El día después de mañana (Los escenarios con Ollanta y Keiko)

El Comercio

Amaneceremos como un país dividido en dos, una mitad feliz o por lo menos con menos miedo, la otra furiosa o abatida, con pocas ganas de mirar en su entorno. Estaremos alertas ante cualquier interlocutor, con menos tolerancia y menos capacidad de escucharnos. Será larga la lista de censurados, en los que no confiaremos más por la opción que tomaron en esta segunda vuelta en que hemos recorrido mucho de lo vivido en la década del 90. Esta vez la política invadió hasta el púlpito de las iglesias. Son los costos de la polarización política que se extrema con el balotaje copiado de Francia, sin copiar otros rasgos de su modelo constitucional que equilibran los poderes del presidente y pluralizan el escenario.

Si ganó Fujimori, tendremos un escenario de fiesta para la mitad de los peruanos, en especial para quienes fueron parte del cogollo de ese régimen y que hoy se reciclan sin arrepentimiento. Veremos libre al autócrata y querrán que lo tratemos como ex presidente. Puede ser indultado por Alan García y así este se asegurará que nadie lo tocará en los siguientes cinco años, plazo mínimo para aspirar a su tercer mandato. ¿Quién gobernará? Montesinos le dio a Fujimori condiciones de gobernabilidad, ciertamente autocrática. ¿Lo requerirán cuando desde el otro medio Perú se levanten cuestionando, exigiendo derechos y protestando? Fujimori tendrá el apoyo de casi todos los medios de comunicación que se jugaron por ella y varios silenciarán las críticas y denuncias pero, como siempre, se sabrán por otros medios. Fujimori tendrá el apoyo de muchos empresarios, pero estos siempre tienen que estar en lo suyo y no le resuelven otros problemas al Gobierno, salvo los pocos que asuman cargos públicos. ¿Habrá silencio cuando quiera sacarse de encima un Congreso en el que no tiene mayoría? Sus aliados apristas casi han desaparecido y los puede buscar en los neoconservadores que queden del sancochado de PPK o de Solidaridad Nacional, pero no lo son todos los allí electos y saben que esa alianza les costará luego. Presionarán a los jueces para que se frustren los juicios que ellos deciden que son ?persecución política?, aunque haya millones de soles o vidas cegadas de por medio y para que ganen los juicios quienes los han apoyado. Martha Chávez ha reiterado su amenaza al juez San Martín.

Si gana Humala, celebrará con medio Perú en contra y con miedo de que le quiten algo de lo que tienen o sueñan tener. Tendrá la oposición de importantes medios de comunicación y de importantes empresarios pero se tendrán que tender puentes. La moderación es recomendable pero le exigirán resultados sus votantes y, como siempre, la paciencia se acaba rápido. Solo si asegura el crecimiento económico, tendrá posibilidades de cumplir sus promesas para la equidad. Tendrá que evitar debates ideológicos y entrampes constitucionales. Las modificaciones de la Constitución serán muy difíciles y solo puntuales. Se ha comprometido a respetar las reglas del juego y si no lo hace, se le vendrá el mundo encima. En el Parlamento no tendrá mayoría y deberá aprender a concertar.

Al fin de cuentas el país seguirá caminando, con el humor de siempre, que ni es tan malo ni es tan bueno. Terminan estas elecciones con un desencanto adicional sobre la institucionalidad democrática. No es posible que siempre los peruanos tengamos que elegir bajo chantaje. Tolerar la total fragmentación en la primera vuelta y ponernos camisa de fuerza en la segunda solo ha servido para favorecer la tolerancia con la corrupción. El pánico al shock de Vargas Llosa lo inventó García siendo presidente. Por eso ganó un golpista corrupto. Nadie, tras el primer gobierno de García, podía imaginarlo otra vez presidente y lo fue por el miedo a Humala el 2006 y en los primeros años de este siglo nadie imaginaba al fujimorismo como opción de gobierno y lo es hoy por obra del miedo construido en esta polarización. Hay fallas del sistema y la polarización política conviene no a los demócratas sino a los conservadores de siempre, que aceptan las libertades económicas pero no tragan ni con purgante el liberalismo político.

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