Autora: Marlene Anchante
Hoy en día es una necesidad negociar, y hacerlo no es algo fácil para los que están involucrados, ya sea las poblaciones del entorno de los proyectos, las empresas, las instituciones del Estado y otros actores sociales. Incluso cuando se suscriben actas de acuerdo final, en la práctica ello no significa que se esté cerrando realmente una negociación. Se trata sin duda de procesos muy complejos por muchas cuestiones a considerar, como la presión de tiempo que tienen las empresas y el propio gobierno para llegar a acuerdos, la multiplicidad de agentes involucrados, el insuficiente conocimiento del mundo interno de cada agente negociador, las condiciones de pobreza de las poblaciones que les toca negociar, el equiparar las negociaciones con meros regateos de montos dinerarios, entre otros.
En mi opinión un tema clave, no solo para negociar sino para hacer relaciones comunitarias es conocer quién es el otro, vale decir las comunidades. Y en particular, conocer su mundo interno más allá de ubicarlas como parte del área de influencia directa o indirecta en muchos proyectos mineros, de hidrocarburos, entre otros proyectos de inversión. Y es aquí donde me quiero concentrar en este post, porque estoy convencida que quienes tienen el reto de llevar adelante las relaciones comunitarias y las negociaciones no conocen lo suficiente a las comunidades con las cuales les toca interactuar; y ello no solo los pone en desventaja sino los expone a ser víctima de los prejuicios y estereotipos.
Por ello, como señala Alejandro Diez uno de los antropólogos que más conoce sobre comunidades campesinas en nuestro país, se necesita tener una visión actualizada de las comunidades y de su posición en la sociedad rural, en los ámbitos regionales y en el país. De modo que, lejos de considerarlas sociedades ancestrales indígenas y detenidas en el pasado, se nos propone verlas como procesos sociales. Ello, según Diez implica mirar a las comunidades en forma dinámica, enmarcadas en un conjunto de transformaciones resultado de su existencia en un mundo complejo pero también interconectado. A la letra dice este autor “las comunidades se redefinen a sí mismas, se adaptan y como consecuencia se transforman al mismo tiempo que permanecen” (2012:10).
¿Qué procesos han enfrentado y vienen enfrentando las comunidades en los años recientes?. No creo posible que se pueda hacer relaciones comunitarias sin intentar responderse a esta pregunta. Por extensión, tampoco creo posible que las instituciones del gobierno puedan ser efectivos al dar leyes y reglamentos, por ejemplo relativas a la consulta previa o a los temas de ordenamiento territorial. Pero. ¿de qué procesos estamos hablando?. Según Diez (2012:11) un pequeño inventario de procesos que enfrentan las comunidades pasa al menos por siete procesos que enumero a continuación: a) la migración y lo que ello implica sobre los derechos de los comuneros, b) el crecimiento demográfico de las comunidades y sus implicancias en nuevos problemas de autogobierno, c) los cambios en las prácticas de consumo, y la inserción en diversos mercados como productores, trabajadores y consumidores, d) los cambios en los referentes identitarios y las consiguientes reivindicaciones ciudadanas, e) la mayor exigencia de formalización, registro y adopción de normas, reglamentos, leyes nacionales, f) la creciente presión por los recursos (tierra, agua, bosques, minería, etc.) y finalmente g) la generación de “nuevos recursos”, fruto de nuevas decisiones y derechos que pasan por la decisión colectiva. Cada uno de estos procesos tiene incidencia directa en las negociaciones empresas- comunidades, así como en la forma y fondo con que se quieren llevar a cabo las relaciones comunitarias.
Para profundizar en cada uno de estos procesos les sugiero leer un libro (que acaba de salir) titulado “Tensiones y transformaciones en comunidades campesinas” cuyo editor es precisamente Alejandro Diez, y contiene una serie de trabajos que alumn@s investigadores han realizado en comunidades localizadas en la costa de Piura, la sierra de Pasco, las alturas de Cuzco, el valle del Mantaro, la sierra de Ayacucho, entre otros. Como propone USAID aludiendo al enfoque “people to people”, las diferencias y los conflictos se refuerzan cuando uno interactúa sin conocer bien al otro, porque está basado en patrones de prejuicios.