Lucy

Seis años juntos, Lucy. Nuestras vidas cambiaron el día en que mi hermana te rescató. ¿Recuerdas eso? Casi te atropella un carro y tuviste la suerte —o mejor dicho, nosotros tuvimos la bendición— de que mi hermana estuviese cerca. Te llevó a un veterinario y después de tratar tus heridas y tus pulgas te trajo a casa. El plan al inicio era darte en adopción. Ya teníamos mascotas y pues lo idóneo era encontrarte un lugar solo para ti. A las dos semanas ese plan quedó cancelado: te hiciste querer muy rápido. Siempre maullando, siempre buscando atención (eso no me parece un defecto en tu caso, cutie). La habladora te pusimos. Mi hermana llegaba a casa y tú maullabas y mi papá decía la gata quiere conversar. Y entonces nos poníamos a hablar contigo, ¿recuerdas? Tú, mi hermana y yo, charlando, escuchando tus reclamos, tus comentarios. ¿Cómo dejarte ir después de eso? Ya eras una más de la familia.

Tus hábitos se insertaron en nuestro hogar y pasaron a integrar nuestro status quo. Despertar muy temprano (incluso antes que Colaratón), jugar después de comer, tomar tus siestas en el balcón (salvo en invierno), subirte a las repisas, hablar, hablar mucho. Tus preferencias en cuanto a comida, tus juguetes preferidos, tu odio por la ropa de gato. Todo eso ya era parte de nosotros, incluyendo todo el amor que te dábamos y todo el que tú nos dabas.

Porque eso es lo principal, Lucy. Las mascotas le dan alegría y color a la vida. Tú lograste eso con creces. Buscarte para hablar contigo, para encontrarte en algún closet o curioseando en la cocina. Verte jugar con Colaratón, o intentar hacer tuyas las cajas del almacén. Estar juntos, compartir momentos, ver la televisión mientras intentas dormir, o trabajar desde el balcón mientras tú intentas que deje la laptop. La vida puede ser dura algunos días pero no sabes cuánto me cambiaba el hecho de llegar a casa y verte sentada en una silla del comedor, acercarme y que empieces a maullar, a buscar atención. Ahí yo recobraba el buen ánimo, y reconfirmaba que la felicidad es apreciar las cosas buenas que nos rodean. Las cosas, las personas, las mascotas.

Si fueses persona estoy seguro de que serías traficante de terrenos (mi mamá decía que en ese caso pues alguien tendría que defenderte de tus problemas legales, y naturalmente el único llamado a esa tarea sería yo). Te gusta invadir todo, apropiarte de cualquier cosa, no solo las que no pertenecen a nadie, sino también las que claramente pertenecen a otro. No importa, Lucy, eso es algo manejable. Además, nadie es perfecto, ¿sabes? Todos tenemos defectos; pero el amor no se define en función a cuán “bueno” eres, yo te querría así tuvieses el carácter de mi hermana durante la pubertad (tú y yo conocemos bien el carácter de Patty).

Lamentablemente la lotería natural se ensañó un poco contigo, mi tricolor. El aparato urinario, los riñones, la piel, y ahora los pulmones. La gatita enfermiza, la gatita con genes de dudosa calidad. Bromear me parece importante, Lucy, es una manera de normalizar las situaciones difíciles, de evitar que estas parezcan más graves de lo que son. Varios problemas, pero todos superados o controlados. Mi cuellito blanco, qué es para ti una enfermedad sino solo un trámite molestoso.

Pero seamos honestos, sigues detestando las veterinarias, eso no ha cambiado pese a que has ido muchas veces. Quizá no lo entiendes, pero te aseguro que es por tu bien, los doctores solo buscan que mejores, que puedas seguir feliz. Y si estamos aquí hoy es porque lo necesitas; y si ahora te ponen oxígeno es porque no estás respirando bien; y si ahora van a hacerte punciones es porque hay mucho líquido en tus pulmones. Yo estoy contigo Lucy, todo va a estar bien, pase lo que pase todo va a estar bien.

Seis años juntos, Lucy. No me parece suficiente, no me parece justo que ya te tengas que ir. ¿Hay algo que pueda hacer para que te quedes? Despierta Lucy, despierta por favor. Despierta y volvamos a jugar, volvamos a molestar juntos a Colaratón, volvamos a correr escaleras arriba a ver quién es más rápido. Lucy por favor no te vayas, no sabes cuán importante eres para mi vida, para mi estabilidad. Despierta Lucy, aquí tengo churu de atún, tú y yo sabemos que nunca le has podido decir no. Te daré el sachet entero; no, mejor dos sachets, ¿trato? O bueno todos los sachets que puedas. Lucy quédate que todavía no he terminado tu último retrato y Patty todavía no elige en qué brazo tatuarse tu rostro. Lucy si te levantas prometo que serás libre de ir a la azotea todo el tiempo que quieras. Lucy no me dejes todavía, te lo ruego no te vayas todavía. Lucy gracias por todo, gracias por estar siempre para mí, gracias por darme tanto sin esperar nada a cambio. ¿Y si te dejamos morder las orquídeas? ¿Te quedarías? Lucy…

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