Revivir la historia (peruana y mundial)

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Aunque abogado de profesión y experiencia laboral, lo mio, en cuanto a gustos, ha sido siempre la historia, peruana y mundial, especialmente el enfoque político y militar de los grandes acontecimientos sociales, y si queremos ser más específicos, sobre los ocurridos a partir del siglo XIX.

Sin embargo, espero en este blog también, porqué no, incorporar acontecimientos históricos, aperentemente menos relevantes dirían algunos, como por ejemplo, hechos vinculados al más popular de los deportes, el fútbol, otro asunto que también me apasiona desde muy pequeño.

Comenzaré por publicar los capítulos más interesantes de una novela que escribí hace algunos años (y que nunca me he atrevido a publicar), sobre la experiencia que viví entre 1991 y 1994 en El Salvador, cuando fui miembro de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas (ONUSAL), en dicho país. Casi un 80% por ciento de la misma se basa en hechos reales, los nombres son ficticios, los personajes no. Queda a vuestra entera observación. Muchas gracias.

El FMLN EN EL CAFÉ HAITí

 (Crónica apasionada de una experiencia vital durante el proceso de pacificación de El Salvador).                           

 


 

 

 

 

 

“no sé quienes son ustedes, ni de dónde vienen, pero lo que sí sé desde que los carros blancos empezaron a pasar por aquí, es que ya no tuve que ir  a enterrar gente todos los días”.

 

EL FMLN EN EL CAFÉ HAITÍ.

“Bueno, total, tan complicada no puede ser la cosa, en todo caso, será algo parecido a como se puso el tema en Ayacucho hace unos 8 o 9 años”.

Sentado, en un costado del Café Haití en Miraflores, mirando sin ver un partido de básquet de la NBA gringa que pasaban por TV y jugando con la última y humedecida servilleta que le quedaba tras tomarse un reparador cortado, Ignacio “Nacho” Beltrán pensaba y hablaba consigo mismo, pensaba y también esperaba. Aguardaba a alguien de quien sólo conocía la voz y esperaba asimismo que cuando lo tuviera enfrente este “alguien” no se percatara de lo nervioso que estaba.

“Qué rápido ha pasado todo esto”, se decía. Hacía apenas dos meses (era mediados de agosto de 1991) había recibido la invitación de las Naciones Unidas para sumarse a la flamante Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), como oficial jurídico. Dos meses en que tras su aceptación todo transcurría con mucha prisa. Por ejemplo, la entrevista con el Sr. Bonanno, un funcionario argentino que vino a Lima especialmente para entrevistarlo a él y a los otros 3 peruanos convocados. También la muy pesada sesión de exámenes médicos, los que incluyeron dejarse pinchar por un doctor muy anciano en un maloliente consultorio al lado del Hospital del Niño en plena Avenida Brasil, en el centro de la ciudad.

Por último, la llegada del FAX en inglés desde la sede de la organización en Nueva York, confirmando la fecha del viaje, el número de vuelo, las características del contrato, con quién contactarse al llegar, etc. En fin, al realizar cada actividad, Nacho se preguntaba, temeroso de caminar por un camino que podría no tener retorno, si esa,  que estaba tomando, era la mejor de las decisiones. Y pese a las dudas, a los recelos y al temor, el creía que sí, que la respuesta era afirmativa. Total, parecía tratarse de una misión de pacificación muy interesante con los “derechos humanos” como bandera principal.

Recordaba que su relación con las personas vinculadas al mundo de los derechos humanos venía de mucho tiempo atrás. Durante los últimos años de la secundaria en el miraflorino Colegio Champagnat de los Hermanos Maristas, había conocido al responsable de la pastoral espiritual del Colegio, un sacerdote de los Sagrados Corazones, el padre Héctor de Cárdenas SSCC, que lo invitó a unirse a su comunidad de jóvenes comprometidos, allá en la calle Ramón Zavala, cerca del último óvalo de la Av. Pardo en Miraflores. Fue en ese local donde se unió a otros muchachos de ambos sexos, también alumnos de colegios religiosos para hacer algo de promoción social y trabajo comunitario. Conoció por vez primera la realidad dura y diferente de algunas barriadas limeñas y sintió también la nueva sensación que le daba ese cosquilleo, ese aturdimiento, cuando algunas de las chicas que le gustaban le daban un poco más de atención que a los demás muchachos (o al menos, eso es lo que él creía).

Después, vino el ingreso a la Universidad Católica y casi paralelamente, el ingreso a un partido de ideario socialista, revolucionario en las siglas, pero de corte más socialcristiano que otra cosa. La militancia política versus el peso de la realidad cotidiana y las exigencias de la carrera (pues sin muchas dudas, escogió estudiar Derecho), significaron el alejamiento de la actividad partidaria mas no el romper o distanciarse del campo que lo motivaba más: el mundo por ese entonces casi ignorado en el Perú, de la atención y protección de los llamados derechos humanos.

Si bien, cuando terminó la carrera, su propia tesis de bachiller trataba sobre un trabajo académico – jurídico vinculado a dicho tema, fue el ingreso como investigador en una ONG de ámbito regional, lo que definitivamente lo instaló en el mundo de la praxis y del activismo en la lucha por promover y defender los principales derechos de todos. Un mundo formado, es cierto, por una gran mayoría de ex alumnos de la Pontificia, sociólogos, antropólogos, literatos, abogados, siempre con el sello, el  distintivo de haber salido de la PUCP..

En tal sentido su renuncia a la ONG y su paso por Madrid, para estudiar Ciencia Política (y trabajar 2 años vendiendo seguros), fue sólo un paréntesis que se cerró cuando a su regreso, volvió a vincularse laboralmente con otra entidad privada vinculada al mundo de los derechos humanos. Sabía que fue por sugerencia de su jefe en la ONG indicada, el que su nombre fuera presentado como candidato para la flamante misión que la ONU preparaba para El Salvador.

Si bien, lo suyo estaba claro que era y seguía siendo el trabajar en ese terreno, igual se preguntaba si ello justificaba una aventura aparentemente tan riesgosa como viajar para vivir en El Salvador, un país que según la información que conocía, estaba siendo desgarrado por una cruenta y larga guerra civil. Las condiciones laborales, como cualquiera puede imaginarse respecto de un trabajo de naturaleza internacional, más todavía al ser la ONU el empleador, eran seguramente de las mejores, pero ¿y la seguridad personal? No olvidaba al reflexionar sobre ello, las responsabilidades que como hijo único tenía frente a su madre, él era el único sostén de doña Carmen, flamante viuda, pues su padre, Gonzalo, acababa de fallecer en el mes de mayo. ¿Se iría dejando a su madre sola en Lima y con el peso tan reciente de una pérdida tan dura?

– Disculpe, ¿es Ud. el señor Beltrán?

Una voz grave con marcado acento, creyó él entre venezolano y mexicano, lo hizo despertar de sus cavilaciones. Enfrente y de pie junto a él, estaba un personaje de pequeña estatura y de aspecto humilde. De rostro curtido, moreno y con un bigote a la usanza de las viejas películas mexicanas.

– Si, soy yo –

– Pues, gusto en conocerlo. Soy el compañero “Roberto”, representante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, en el Perú. Tengo instrucciones de hablar con Ud. antes de su traslado a nuestro país.

Sin mucho tiempo de procesar lo que escuchaba, Nacho tuvo en pocos segundos a su curioso interlocutor sentado a su costado. Y el hombre continuó:

– Antes que Ud. me pregunte cosas, le voy a transmitir algunas ideas que serán útiles para su futuro trabajo y también para su seguridad. Créame, sabemos todo sobre Ud. sobre su experiencia y vinculación con la defensa de los derechos humanos. Su pasado como militante de izquierda. Sabemos también que es soltero y que no viajará con familia…

A estas alturas el asombro de Nacho era casi total.

– Consideramos un acierto su elección como miembro de la ONUSAL. El Frente, debe Ud. saber, es el primer interesado en llegar a un acuerdo negociado que ponga fin a la guerra de liberación nacional que venimos librando desde 1980

– El principal problema para alcanzar la paz es convencer a los sectores más duros y recalcitrantes de la extrema derecha salvadoreña, de la Fuerza Armada y los paramilitares vinculados a ésta. Se ha llegado gracias a nuestras acciones y al apoyo popular a un virtual empate militar que, muy a su pesar, estos sectores están ya reconociendo. Para garantizar que se continúe con la negociación, se ha recurrido a las Naciones Unidas, organización en la que confiamos plenamente, por su historia, capacidad e imparcialidad –

“Roberto” continuó hablando, con convicción pero sin mayor emoción, como que estuviera repitiendo un discurso bien aprendido o dicho ya anteriormente.

– En cuanto a su seguridad, desconfíe de las autoridades y de los uniformados, no olvide que ellos, si aceptan la presencia de la Misión es porque no les queda otra, que en el fondo detestan la idea que organismos extranjeros, seguramente formados por “comunistas – y ensayó una sonrisa – vengan a enmendarles la plana. En cambio, verá Ud. cómo el pueblo, y mientras más humilde lo sea con mayor razón, no sólo los va a recibir bien, sino que les dará en la medida de sus posibilidades, el  mayor de los apoyos. Nuestra gente, en el monte o en las ciudades, sabe bien de la instalación de la Misión y están debidamente aleccionados para darles toda su colaboración. Lo único que esperamos de ustedes es que digan exactamente las cosas como vean que son, que sean imparciales y que respeten en todo momento a nuestro pueblo –

Aunque se había preparado mentalmente para el momento y tenía toda una batería de preguntas por hacer y dudas que aclarar, Nacho se quedó casi sin habla cuando el representante del Frente Farabundo Martí terminó de aleccionarlo. En realidad, cayó en cuenta que el pequeño hombre de la mirada aguzada le había aclarado en breves minutos muchos de sus interrogantes.

– Bueno mi amigo, me voy. He cumplido con mi encargo. Espero que le guste mi tierra y sus “pupusas” –

Por supuesto que Nacho jamás había escuchado anteriormente este término, ¿pupusas? – pero no se atrevió a preguntar.

“Roberto” aún no había terminado: – Hace mucho, pero mucho calor, pero se acostumbrará. No se preocupe ni pierda su tiempo en buscarnos cuando llegue, que a través de su trabajo nos encontrará sea cual sea el lugar al que lo destinen y si no, ya verá, nosotros lo encontraremos. Suerte, mucha suerte –

Y sin más se levantó. Un apretón de manos frío pero cortés y Nacho que lo veía perderse a paso rápido entre los carros estacionados en la Avenida Diagonal.

(continuará).

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