La “pequeña corrupción” y los procesos de negociación

Autora: Marlene Anchante Rullé

En este post trataré un tema que para algunos no es “políticamente correcto” hablar, pero que creo es importante abordar y reflexionar. Es el caso de la “pequeña corrupción” como la llama Ludwig Huber en su libro titulado Romper la Mano. Quienes tenemos alguna experiencia de campo en negociaciones con comunidades, en ocasiones hemos escuchado y en otras sido testigos de historias como estas: a) “el presidente le pagó por adelantado la construcción de la casa comunal y no hay nada”, “el asesor nos ha dicho que podemos sacarle fácil 10 millones a la empresa pero tenemos que pagarle su porcentaje”, “al final nos enteramos que un grupo de dirigentes había recibido su bono aparte”, “el abogado de la comunidad sin pertenecer a ella también apareció en la lista de comuneros afectados a ser indemnizados”, etc. Dije al inicio que abordaría un tema que no es “políticamente correcto” tratar, dado que mis ejemplos se refieren a comunidades. Dejo en claro que de ninguna forma pienso que otros actores estén libres de actos similares.

Hoy en día existe consenso con relación a la importancia de luchar contra la corrupción. Se habla mucho de la transparencia y accountability como mecanismos claves para promover la democracia y fortalecer la estabilidad política de un país. Pero ¿qué hay de la corrupción cotidiana que se da en el ciudadano común?. El libro de Huber que les recomiendo leer nos da información y reflexiones valiosas al respecto. Primero, se dice que la corrupción se denuncia tantas veces como se practica en las actividades cotidianas. Existe entonces contradictoriamente una expresión discursiva en contra de la corrupción y una práctica casi generalizada de la misma. Segundo, la corrupción se produce en determinados contextos sociales y no necesariamente en contextos legales y normativos. Por tanto, la corrupción no existe en el vacío social para entenderla hay que ubicarla en su contexto específico. Tercero, un aspecto importante que Huber encontró en su estudio de caso en Ayacucho es “la complicidad, tácita o expresa, de la población, lo que a su vez genera una cadena de comportamientos que convierte las prácticas corruptas en una conducta habitual, la que al final se ancla a la estructura social” (Huber 2008:127-128).

Quiero llamar especialmente la atención sobre esta última cuestión que ha llevado a otros autores como Waite y Allen a hablar de una “cultura de la corrupción” donde “las prácticas son consideradas como normales, simplemente porque así es”. Creo que es primordial que empecemos a hablar, discutir y reflexionar más abiertamente de la “pequeña corrupción” como la llama Huber en el contexto de negociaciones donde hay mucho dinero en juego, por ejemplo, producto de tener que compensar o indemnizar a comunidades por acuerdos de cierre de servidumbre, impactos ambientales negativos, daños, etc. Antes de pretender sugerir soluciones inmediatas es fundamental evaluar el fenómeno de la corrupción y sus implicancias en los espacios de negociación

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Referencia bibliográficas

HUBER LUDWIG (2008)
Romper la mano. Una interpretación cultural de la corrupción. Lima , IEP; Pro ética

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Comentarios

  1. Pablo Bejarano escribió:

    Buenas tardes, saludo y felicito por la apertura de este blog.
    Leí atentamente el texto de Marlene y me vinieron a la mente algunos recuerdos de las negociaciones con las comunidades, donde el gran beneficiado era el Presidente comunal y en menor escala sus comuneros, sin embargo todos estaban satisfechos, porque quizá pensaron que nunca tendrían nada de que sentirse orgullosos, como algo de bienestar. Pues la cosa debe cambiar, porque actos de este tipo se hacen repetitivos, luego normales y finalmente aceptados por la sociedad hasta hacerse parte de su cultura, como bien dice el texto.
    Podría citar la frase "la plata viene sola", que sea o no cierto que la dijo nuestro presidente, no escapa de la realidad que en esos niveles la "buena crianza" obliga dejar un reconocimiento a la autoridad, en agradecimiento por las facilidades brindadas o simplemente por no poner trabas a ciertas gestiones, como era costumbre de la burocracia en regímenes pasados.
    Quizá ahora la cosa es más democrática y ya todos podemos "romper la mano" a alguna autoridad, no se si gracias al mayor poder adquisitivo de quienes necesitan un trámite o a la cada vez más creciente inmoralidad de las autoridades o dueños del poder, lo que lamentablemente parece ser parte también del juego de la democracia.
    Los sistemas que promueven la gestión de la calidad en los procesos son una buena herramienta para brindar claridad y celeridad en los trámites, asi como controles operativos eficaces; el gran reto es ¿cómo involucrar a las comunidades dentro de un esquema de procesos con el cual se sientan identificados?, si su visión del mundo, el bienestar y de la sociedad varía mucho del que conocemos en la ciudad. ¿Debemos adecuarnos nosotros, ellos o ambos?.
    Es posible que cuando los procesos de negociación sean transparentes, de común conocimiento y con criterios de equidad entre las partes; esto nos alejará cada vez más de los vicios que promueve el poder.

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