Archivo por meses: enero 2021

Rita*

Era practicante y un día cometí un error grave. El tema era de una abogada con la que yo casi no había trabajado antes, así que me puse un poco nervioso. Fui a su oficina y le confesé la situación y el error. Ella escuchó y me dijo que le dé un tiempo pues tenía que sacar algunas cosas primero.
Una hora después me llamó. Fui a su oficina preocupado pensando en la pésima primera impresión que le estaba dando. Me recibió bien, me dijo que me olvide de culpables y que íbamos a enfocarnos en solucionar el tema. Y no solo solucionar, íbamos a dejarlo todo impecable. Hizo un par de bromas para relajar el ambiente y luego me explicó a detalle el plan de accióny me despachó. Su voz era estricta, pero también era cálida y llena de buena vibra.
A Rita la conocí primero así, con ese escaso talento para desactivar problemas con buen ánimo y hacer que las cosas terminen incluso mejor de lo esperado. Terriblemente exigente, pero también increíblemente comprensiva.
Y tuve la suerte de no solo verla —admirarla— como jefa, sino también de tenerla como amiga. Rita me ayudó en distintos contextos y fue un apoyo como pocos. Sus consejos y sus cuadradas me han acompañado incluso mucho después de que dejamos de trabajar en el mismo estudio. Esas palabras que han contribuido a que hoy sea, fijo, un poco menos cojudo.
Rita, quiero recordarte por las conversaciones que tuvimos el año pasado. Cuando nos reíamos hablando de los viejos tiempos. Quiero agradecerte por la vez en que dijiste que debía ‘desacelerarme’, una lección que ha marcado mis cimientos. Y quiero decirte, aunque ya es tarde, que sí, que tú eres mi ídola.
*En memoria a Rita Sabroso, mujer, brillante abogada, excelente profesora y verdadera amiga.

Lima

Lima es una ciudad hermosa, pero también una ciudad de mierda. Una urbe que representa una gran fracción del Perú y que claramente no es solo las fotos postales de la Costa Verde.

Lima es Lince con sus telos y las flores entre Tomas Guido e Ignacio Merino. Es Miraflores, los gatos del Parque Kennedy y los locales de Berlín. Lima es Ate Vitarte con su ejército de mototaxis. Es Santa Anita y es en específico cualquiera galería del Óvalo Santa Anita. Es SJL y caminar cuesta arriba por Mangomarca. Es una calle o un barrio o una esquina de VMT, El Agustino o SJM que quizá no llegaremos a conocer pero que tienen muchísimo que ofrecer.

Lima es un nuevo celular en Las Malvinas y un libro viejo en Amazonas. Es bajarse en la estación Canaval y Moreyra agarrando fuerte la mochila o la cartera. Es ver el mar desde el Parque Nazca y pasear a gusto en Larco con Benavides.

Lima es un emoliente antes de tomar el micro, es sentarse en la calle con una jonca de chelas, es jugar una pichanga en una losa cualquiera, es la cabina de internet de barrio o exasperarte por el tráfico en la Javier Prado. Es entrar a un mercado y que te digan consulte casero sin compromiso. Lima es mirarte y preguntar si quieres comer pollo a la brasa, y enrumbar viendo el cielo abúlico.

Pero Lima también es tener miedo de un asalto o robo. Es ser peatón y desconfiar hasta de los semáforos rojos. Es vivir o ver o convalidar la informalidad. Es la mirada cansada del tipo sentado apoyando la cabeza en la ventana del metropolitano. Es todas y cada una de nuestras taras. Es nuestro fracaso y también nuestro hartazgo.

Pero Lima, en su corazón, es la esperanza de un futuro mejor de los cientos de miles que migran y migraron de todas las regiones en busca de mejores oportunidades. Es insistir, es luchar mientras el cielo y el desierto nos dejen volver a intentar de nuevo.