Raysa Robles
Equipo de Consultoría
En todo conflicto social puede identificarse diversos actores involucrados que perciben sus intereses como contrapuestos. Por un lado tenemos a la empresa que busca el desarrollo de un proyecto extractivo en una zona determinada y por otro, a la población que habita en dicho lugar. Es por ello que considero importante profundizar en las relaciones intergrupales, los estereotipos y la amenaza que perciben las comunidades en relación al desarrollo de una actividad extractiva en su territorio.
La formación de grupos sociales desde la teoría de la evolución representa una estrategia de supervivencia característica de los humanos, y requiere interdependencia cooperativa con los miembros del propio grupo. Sin embargo, la decisión de invertir recursos en el beneficio de otros, es efectiva solo en los límites del endogrupo, entendiendo como tal el grupo de personas con las que un individuo se identifica y comparte lazos de interdependencia (Hogg & Abrams, 2001). La categorización social y los límites endogrupales proveen de un mecanismo que permite la interdependencia cooperativa sin costos personales (Ashmore, Jussim & Wilder, 2001).
La categorización social acentúa la similitud entre los miembros del endogrupo e incrementa las diferencias con los grupos externos, este esquema se activa cuando las distinciones entre los grupos se hacen salientes (Hogg & Abrams, 2001; Ashmore et al., 2001). En este sentido, las comunidades se perciben como más similares y cercanos porque comparten una historia, valores, símbolos y creencias, y tienden a ver como ajenos a los representantes de las empresas que intentan establecer contacto con ellos.
Los estereotipos (esquemas mentales) negativos y los prejuicios (actitudes usualmente negativas hacia el individuo de un grupo social) se forman dentro del contexto socio-histórico en el que existen las relaciones intergrupales (Hogg & Abrams, 2001; Laher, 2008). Es así que, los miembros de una comunidad forman una percepción del grupo de representantes de la empresa basados en la historia de relaciones que ha habido entre los grupos. En ese sentido, si los contactos con el otro grupo han sido positivos se generarán interacciones más cálidas y por ende una mejor relación. Se reconoce que los estereotipos por sí solos no son una amenaza, pero sirven de base para generar expectativas hacia el grupo externo, que al ser negativas en su mayoría, conducen a prejuicios (Velasco, Verkuyten, Wessie & Poppe, 2008)
Además, en el caso de los conflictos socioambientales ambos grupos demandan el uso de un mismo recurso, como es el caso del agua, o de la tierra. La competencia intergrupal por un mismo recurso incrementa las amenazas que perciben al mantenimiento de su grupo y de su identidad, lo cual puede justificar el daño al otro grupo (Ashmore et al., 2001).
Los sentimientos de amenaza pueden ser de dos tipos: reales, es decir en base a evidencias económicas, físicas y políticas; o pueden ser amenazas simbólicas, respecto a la pérdida de sus valores, normas, creencias (Laher, 2008). Esto se evidencia en los conflictos socioambientales, ya que por un lado algunas comunidades pueden percibir una amenaza real como la contaminación ambiental y otros pueden percibir amenazas simbólicas a sus formas de vida e identidad cultural. Por el lado de la empresa, podría percibir una amenaza real en la medida que se paralice el proyecto y esto genere pérdidas económicas, y amenaza simbólica en cuanto se afecte la imagen corporativa de la empresa. Frente a estos sentimientos de amenaza los grupos buscan proteger sus intereses, por lo que los prejuicios pueden generar comportamientos discriminatorios hacia los miembros del grupo contrario (Ordinola, 2012).
Finalmente, la ansiedad intergrupal se refiere a la preocupación a ser evaluado negativamente por el grupo externo (Laher, 2008) e influye en la calidad y cantidad del contacto intergrupal (Velasco et al., 2008) que establecen los miembros de la comunidad y los representantes de la empresa.
Esto explica en cierto modo la complejidad de las relaciones entre los actores de un conflicto, lo cual se vuelve más difícil si consideramos al Estado como un tercer actor protagonista de los conflictos.
Por esta razón, medir estas variables en conjunto en el diagnóstico del conflicto puede ayudarnos a comprender la forma en que ambos grupos se perciben entre sí y a generar estrategias para mejorar el contacto intergrupal de forma que se reduzcan los estereotipos negativos hacia los grupos externos, disminuyendo las amenazas a través de una visión más sensible a la afectación que se realiza a la comunidad, no solo previniendo los aspectos reales sino también los simbólicos.
Referencias bibliográficas
Ashmore, R., Jussim, L., Wilder, D. (2001). Social identity, intergroup conflict and conflict reduction vol.3. New York: Oxford University.
Hogg, M y Abrams, D (2001). Intergroup relations: An overview. En Hogg, M & Abrams, D. (Eds.). Intergroup relations: essential readings (p.1-17). Philadelphia: Psychology Press.
Laher, H. (2008). Antagonism toward African inmigrants in Johannesburg, South Africa: An Integrated Threat Theory (ITT) approach. Psychology School of Human & Community Development.
Ordinola, M. (2012). Satisfacción con la vida, clima emocional y tendencia al conflicto en pobladores de Cajamarca. Tesis de Licenciatura en Psicología social, Pontificia Universidad Católica del Perú.
Velasco, K., Verkuyten, M., Wessie, J. & Poppe, E. (2008). Prejudice towards Muslims in The Netherlands: Testing integrated threat theory. British Journal of Social Psychology, 47, 667-685.