Lo inesperado como regalo

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Los artistas más productivos  tienen un plan en mente cuando llegan a trabajar. Ellos saben lo que quieren lograr, cómo hacerlo y qué hacer si un proceso se descarrila. Pero existe una línea muy fina entre una buena planificación y exceso de la misma. Nunca he permitido que la planificación  inhiba la evolución natural de mi trabajo.

(…) Un plan es como el andamio alrededor de un edificio. Cuando trabajas en la estructura exterior, el andamiaje es vital. Pero una vez que la cáscara esté en su lugar y se empieza a trabajar en el interior, el andamiaje desaparece. Eso es lo que pienso de la planificación. Tiene que ser lo suficientemente seria y sólida para conseguir que la labor se establezca y  se oriente pero no puedo permitir que domine la labor una vez que se empieza a trabajar en las interioridades del proyecto. La verdad es que la transformación de las ideas rara vez sale de acuerdo al plan.

Esta es, para mí,  la paradoja más interesante de la creatividad: Para ser habitualmente creativo  hay que prepararse para serlo, pero una buena planificación por sí sola no hará que mis  esfuerzos sean exitosos, es sólo después de dejar de lado los planes que puedo dar vida a mis esfuerzos.

Cuando estaba haciendo “Surf en el Rio Estigia” tuve problemas para concebir el final. Yo anhelaba algo majestuoso y no lo lograba. Entonces, un día en el ensayo, lo ví. Quería que cuatro bailarines de la compañía estuvieran en la escena final con una bailarina. Cuatro hombres, una mujer. No era la manera habitual de hacerlo. Tal vez algo inusual podía ocurrir con esa combinación. Y entonces me di cuenta: ¿y sí  levantan a la bailarina lo más alto posible, manteniéndola en una posición perfecta? Si se iluminaba de manera adecuada  (es decir, de manera teatral) parecería estar flotando en el aire. ¡Ese era el final!

Fue un golpe de suerte, pero estaba dispuesta a aceptarlo  por la sencilla razón de que necesitaba un  final. En ese momento me sentí bendecida, ya que la pieza  tomó una dimensión diferente, más coherente. Desde luego, no lo había planeado de esa manera. Fue un regalo. Pero también sentí que me lo había ganado.

Tus  esfuerzos creativos nunca pueden ser trazados completamente de antemano. Hay que tener en cuenta las  repentinas alteraciones del paisaje, el cambio de plan, la chispa accidental. Y hay que aprender a verlo como un golpe de suerte más que una alteración de  un esquema perfecto. Habitualmente las personas creativas están, en palabras de E. B de White, “dispuestas a tener suerte”.

Woody Allen dijo que el ochenta por ciento de éxito en el mundo del espectáculo radica en presentarse. Lo mismo sucede con la suerte: ochenta por ciento depende de que estés allí para verla. Mis bailarines pueden estar haciendo las cosas más maravillosas en el estudio, pero si no estoy allí para ser testigo de ello, puede muy bien suceder lo mismo  que  con el proverbial árbol que cae solo en el bosque. Nunca sucedió

 

 

 

En “The creative habit. Learn it and use it for life”  Twyla Tharp. 2006, pp. 118 – 120

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