y me temo que quieren decir cosas distintas.
No me olvido de que cuando en los años sesenta se demandaba reforma agraria, ante la evidencia de las estructuras arcaicas de propiedad y explotación social, propias del orden oligárquico, surgió de la propia oligarquía el término revolución verde para reemplazarla y desviar la atención hacia la emigración a la selva. Somos un país de modas y estas incluyen el debate político.
Lo mejor del mensaje fue la referencia del juramento presidencial a los valores de la Constitución de 1979. Además de que es legítimo invocarla e incluso desagraviarla, el hecho ha permitido mostrar a los fujimoristas tal como son ?y cómo fueron? sin ropajes.
Ver a Luz Salgado decirle a Humala ?presidente de facto? es una de las piezas más inauditas que pude imaginar. Aquellos que avalaron el gobierno de facto y violaron sistemáticamente la Constitución de 1993 reaccionaban con histeria y malacrianza que ya conocimos en los 90 cuando tenían el poder.
El Gobierno no ha perdido nada enfrentando al fujimorismo, porque nada puede esperar de esa bancada. Más bien, sus miembros han rayado la cancha y quedado como lo que siempre fueron. Ojalá los hayan visto tantos jóvenes que los imaginaban demócratas y hasta tolerantes.
El presidente fue cuidadoso en el texto de su juramento, quizás debió serlo también advirtiendo a sus vicepresidentes para que repitieran exactamente lo mismo. Pero incluso quienes critican a estos están desconectados de la realidad: solo el presidente hace su propio juramento. A los demás se les toma juramento y las únicas palabras indispensables en su respuesta son ?Sí, juro?.
Revisen la juramentación de los congresistas, pueden encontrar de todo, hasta referencias a sus padres y abuelos, a líderes políticos y alguno juró hasta por su ?amada Pochita?, y por lo visto ya una ministra se contagió de esta costumbre. Es pues ridícula la crítica de quienes, sin fijarse en los hechos, pretenden deslucir este acto con su intolerancia.
El peligro del centro político es el aburrimiento, pero el presidente Ollanta Humala con este giro nos evitó un 28 aburrido y estoy seguro que a muchos de sus seguidores les gustó la jornada.
Esto es mucho más sano que la vieja costumbre izquierdista y populista de endurecer el ceño, radicalizar la crítica y hacer que unos pocos sean los malos de la película.
Es un buen comienzo, pero es solo el comienzo porque luego requeriremos medidas concretas y después resultados tangibles. Sigue leyendo