Armando Mendoza
Economista PUCP
Cuando en agosto pasado el entonces flamante ministro de Economía Valdivieso presentó su propuesta de “modulación del gasto público”, fue difícil no quedarse estupefacto: somos un país con enormes necesidades sociales insatisfechas, con graves carencias en infraestructura pública, inversión productiva, educación, salud, seguridad ciudadana, etc.; pero ahí estaba Valdivieso declarando con una tranquilidad escalofriante que para controlar la inflación había que “contener el gasto público” (es decir, recortar a lo bruto), retrasar inversiones y ajustarse el cinturón, todo en la mejor tradición del tecnócrata “Made in the FMI”. Como es natural, esa visión estrecha y sesgada del manejo fiscal –basada en cerrar el caño y ver qué pasa– fue fuertemente criticada, no solo por ser inviable política y socialmente, sino también por estar fuera de toque con la realidad económica.
Lo que ha pasado desde entonces es que la realidad se ha tomado su revancha y a Valdivieso su “modulación del gasto” le acaba de reventar en la cara, cortesía de la crisis financiera internacional. Así, el verdadero problema económico de cara al 2009 no es tanto la inflación, sino el cómo contrarrestar el impacto de la recesión mundial, que ya es inevitable. Por ello, resulta imperativo replantear el Proyecto de Presupuesto Público del próximo año, optimizando el gasto para compensar los efectos de la desaceleración económica global.
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