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TRES ANIVERSARIOS

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  TRES ANIVERSARIOS

En noviembre de 1989, siendo ya inminente mi retorno a Lima, tras dos años y medio viviendo en Madrid, trabajo, estudios y sobre todo, un romance que dejó huella, estaban quedando atrás. Mientras realizaba los últimos trámites y terminaba de convencerme que la decisión de retornar no tenía vuelta, una serie de sucesos iban a sucederse en el mundo de esos días, de los cuales iba a ser un testigo casi presencial.

En los primeros días de ese noviembre tuve en Madrid, la inesperada visita de FIL, gran amigo de toda la vida, compañero de colegio y compañero también de mis aventuras políticas en la PUCP de finales de los setenta y comienzos de los ochenta. Chachi, como le llamamos familiares y amigos, vivía y estudiaba en el Berlín Oriental, en la denominada República Democrática Alemana (RDA), la Alemania comunista nacida bajo el calor de la guerra fría.

Chachi estaba casado con Ulrike (que en paz descanse), una fornida alemana del este y juntos pasaban por Madrid antes de regresar a Berlín, celebrando con entusiasmo el hecho, muy especial para Ulrike, de haber salido al exterior por primera vez. Y es que las amarras que ahogaban la libertad de los alemanes del este, habían, apenas unos meses atrás, empezado a resquebrajarse.

El comienzo del fin de los sistemas políticos imperantes en la Europa oriental, sometida a la tutela soviética tras la segunda guerra mundial, tuvo su punto de partida con la llegada al poder supremo de la URSS de un visionario reformista, Mijail Gorbachov, en 1985. Con gran astucia, combinada con una delicada prudencia, Gorbachov, primero en su propio país y luego en los estados satélites de Moscú, empezó el desmontaje de aquel sistema totalitario basado en el partido único y la prohibición de la disidencia.

Tras la huella dejada en Polonia por el sindicato “Solidaridad”, el 26 de junio de 1989, Hungría rompía con el Pacto de Varsovia, la alianza defensiva formada por Moscú para contrarrestar a la OTAN, y abría su frontera con occidente en el pueblo de Soprón (Austria). Empezaba a caer la llamada “Cortina de Hierro”. A esta apertura siguió el éxodo masivo de alemanes orientales hacia occidente por ese y otros pasos fronterizos que empezaron a abrirse. El veterano y ortodoxo líder de la RDA, Erich Honecker, renunció el 18 de octubre por “cuestiones de salud” y fue reemplazado por Egon Krenz, de visión un tanto más aperturista.

Ante la creciente presión de la población que reclamaba libertad y se manifestaba casi diariamente en las principales ciudades de la RDA, el buró del partido en el poder, (el Partido Socialista Unificado de Alemania- SED), tomó la decisión de permitir el cruce formal a occidente mediante la modificación de las regulaciones y los permisos existentes. Se convocó a una conferencia de prensa, a la que se invitó también a corresponsales extranjeros, la tarde del 9 de noviembre. El encargado por parte del partido en hacer los anuncios era su vocero, Günther Schabowski.

La historia nos muestra que, a veces, los grandes acontecimientos surgen o se concretan a través de hechos casuales, a veces, incluso, ridículos e impensados. Este fue el caso, Schabowski, fue a comunicar lo acordado en el SED sin haber participado en la reunión previa, por tanto, ignoraba el alcance de lo acordado. Una vez terminado de leer los cambios aprobados para las nuevas reglas, y ante una pregunta sobre desde cuando dichos anuncios entrarían en vigor, Schabowski respondió, con palabras ya célebres: “Hasta donde tengo información, los efectos son inmediatos”. Casi en el acto, los miles de berlineses que veían la conferencia por TV, marcharon en masa hacia los distintos pasos del muro con la intención de cruzar hacia el oeste.

Los guardias fronterizos, ante la enorme cantidad de gente que llegaba en oleadas, y desconociendo lo anunciado, no tuvieron otro recurso que permitir el libre tránsito tanto de salida como de regreso al Berlín Oriental. El odiado Muro y con él, la división de Alemania, llegaba a su fin. El proceso de derrumbe y caída de los regímenes totalitarios en la Europa Oriental, ya no pudo ser detenido y en el caso de Alemania, culminó con la histórica reunificación concretada el 3 de octubre de 1990.

Una anécdota que no olvido, por ello mi estrecha vinculación con el episodio en medio de este virtual cambio de era; ocurrió esa misma noche, ya en la madrugada del 10 de noviembre, mientras era un rIo humano el que cruzaba la frontera hacia el Oeste para confraternizar con familiares a quienes no veían en años, o simplemente conocer lo que les había estado prohibido, una pareja hacía silenciosamente el camino inverso, regresaban a su hogar en el plomizo y monocorde Berlín Oriental de esos años. Eran mi amigo Chachi y su esposa Ulrike.

Tres días después, el 12 de noviembre, fallecía en Madrid, la legendaria líder del Partido Comunista Español, (PCE), Dolores Ibarruri, la mítica “Pasionaria”. Con su muerte, al igual que en el caso de la caída del Muro de Berlín, se asistía al final de una era.

Pocos personajes surgidos en la tragedia española de la guerra civil, han despertado tan apasionadas y radicalmente opuestas controversias. Para unos, la “Pasionaria”, fue una heroína, el ejemplo mayor del valor de la mujer española en la lucha contra el fascismo. Para otros, una asesina fanática y despiadada, que mandaba matar a sus adversarios con la mayor sangre fría.

Dolores Ibarruri, nació y creció en un humilde hogar de mineros en las cercanías de la localidad vizcaína de Baracaldo. Fue ascendiendo en cargos en el Partido Comunista, que fue creciendo tras la caída de la monarquía a la sombra del histórico partido Socialista. Vestida de riguroso luto (de ahí el apelativo), se convirtió el alma de la resistencia del Madrid sitiado por las fuerzas franquistas en el duro invierno de 1936 – 1937. A ella se le atribuye el famoso lema “No pasarán. Madrid será la tumba del fascismo” (en una publicación de hace un par de años hecha en este blog, contamos que este verdadero grito de resistencia, se originó en la Gran Guerra (1914- 1918) y no en la Guerra Civil).

La otra cara de la moneda, la tenemos en su papel como operadora y fiel seguidora del intervencionismo dictado por Moscú en dicha contienda. Sabido es que el partido comunista español, tuvo el lamentable papel, en el conflicto civil, de, en vez de unir fuerzas con las otras organizaciones de izquierda en la lucha contra el enemigo común, se dedicó a perseguir, incluso torturar y asesinar a quienes, desde el propio bando republicano, se oponían a los dictados de Stalin y los espías soviéticos (el episodio más conocido de esta sui generis “guerra civil”, dentro de la verdadera contienda, se dio en Barcelona, en mayo de 1937).

Al término del conflicto la Pasionaria se exilió, como no podía ser de otra manera, en la URSS, hasta su retorno a España convertida ya en una venerable anciana, en mayo de 1977, tras la muerte de Franco y el regreso de la democracia. Siempre se mantuvo fiel a la ortodoxia comunista dictada desde Moscú y pagó por ello un alto precio, uno de sus hijos, Rubén Ruiz, murió combatiendo como piloto de las fuerzas soviéticas contra los nazis durante la batalla de Stalingrado en la segunda guerra mundial.

Una nota algo curiosa, que muestra el lado, al final, más humano de esta mujer, para mal o para bien, excepcional. Se dice que en sus últimos días y gracias a la amistad de una religiosa que vivía al lado de su casa en Madrid, la Pasionaria retomó la fe católica que le enseñaron sus padres, cuando niña.

Y la relación de esta muerte con mi experiencia personal, la dio el hecho que, sin poder resistir la tentación, asistí el 15 de noviembre de aquel 1989, al multitudinario entierro de la Pasionaria, caminando por las calles de Madrid, aplaudiendo y cantando la legendaria “Internacional”. Volví a sentirme igual que cuando marchaba en el campus de la PUCP a comienzos de esa misma década…

Entre la caída del Muro y la muerte de Pasionaria, aconteció un hecho que paso un tanto desapercibido en el Madrid de esos días. El 11 de noviembre, en el lejano y para mi casi desconocido país de El Salvador, en la América Central, la guerrilla representada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), iniciaba la que sería la última gran ofensiva contra las fuerzas gubernamentales, obligándolas, en la práctica, a sentarse a negociar la paz que puso fin a 10 años de terrible guerra civil.

La mañana del 16, ya a punto de tomar el avión que vía Paraguay me dejaría en Lima, los españoles se horrorizaban al leer en los principales diarios del país, que en la madrugada de ese día, un comando presuntamente militar, (hoy, por cierto, no cabe duda alguna que el crimen fue cometido por soldados del siniestro batallón “Atlacalt”, formado, entrenado y armado, por los Estados Unidos en la era Reagan), había ingresado a la residencia de la Universidad Centroamericana, “José Simeón Cañas”, a cargo de padres jesuitas, conocida como la UCA, en la capital, San Salvador, y asesinado bárbaramente a 6 religiosos, 5 de ellos nacidos en España, además de la señora que cocinaba para ellos y su hija adolescente.

No podía imaginar, que apenas un año y medio más tarde, iba a ser destacado al pequeño país, integrando una misión de paz de Naciones Unidas, nacida como fruto de los acuerdos generados justamente por efecto de aquella ofensiva.

Tampoco recordé en esos momentos, que casi un año antes, durante el Congreso Iberoamericano de Derechos Humanos llevado a cabo en Badajoz (Extremadura), había conocido a dos de las víctimas, al propio rector de la UCA, el gran filósofo y teólogo de origen vasco, Ignacio Ellacuría, y al vallisoletano, Segundo Montes.

Hoy con la perspectiva que dan los 30 años transcurridos de esa masacre, reconozco la enorme trascendencia que para mi trabajo en derechos humanos, para la revalorización de mi fe y el compromiso en los ideales que aún mantengo (felizmente), tuvo este crimen horrendo, del cual he investigado y leído cuanto a caído a mi alcance (por cierto, durante mi estancia en El Salvador, visité varias veces, el jardín, hoy cubierto de flores frescas, donde fueron ejecutados estos verdaderos mártires, que ofrendaron su vida por el pueblo que los acogió, defendiendo la verdad, la justicia y la vida).

Porque Ignacio Ellacuría SJ, Segundo Montes SJ, Ignacio Martín-Baró SJ, Amando López SJ y Juan Ramón Moreno SJ, españoles nacionalizados salvadoreños, y los naturales Joaquín López SJ, Elba Ramos y su hija de 16 años, Celina, no murieron en vano, a pesar que el caso se mantenga en la impunidad (a la fecha no se ha procesado ni detenido a ninguno de los autores intelectuales, a pesar que se sabe y desde hace tiempo, de quienes se trata). Igual que en el caso del hoy santo, el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, su sacrificio fue la semilla para la regeneración de un pueblo sufrido y humillado como tantos, pero valiente y decidido como pocos.

 

jmc

CENTENARIO DE RICARDO PALMA.

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ENTRE TAPADAS, APARICIONES, LO RELIGIOSO Y LO SATANICO, SURGIO EL ESPEJO DE LA LIMA VIRREYNAL. CENTENARIO DE LA MUERTE DE RICARDO PALMA.

Hubo entre nosotros desde mediados del siglo XIX hasta los primeros años del XX, una suerte de mago, de alquimista de la palabra escrita, llamado el “príncipe del ingenio”, don Ricardo Palma Soriano. En su ilustrada, irónica e irreverente pluma, cobraron vida conquistadores, virreyes, cortesanas, obispos, generales, héroes civiles y militares, en fin, mujeres de enjundia y poder (las “hijas de Eva”, como le gustaba llamarlas). Sus Tradiciones Peruanas, constituyen hasta hoy el retrato verídico, hecho desde adentro, al recrear la vida y obra de sus personajes, de la vida peruana y limeña en especial, desde la conquista hasta la república de comienzos del mil novecientos, pasando por la colonia y la gesta libertadora.

Hace pocas semanas, el 6 de octubre de este año, se cumplieron 100 años de la partida de Palma en su casa de Miraflores, hoy convertida en Museo (por esas coincidencias de la historia, casa situada a escasos metros de la casa, hoy museo también, del gran historiador y diplomático, don Raúl Porras Barrenechea.

Este centenario, invita a realizar un justo recordatorio y homenaje a este entrañable patriarca de nuestras letras. Ricardo Palma nació en Lima, según las versiones más autorizadas, en febrero de 1833. Hasta que se estableció como linguista, escritor y tradicionista luego de la guerra con Chile, tuvo una vida aventurera plena de acontecimientos, apasionadas lealtades políticas y viajes, muchos viajes. Fue marino mercante, periodista, poeta. Vivió en Santiago de Chile, donde hizo importantes amistades que luego le servirían para recuperar los libros robados de la Biblioteca Nacional, también visitó Europa más de una vez; se dice que estuvo al lado del secretario de guerra, José Gálvez, en la torre de la Merced, durante el combate del 2 de mayo de 1866 contra la flota española, siendo testigo del violento fin de Gálvez.

Sufrió como pocos la guerra del Pacífico, cuando la casa que había construido recientemente, por su matrimonio, fue quemada y destruida por la soldadesca chilena tras la batalla de San Juan (enero de 1881). Tras la desgracia que significó para el país dicho conflicto, y ya al frente de la renacida Biblioteca Nacional, se encargó en un largo y paciente trabajo, de recuperar buena parte de los volúmenes que el invasor había hurtado para llevárselos a Chile, por lo que se ganó el merecido mote de “el bibliotecario mendigo”

Palma, por supuesto, y como cualquier gran hombre, tuvo una vida marcada por grandes contradicciones (en eso radica la grandeza, en trascender a pesar de las contradicciones e imperfecciones de la condición humana). En el caso de su rol como director de la Biblioteca Nacional, es conocido, como se ha señalado, su enorme esfuerzo y dedicación, tras la guerra, en recuperar los cientos de ejemplares que hurtó el invasor, sin embargo, poco se conoce que Palma apoyó activamente la labor de saqueo del mando chileno, incluso clasificando los volúmenes que iban a ser trasladados a Chile (al respecto, existe el testimonio del abogado y capitán del ejército de ocupación, José Miguel Varela, quien justamente fue comisionado por el almirante Lynch para realizar esa labor) (x).

Es también conocida su rivalidad, política y podríamos decir, “profesional”, con el inmenso Manuel Gonzáles Prada, quien lo acusaba de asumir en sus historias, la visión españolizante, decadente, tradicional y clasista, hija de la colonia y de la independencia.

Pero más allá de estos desencuentros o incoherencias que podrían explicarse por el contexto que le tocó vivir, nos quedamos con el magnetismo atrapante de sus tradiciones, historias plenas de enjundia y colorido, que aprendimos a devorar desde muy niños.

Para terminar, no podemos dejar de mencionar una incompleta relación de nuestras tradiciones preferidas, las que casi conocemos de memoria:  “Los caballeros de la capa”, o la conjura de los almagristas para asesinar a Francisco Pizarro, “El peje chico”, y la desmedida codicia humana por las riquezas materiales; “Pan, queso y raspadura”, o los prolegómenos de la batalla de Ayacucho;  “El alacrán de fray Gómez”, o la naturalidad para hacer milagros del fraile mercedario; “La proeza de Benítez”, o la implacable justicia de Salaverry; “El secreto de confesión”, o la brutalidad del inflexible Rodil y claro, “Un montonero”, más que tradición, el relato recogido de versiones chilenas de los últimos momentos de Leoncio Prado en Huamachuco.

Cierro este recuerdo con el último párrafo de dicha tradición, a la que guardo especial cariño, puesto que mi abuela Rosa Alva, me la enseñó cuando muy niño:

“Ninguna idea triste nublaba su rostro, veía sin zozobra agotarse el dulce líquido, sabiendo que en el último sorbo estaba la amargura. Bebió tranquilo el último trago, tocó con energía la cuchara en el pocillo, y cuatro balas diestramente dirigidas le hicieron dormir el sueño eterno”.

 

JMC

 

 

(x). ver la obra “La muerte acampa en Chorrillos”, de Guillermo Párvex, Penguin Random House. Grupo Editorial SA, Lima, 2018.

80 años de la invasión a Polonia. La segunda guerra mundial en perspectiva.

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El mundo, conmemora (no celebra) en estos días los 80 años del inicio del conflicto armado más terrible y destructivo de la historia. Conmemoración que tiene mucho de preocupación y con la sombra de malos presagios, puesto que fue tal el impacto y las consecuencias que este generó, que hoy, 8 décadas después, sus efectos se pueden percibir en multitud de conflictos a lo largo y ancho del globo, como herencia de las transformaciones y cambios que produjo el conflicto.

El 1 de setiembre de 1939 y luego de simular un ataque a la población alemana que vivía en la ciudad de Danzig, en Polonia a orillas del Báltico (hoy, Gdansk), la Alemania nazi inició la invasión de Polonia comenzando con la ocupación de ese importante puerto (es poco conocida la heroica defensa que realizó la guarnición polaca a cargo de proteger la península de Westerplatte, el primer enfrentamiento armado de la guerra). Tras 5 semanas de fiera, pero inútil resistencia, las fuerzas polacas capitularon ante la abrumadora superioridad bélica alemana, a la que a partir del 17 de setiembre, se había unido la Unión Soviética al invadir territorio polaco desde el este (primera consecuencia del infame y mentiroso pacto de “no agresión” entre Hitler y Stalin, firmado apenas un mes antes del inicio de las hostilidades).

Pero más allá del recuento de fechas y episodios, cabe preguntarse si realmente el gran conflicto comenzó el 1 de setiembre de 1939, o si sus causas venían generándose desde mucho tiempo atrás. Soy de la opinión que las principales circunstancias que desencadenaron esta tragedia de inimaginables proporciones, pueden advertirse incluso, desde el final de la primera guerra mundial, llamada también la Gran Guerra (1914- 1918). Esto es claro respecto a la situación en la que quedó Alemania como potencia vencida y Austria, que vio desaparecer su gran imperio. Los aliados vencedores impusieron a los derrotados tan duras condiciones luego de su rendición, que, en realidad, solo incubaron en estos un irrefrenable deseo de revancha; por ello se dice que la Paz de Versalles, fue en realidad una “paz armada”.

El auge de los movimientos reivindicativos del proletariado, tanto el urbano (obreros), como el campesino y la revolución bolchevique en Rusia más su poderoso efecto de contagio, que, atenuado en los 4 años de guerra, resurgió con inusitada fuerza a comienzo de los años 20, marca el inicio del camino hacia una nueva contienda. De otro lado, Lenin y sus camaradas demostraron que si era posible instaurar un gobierno proletario que acabara con la burguesía en Europa, incluso en un país tan atrasado como Rusia. Sin embargo, tras la gran guerra, los grupos y clases dominantes de las antiguas potencias occidentales, aterrados ante la posibilidad que se implantara en sus países el socialismo bolchevique; como respuesta y reacción, crearon las condiciones para la llegada de un populismo retórico, ultra nacionalista y anti socialista radical: el fascismo.

Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, incluso Stalin en la, ya en esos momentos Unión Soviética, a pesar de detentar un régimen de signo ideológico completamente opuesto al de los dos primeros, consolidaron en los años 30, estados totalitarios, excluyentes y profundamente autoritarios. Primero, exterminaron de raíz a toda forma de oposición y luego buscaron expandir su ideología y programa más allá de sus fronteras. Por ello, la guerra civil española (1936- 1939), no solo fue un campo de pruebas y antecedente a lo que después se iba a vivir en el resto de Europa, fue principalmente la contienda entre dos sistemas político- sociales opuestos de raíz, la Unión Soviética apoyando a la República y los estados fascistas de Alemania e Italia al lado del bando nacional (los rebeldes golpistas).

No cabe duda que la ayuda de quienes más tarde conformarían el Eje, fue decisiva para el triunfo de Franco en la contienda española, triunfo que condenó a España vivir una dictadura regresiva por casi 40 años. Asimismo, pocas dudas subsisten que, en la derrota de la república, tuvo mucho que ver la débil respuesta de las grandes democracias de occidente, Inglaterra y Francia, ante el avance del fascismo. Mayor era su temor ante la posibilidad del triunfo de una república sostenida por las izquierdas, sin advertir, el peligro mayor que representaba la consolidación de los totalitarismos de derecha. Entre 1938 y 1939 se continuó cediendo, lo que le permitió a Hitler anexionar a su nuevo “Reich”, a Austria y Checoslovaquia. Por eso, estos episodios son considerados por muchos expertos e historiadores como “las primeras batallas de la segunda guerra mundial”.

De seguro, existieron otras situaciones y eventos que sirvieron de preámbulo para que, a partir del 1 de setiembre de 1939, comenzaran a sonar por 6 largos y terribles años, los cañones en Europa y Asia, los mencionados, sin embargo, pueden reconocerse fácilmente como causas inmediatas. Algunas, incluso como se ha visto, comenzaron a gestarse bastante antes de 1939. Distancia de tiempo, no obstante, en cualquier caso, menor a la vigencia de las consecuencias del conflicto, pues estas, a 74 años de su final, siguen impactando de muchas formas la marcha de la humanidad.

AGOSTO DE 1969 EN EL RECUERDO.

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La llegada de este mes de agosto del 2019, propicia el recuerdo de una sucesión de aniversarios respecto a acontecimientos históricos globales de gran relevancia en el mundo de lo político- social, la cultura, incluso el deporte. Comienza esta evocación de eventos, de los cuales hemos escogido algunos de los más representativos, ocurridos en el pasado pero que siguen dejando su impronta en el presente, con el 50 aniversario de la llegada del hombre a la luna, el 20 de julio de 1969. Han quedado grabadas en la posteridad, las frases del astronauta norteamericano, Neil Armstrong, al momento de plantar la bandera de las barras y estrellas en la superficie lunar, “se trata de un pequeño paso para el hombre, pero un paso gigante para la humanidad”.

Más allá de los numerosos cuestionamientos y las diferentes teorías que han puesto en duda la veracidad de esta hazaña, lo cierto es que, aunque el programa relativo al intento de colonizar el satélite natural de la tierra, fue suspendido al poco tiempo, la llegada del hombre a la luna fue también un hito y una manifestación, en el contexto de la llamada “Guerra Fría”, del poderío tecnológico e industrial de los Estados Unidos, así como la afirmación de su pretensión de imponer un liderazgo mundial.

Ya en agosto, el pasado 5 se cumplieron 80 años del fusilamiento en las tapias del cementerio de la Almudena en Madrid, de las llamadas “13 Rosas”, 13 jóvenes mujeres integrantes de los movimientos políticos vencidos en la guerra civil española, la que había terminado apenas 4 meses antes. En anterior publicación en este blog (ver, “Flores de la democracia”, del 10.8.2018), se ha contado en detalle la triste historia de estas heroínas, víctimas inocentes de la lucha por la libertad en España. Con ocasión de estos 80 años, y en el marco de los numerosos actos conmemorativos, en especial los realizados por el pueblo de Madrid, destaca esta vez el mensaje de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, reclamando que la memoria de estas mujeres “no se borre nunca de la historia”.

Entre el 15 y el 18 de agosto de 1969, en una localidad de la comunidad de Bethel, en el estado de Nueva York, llamado Woodstock, se realizó hace 50 años, el concierto más icónico de la historia del rock, el que identificó a toda una generación como estandarte de un poderoso impulso contracultural. Los llamados “3 días de paz, música y amor”, evento en que participaron grupos tan representativos de ese momento como “The Who”, “Crosby, Stills, Nash and Young”, “Santana”, “Creedence Clearwater” y míticos solistas como Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Joan Báez y Joe Cocker, entre otros, supusieron la más grande expresión de protesta, a través de la música, de una generación que se negaba a participar en la absurda guerra de Vietnam, que pretendía vivir en libertad y sin ataduras para romper con la visión grandilocuente de rancio patrioterismo heredado por los Estados Unidos desde la victoria en la segunda guerra mundial.

Para celebrar estos primeros 50 años, se pensó en realizar un mega concierto en el mismo lugar, sin embargo, este no pudo, por diversas razones, al final concretarse, lo cual no quita la enorme vigencia y proyección que como movimiento cultural tuvo este gran evento.

Si bien estamos ad portas de recordar el próximo primero de setiembre, 80 años del inicio del conflicto más terrible y destructivo de la historia, la segunda guerra mundial, episodio al que le dedicaremos una publicación especial en este espacio, culminamos los recuerdos que nos deja agosto, con una fecha casi sagrada para los fanáticos futboleros nacionales: el 31 de agosto de este año, se cumplirán los primeros 50 años de la hazaña de la “Bombonera”  y los goles de Oswaldo “Cachito” Ramírez, cuando una selección peruana bajo el mando del bicampeón mundial, Waldyr Pereira “Didí”, empató 2 a 2 con Argentina en Buenos Aires, en la temida cancha de Boca, la “Bombonera”, lo que significó la primera vez que el Perú accedió por méritos propios a un mundial de fútbol (México 70) y de paso, la eliminación por primera vez también, de una potencia mundial como la selección argentina en su propia cancha.

Pese a mis cortos 10 años en esos días, recuerdo como si fuera ayer, que aquel debe haber sido el primer partido de fútbol transmitido al Perú en directo vía satélite, y que, al sonar el pitazo final del árbitro chileno Rafael Hormazábal, se desató una euforia ciudadana sin precedentes, con interminables caravanas y marchas por las calles de la ciudad, la misma que, cosas de la vida, volví a vivir casi sin poderlo creer, con mi hija Valeria de 14 años el 15 de noviembre de 2017, 48 años después, cuando se consiguió luego de 36 años, volver a un mundial (1).

Lo que puede lograr el fútbol…

 

 

 

 

(1). Los héroes de la “Bombonera” aquel 31 de agosto de 1969: Luis Rubiños, Eloy Campos, Orlando La Torre, Héctor Chumpitaz, Rafael Risco, Luis Cruzado (+), Roberto Challe, Julio Baylón (+) (José Fernández), Pedro “Perico” León, Teófilo Cubillas y Oswaldo “Cachito” Ramírez.

¿Terminó la Guerra Civil el 1 de abril?

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¿TERMINO LA GUERRA EL 1 DE ABRIL?

El 1 de abril de 1939, hace exactamente hoy 80 años, miles de españoles en ambos lados, nacionales y republicanos, hastiados de una guerra fratricida que llevaba ya casi 3 años de dolor y sufrimiento extremo, escucharon a través de las ondas de Radio Nacional de España, la emisora del bando rebelde, el parte de guerra, que con los años se haría especialmente célebre, al punto que, en las escuelas de todo el país, los niños recitarían su contenido de memoria. Este decía lo siguiente:

“Cuartel General del Generalísimo.

Burgos, 1 de abril de 1939. Año de la Victoria.

En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.

El Generalísimo.

Francisco Franco Bahamonde”.

En efecto, llegaban a su fin los últimos amagos de resistencia organizada del ya vencido y desmoralizado ejército republicano. Se trataba, sin embargo, de una crónica anunciada, del destino casi inexorable que tendría que vivir la República; desde la caída de Barcelona en enero. Los acontecimientos que precedieron a la completa derrota del bando leal, venían sucediéndose rápidamente. El 5 de marzo de 1939, un día después que, lo que quedaba de la flota al servicio de la república se hubiese sublevado en Cartagena (Murcia), un militar de carrera al servicio del gobierno, el coronel Segismundo Casado, con el apoyo de miembros del partido Socialista, de elementos anarquistas y de pacifistas que sólo veían como alternativa el terminar el conflicto, dio un golpe de mano en Madrid contra el gobierno del médico Juan Negrín, quien, con el aval,  principalmente de los comunistas digitados desde Moscú, pretendían continuar con el enfrentamiento hasta sus últimas consecuencias.

Una vez que los golpistas se apoderaron de los puntos neurálgicos de Madrid, tras una breve, pero cruenta lucha callejera, (hubo cerca de 2,000 muertos), formaron un Consejo Nacional de Defensa, cuya presidencia fue encargada al prestigiado general José Miaja. El Consejo depuso al gobierno de Negrín y a sus colaboradores, y anunció negociaciones de paz con los nacionales, a fin de alcanzar una rendición favorable. Al día siguiente, Negrín y su gobierno, junto con los principales dirigentes comunistas, abandonaron España en avión para evitar ser apresados por los ahora llamados «casadistas».​

Consumado el golpe de Casado, Franco se negó a aceptar ninguna de las condiciones planteadas por quienes ahora estaban al frente de los destinos de la república, incluso no se dignó siquiera a recibir a los emisarios de Casado, quienes de rodillas, según testigos presenciales, suplicaron ante intermediarios británicos y franceses, (Francia e Inglaterra deseaban que el conflicto llegara a su fin cuanto antes, para evitar la consolidación de los intereses de la Alemania nazi y de la Italia fascista, en el régimen que iba a nacer), que Franco les concediera garantías mínimas para una rendición sin represalias. ​

Pero el futuro dictador, sólo aceptaba una «rendición total y sin condiciones”, de seguro tenía ya lista la mano brutal con la que se ensañaría con los vencidos y ahogaría al país por casi 40 años. Sólo restaba preparar la evacuación de Casado y de todo el Consejo Nacional de Defensa. Estos embarcaron con sus familias el 29 de marzo en un destructor británico que los trasladó a Marsella. Uno de los líderes del golpe, el socialista moderado e ilustre filósofo, Julián Besteiro, decidió quedarse en la capital (1). Un día antes, las tropas nacionales hacían su entrada en Madrid y rápidamente ocuparon sin lucha toda la zona centro-sur que había permanecido bajo la autoridad de la República durante toda la guerra.

El 29 de marzo habían caído Cuenca, Albacete, Ciudad Real, Jaén, Almería y Murcia; el 30, Valencia y Alicante y el 31, Cartagena. Precisamente, Alicante, vio las últimas escenas de horror de esta guerra brutal, desde el 29 de marzo, unas 15 000 personas, entre jefes militares, republicanos, combatientes y población civil, que habían huido de Madrid y de otros lugares, se apiñaron en el puerto a la espera de embarcar en algún barco británico o francés y escapar; la mayoría no lo pudo lograr, al final fueron apresados por tropas italianas al servicio del bando nacional. Un buen grupo fue ejecutado en el sitio y otro, muy numeroso también, inició el largo camino del cautiverio en los campos de concentración franquista.

Regreso al inicio del artículo, ¿terminó en verdad la guerra civil el 1 de abril de aquel 1939? Pienso que no y la historia posterior creo, lo demuestra. Lo que en verdad culminó en ese triste inicio de primavera, fue, en el mejor de los casos, el enfrentamiento armado convencional, de un bando contra otro. El fin de la guerra no trajo la paz, sólo la victoria, victoria dura y excluyente. Y esto fue así, porque el enfrentamiento, la persecución y aniquilamiento del “enemigo”, de la “antiespaña”; en suma, el ensañamiento que exhibió el bando vencedor contra los derrotados no tuvo tregua durante, al menos, los primeros 20 años del nuevo régimen. Los miles de represaliados, ejecutados, desaparecidos, torturados, presos sin sentencia y exiliados, así lo confirman.

¿Cuándo terminó en verdad la guerra civil? El 6 de diciembre de 1978, al ser juramentada la nueva constitución española en las cortes por el rey Juan Carlos, el diputado catalán, Joan Reventós, en un acto que confirmaba la especial emoción del momento, puesto en pie, exclamó: “españoles, ahora si podremos decir, por fin, la guerra ha terminado”. No resulta exagerado pese a todas las consecuencias y legados que todavía persisten de la guerra en España, pensar que si, que esta terminó efectivamente, el día que se proclamó la constitución democrática que gobierna a todos los españoles, por lo menos, a una gran mayoría.

 

 

 

(1) Julián Besteiro, filósofo y profesor universitario, socialista moderado, quien siempre se opuso al arreglo de cuentas violentas entre las dos Españas, en un acto de gran nobleza, pero a su vez, de extrema ingenuidad, pensaba que tras la guerra llegaría la paz y la magnanimidad del vencedor. Tras la ocupación de Madrid, Besteiro fue juzgado y sentenciado por un tribunal militar sin garantía alguna, a prisión perpetua, condena después atenuada a 30 años de cárcel. Anciano y ya muy enfermo, fue trasladado de prisión en prisión y murió convertido ya en un despojo físico en la cárcel de Carmona (Sevilla) en 1940. El régimen no permitió que en el entierro de sus restos lo acompañaran su viuda y familiares cercanos.

España y Barcelona. Una historia de amor y desamor.

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En estos días de fines de enero, muy calurosos para nosotros, pero muy fríos en el continente europeo, la crisis catalana generada por el independentismo, parece amenguar en España, una mirada superficial da la sensación de repliegue, pero la visión del conocedor advierte claramente que este aparente retroceso es meramente episódico, táctico, en la espera que llegue otro momento ideal para levantar las banderas, hoy un tanto replegadas, del separatismo.

Efectivamente, el actual es un calculado momento, por parte del independentismo, de medir fuerzas con el adversario, esperando otra oportunidad para, quizás, repetir el estallido generado en el otoño del 2017, cuando el “Parlament” (Parlamento) catalán proclamó la república independiente de Cataluña, en un claro desafío a la legalidad del estado español y contra la voluntad de al menos, la mitad de los catalanes. A continuación, vino la farsa y el lamentable espectáculo de la proclamación de este estado fallido, la vergonzosa huida del Sr. Puigdemont y de varios de sus compañeros de ruta, en este salto al vacío, hacia el exilio, la intervención del Estado en la autonomía catalana, en virtud del Art 155° de la Constitución, el ingreso en prisión de los principales líderes del independentismo, etc.

Sucesión de acontecimientos que pueden parecer increíbles que ocurran hoy en una democracia europea desarrollada, pero que no sorprenden, y este es el eje de este artículo, para quienes conocen algo más a fondo este problema, pues la historia nos dice que la relación entre España y Cataluña, viene siendo desde hace más de 200 años, tremendamente conflictiva y con marcados vaivenes de encuentros y desencuentros.

No es mi intención, además en este espacio no lo podría hacer, narrar esta historia y sus matices, la que se remonta a  la caída de Barcelona el 11 de setiembre de 1714 (1), ante las tropas borbónicas de Felipe V, durante la guerra de secesión española, que pasa por la proclamación de la república catalana por el líder independentista Francesc Maciá en 1931, en el comienzo de la 2da república española, la caída de Barcelona al final de la guerra civil, tomada por las tropas nacionales (el centro del presente artículo), los 40 años de represión de la dictadura franquista, la vuelta a la democracia, el Estatuto de Autonomía, y por fin, este presente no menos turbulento.

En estos días se cumplen justamente 80 años de la caída de Barcelona, de la entrada de los nacionales en la Ciudad Condal y el terrible éxodo de miles de barceloneses y catalanes hacia los campos de concentración que esperaban al otro lado de la frontera, en territorio francés. Esta breve remembranza, trata sobre este dramático episodio.

Con la derrota republicana en la larga batalla del Ebro (25 de julio16 de noviembre de 1938), el bando sublevado partió la zona republicana en dos, dejando incomunicadas a las provincias de Tarragona, Barcelona y Gerona. Cataluña quedó aislada desde entonces y con pocas expectativas de recibir ayuda y refuerzos, a pesar que entonces la capital, Barcelona, era la sede del gobierno republicano. Poco podía hacer para aliviar la presión de los nacionales y la enorme lista de bajas y deserciones que había padecido, el Ejército Popular Republicano al mando en esa circunstancias, de los generales Hernández Saravia y Rojo Lluch.

Las tropas nacionales que cercaban la región, estaban al mando del general Juan Yagüe (el temible “carnicero” de Badajoz). Tarragona cae el 14 de enero de 1939, presionando así por el sur a la propia Barcelona que sufría ya los frecuentes bombardeos de la aviación rebelde al igual que lo había padecido Madrid en 1936. Al difundirse la noticia de la caída de Tarragona, quedó expuesto nuevamente el frente republicano; entonces comenzó el pánico y el desbande, las carreteras catalanas vieron una masiva y caótica huida  de refugiados  de toda clase: autoridades, funcionarios, civiles, e incluso soldados, que marchaban desesperados hacia la frontera francesa.

A partir del 23 de enero, los miles de simpatizantes republicanos que de toda clase salían de Barcelona, empiezan también a marchar con sus familias y enseres. Se abandona la ciudad en automóviles, camiones, bicicletas o simplemente a pie, creando una gran congestión en las vías de acceso a la ciudad. Ese mismo día, los nacionales cruzan el río Llobregat y caen en su poder, Sabadell, Tarrasa y Badalona. Entre el 24 y 25 de enero, sale de noche de la ciudad el magistrado Josep Andreu, presidente del Tribunal de Casación de Cataluña, acompañado de algunas autoridades republicanas.

El helado y sombrío amanecer del 26 de enero de 1939, las tropas franquistas alcanzaban las cumbres del Tibidabo y del Montjuic, llegando al mediodía al centro de Barcelona sin apenas resistencia, sobre unas calles semi desiertas; recién entonces aparecieron algunos partidarios y “quinta columnistas” de los sublevados, tras permanecer bien ocultos durante dos años y medio.

El 3 de febrero, las tropas nacionales, que se habían detenido para descansar, tras tomar Barcelona, se hallaban a 50 kilómetros de la frontera francesa. Para entonces, cerca de 200 000 personas habían cruzado la frontera. Dos días más tarde, el gobierno francés volvió abrirla, lo que permitió que cruzaran la misma el presidente de la República, Manuel Azaña, el presidente de la Generalitat (2) Lluís Companys (3), y el antiguo “Lehendakari” (presidente vasco) José Antonio Aguirre. El 8 caía Figueras y el presidente del gobierno Juan Negrín, cruzaba también la frontera, abierta por última vez en mucho tiempo. Esa noche, las tropas franquistas ya habían alcanzado todos los pasos fronterizos y llegaban a los Pirineos.

La caída de Barcelona y la virtual rendición de Cataluña, supuso el principio del fin de la 2da república española y, por ende, de la guerra civil. Apenas dos meses más tarde, Madrid se rendía ente los nacionales y la guerra, al menos la formal y abierta, llegaba a su fin, no así los numerosos conflictos encubiertos y aún no resueltos del complejo mapa político y social español. Lo que se vive hoy entre España y Cataluña es un claro ejemplo de ello.

 

 

 

(1). El 11 de setiembre de cada año, los catalanes, en especial los independentistas, celebran esa fecha como Día Nacional de Cataluña (festividad llamada la “Diada”, en catalán). Por cierto, que este sector de la sociedad catalana ha manipulado y tergiversado a su favor la historia y el significado de dicha celebración.

 

(2). Gobierno autonómico catalán.

 

(3). Lluis Companys i Jover, histórico líder republicano nacionalista catalán, presidente de la Generalitat durante la guerra civil. Se exilió en Francia al final del conflicto; en setiembre de 1940 la policía secreta franquista, con ayuda de la Gestapo, lo secuestra en el interior de la Francia ocupada. Juzgado sumariamente sin ninguna garantía por jueces militares franquistas, fue fusilado en el castillo de Montjuic, el 15 de octubre de dicho año. Su muerte es sentida, incluso hasta la fecha, como una afrenta y humillación a Cataluña y es uno de los principales hechos que buscan justificar la lucha independentista.

EL FLORECIMIENTO DE UNA ROSA (CENTENARIO )

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EL FLORECIMIENTO DE UNA ROSA (CENTENARIO )

El florecimiento de una Rosa.

Ayer, 15 de enero, se recordó- y se conmemoró- en Berlín y otras ciudades de Alemania, el cruel asesinato de la célebre revolucionaria feminista, Rosa Luxemburgo. Aniversario que nos convoca a reflexionar- justamente en estos difíciles momentos de lucha por el empoderamiento de los derechos de las mujeres y de la lucha contra la corrupción en el Perú y en Latinoamérica – sobre el legado de esta mujer, pequeña en estatura, pero grande en su compromiso por la libertad e igualdad.

Rozalia Luxemburg, su verdadero nombre, nació en marzo de 1871, en el poblado de Zamosc, hoy territorio polaco, entonces parte del imperio ruso, en el seno de una familia de clase media de origen judío. Autodidacta, tal vez la conciencia de vivir en un país ocupado por una potencia extranjera, la llevó asumir una clara conciencia de luchar primero por la liberación de su pueblo y después, por la emancipación de las mujeres y en general, por la gran masa de desposeídos que conformaba entonces el proletariado europeo.

A los 28 años (1899), se estableció en Berlín y con el tiempo adquirió la nacionalidad alemana.  Se afilió y luego fue dirigente del naciente Partido Social Demócrata Alemán, (SPD), por considerarlo fiel intérprete del marxismo original, en la búsqueda de un camino propio al socialismo. Destacó rápidamente como redactora en periódicos partidarios y como gran oradora.

Al estallar la Gran Guerra (1914- 1918), Rosa, ferviente pacifista- consideraba que las guerras internacionales eran un asunto de las clases dominantes y capitalistas de cada país – se opuso con todas sus fuerzas al ingreso de Alemania en el conflicto (1). Desengañada ante el abierto apoyo que su partido prestó al Kaiser y al reclutamiento de obreros y campesinos para el Ejército en campaña, Rosa se apartó del SPD ante lo que consideraba una traición a la causa proletaria. Los años de guerra, los pasó en gran medida en la cárcel o en la clandestinidad, perseguida por el régimen. Al recuperar su libertad fundó con otro desengañado ex miembro del partido, Karl Liebknecht, el ala radical del SPD, el Partido Social Demócrata Independiente, antecesor de los que sería en el futuro el partido Comunista alemán.

En noviembre de 1918, el káiser Wilhelm (Guillermo) abdicó y se exilió. Los soldados y marineros de amotinaron en las principales ciudades alemanas y el país tuvo que capitular. La guerra había terminado, pero se generó una gran movilización social de las masas populares contra el régimen, soldados, marineros y proletarios unidos. Algunos radicales como el propio Liebknecht creyeron que había llegado la hora de la esperada revolución social, Rosa Luxemburgo, más prudente, consideraba que no estaban dadas las condiciones de una revuelta violenta, pero apoyó las movilizaciones y la lucha en las calles. Nació en este ambiente la llamada República de Weimar.

Los antiguos camaradas de Luxemburgo y de Liebknecht, ahora en el poder, no vacilaron en reprimir ferozmente a los revolucionarios, llamados ahora “espartaquistas”. El 15 de enero de 1919, ambos fueron detenidos, Liebknetch, ejecutado sumariamente esa misma noche en el patio de un cuartel. Suerte más terrible le esperaba a Rosa, humillada, vejada y torturada, le partieron el cráneo con la culata de un fusil, exánime, la llevaron en un auto a las márgenes del Rio Spree, en el Canal de Landwehr, la metieron en un saco y la lanzaron al rio, aún hoy se debate si se encontraba o no con vida en ese momento.

En estos días se han colocado cientos de arreglos florales en el lugar, donde existe una placa y recordatorios de su sacrificio. Empero, el mayor homenaje a su memoria, será seguir su ejemplo y continuar su enseñanza. No creía en la violencia ni en el autoritarismo para conseguir la libertad de los pueblos, creía en la humanidad – mujeres y hombres – como motores de su propia redención y emancipación.

  • Al otro lado de la frontera, el histórico líder socialista francés Jean Jaurés, fundador del diario L’ Humanité, terco opositor a la guerra por las mismas razones que Luxemburgo, fue también asesinado días antes del inicio del conflicto por un fanático nacionalista.

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FLORES DE LA DEMOCRACIA

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Hace poco más de un año, publiqué en este blog una modesta reflexión sobre el rol, que lamentablemente más como víctima, le correspondió jugar a la mujer española durante la guerra fratricida iniciada formalmente el 18 de julio de 1936. Escogí, por cierto arbitrariamente, la historia de cuatro valientes y decidas mujeres, todas ellas víctimas del odio y la insania del respectivo bando, enemigo de sus ideas y su modo de vida. Sin embargo, creo necesario incorporar una historia más, aprovechando que hace apenas unos días (5 de agosto), se cumplieron 79 años de la ejecución de las llamadas por la historia y sobre todo por el entrañable recuerdo popular, “Las Trece Rosas”.

¿Quiénes fueron las 13 rosas?, fue el nombre que muchos años después de su cruel muerte, se dio a un grupo de trece jóvenes, la mayoría integrantes de las juventudes socialistas y comunistas de la república, apresadas y luego ejecutadas en los primeros meses transcurridos desde la finalización de la guerra civil, es decir, cuando la república había sido ya finalmente vencida.

Su historia es en la actualidad, bastante conocida; tras el fin de la contienda y la ocupación de Madrid por las tropas nacionales en abril de 1939, los sobrevivientes miembros de los partidos de izquierda que sostuvieron por 3 años la bandera de la república, pasaron a la clandestinidad, en el empeño de organizarse nuevamente bajo condiciones en extremo difíciles, cuando la persecución y represión franquista estaba en su apogeo. Este esfuerzo duró muy poco tiempo, por cuanto el encargado de organizar y agrupar a los dispersos, José Pena Brea, de solo 21 años, y miembro de la Juventud Socialista Unificada (JSU), fue detenido mediante delación y obligado, bajo tortura, a identificar a los demás integrantes de la naciente organización, tanto hombres como mujeres.

Entre abril y mayo de ese año se detuvo a unos 400 jóvenes de ambos sexos, en el caso de las mujeres, la mayoría luego de ser torturadas fueron derivadas a la madrileña presión de Ventas, donde fueron confinadas sin cargos, bajo extremas condiciones de reclusión. La situación de los detenidos empeoró dramáticamente, cuando el 27 de julio de 1939, fue asesinado en la carretera de Extremadura, a la salida de la capital, el comandante Isaac Gabaldón, importante integrante de los servicios de inteligencia franquista, especializado en la infiltración y delación de los grupos de resistencia. En el atentado murieron también el chofer del militar y una hija de este.

El crimen, impactó sobremanera en el naciente régimen autoritario que se había impuesto a sangre y fuego en España, el gobierno lo tomó como un inesperado desafió a su poder, además, cometido por quienes se creía completamente derrotados. Poco importó que desde las primeras investigaciones se advirtiera que el ataque había sido cometido por ex milicianos socialistas, que huían de Madrid; (1), el régimen advirtió sobre una “nueva y temible conspiración comunista” orquestada desde la clandestinidad. Se decidió entonces aplicar un castigo ejemplar que sirviera de escarmiento y también de advertencia.

El 4 de agosto se celebró en Madrid, un primer consejo de guerra sumarísimo contra 67 detenidos, de los cuales fueron condenados a muerte 65 personas, todos ellos miembros de las JSU, siendo fusiladas al día siguiente 63, ninguna de las cuales había tenido nada que ver con el atentado. El 7 de agosto, dos días más tarde, se fusiló también a un número indeterminado de hombres condenados en otro juicio similar; pocos días después se condenó a muerte a 21 jóvenes más.

Entre los primeros 63 ejecutados el 5 de agosto contra las tapias del cementerio de la Almudena en Madrid, estaban trece jóvenes mujeres, las protagonistas de nuestra historia, la hoy conocidas como las Trece Rosas. Nueve de ellas eran menores de edad (tres de sólo 18 años), pues en ese tiempo la mayoría de edad estaba establecida en los 21 años, todas se encontraban en prisión con mucha anterioridad al atentado contra el comandante Gabaldón.

  • Las 13 Rosas, fueron: Carmen Barrero Aguado (20 años, modista, militante del Partido Comunista Español (PCE), Martina Barroso García (24 años, modista, integrante de las JSU), Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). Dejó un hijo pequeño. Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista, militante del PCE), Julia Conesa Conesa (19 años, modista, afiliada a las JSU), suya es la famosa frase pronunciada momentos antes de le ejecución: “Que mi nombre no se borre en la historia“, Adelina García Casillas (19 años, activista de las JSU), Elena Gil Olaya (20 años, activista de las JSU), Virtudes González García (18 años, modista, integrante de las JSU), Ana López Gallego (21 años, modista, militante de las JSU), Joaquina López Laffite (23 años, administrativa, era la secretaria del Comité Provincial clandestino de las JSU), Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista, afiliada al PCE), Victoria Muñoz García (18 años, activista de las JSU), Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años, sastra, afiliada a las JSU).

Este vulgar asesinato, no pasó empero desapercibido a pesar del velo de censura que el régimen se había encargado de tejer a su alrededor. En Francia, por ejemplo, se supo del crimen a los pocos días y una ola de protesta se alzó contra Franco y su camarilla, no obstante, fue recién en los años setenta con la muerte del dictador y la vuelta de la democracia, que el caso de las “Trece Rosas” cobró enorme fama, hasta convertirse hoy en símbolo de la lucha de las mujeres por la democracia y el cambio social.

Cada 5 de agosto, colectivos vinculados al PCE, movimientos feministas y el pueblo de Madrid en general, rinden homenaje a estas mujeres en el cementerio de la Almudena, lugar de su ejecución, frente a la Placa conmemorativa instalada durante el 70 aniversario del asesinato (5 de agosto del 2009), en donde figuran los nombres y apellidos de estas nobles víctimas. De seguro, el próximo año, al cumplirse el 80 aniversario del suceso, veremos actos y conmemoraciones aún más impactantes.

Decía que una de las víctimas, Blanca Brisac, dejó un hijo pequeño, Enrique, entonces un niño de 10 años. La familia de Blanca, que curiosamente era de derechas y muy católica, recibió la carta que ella escribió a su hijo la misma madrugada del día en que sería fusilada. Recién 16 años después, esta llegaría a manos de Enrique, la carta aún se conserva como un tesoro por la familia.

Esta dramática despedida, no sólo es un ejemplo del más puro amor filial, es también, pese a lo terrible del momento, la luz de esperanza que deposita una inocente mujer en el futuro, a través del camino que le señala al hijo, en ese joven que deberá crecer sin odios, ni resentimientos, perdonando inclusive a quienes lo dejaron huérfano a tan corta edad (su padre, Enrique García, esposo de Blanca, fue fusilado el mismo día, en el mismo lugar). Las palabras finales de la carta, un testamento de amor en toda regla:

“Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento… pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad”

 

 

(1). Recientes investigaciones sobre el atentado contra Gabaldón, sugieren que los autores intelectuales del mismo, fueron, en realidad, miembros del propio aparato represivo franquista, temerosos que este revelara los nombres de relacionados, en el pasado, con la república, los partidos de izquierda o la masonería.

MANUEL GONZALEZ PRADA: CONCIENCIA VIVA

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Ayer, 22 de julio, se cumplieron 100 años de la desaparición física de uno de los más grandes pensadores, intelectuales y teóricos revolucionarios de nuestra historia: don Manuel Gonzáles Prada. Extraña coincidencia, este aniversario se cumple justo en momentos en que el país atraviesa una de sus crisis estructurales más críticas y profundas, al punto, que creemos, está en juego su viabilidad como nación. La presentación pública, a la vista de todo el país, de infames actos de corrupción que demuestran el grado de envilecimiento al que han llegado instituciones esenciales de la república, como el Poder Judicial o el Congreso, hacen más oportuno que nunca el tomar nota de esta coincidencia, puesto que la indignada palabra del gran maestro, tan áspera y dura para describir la podredumbre de su época, cobra nuevamente toda su fuerza al aplicarla a la hora actual.

Este artículo no tiene la intención de describir y detallar la biografía de nuestro personaje, sin embargo, es necesario señalar algunas notas puntuales sobre su vida. Nació en Lima como José Manuel de los Reyes González de Prada y Álvarez de Ulloa, el 5 de enero de 1844, en el seno de una familia aristocrática, de noble origen hispano. Sin dudas, fue la figura más discutida e influyente en las letras y la política nacional en el último tercio del siglo XIX. Como ensayista es considerado uno de los mejores y más influyentes prosistas de fines de dicho siglo. Destacan sus feroces críticas sociales y políticas sobre la nación y la sociedad peruanas, tendencia que se acentuaría después de la Guerra del Pacífico, una de las mayores catástrofes de nuestra historia republicana.

Ejerció como Director de la Biblioteca Nacional del Perú en dos períodos (1912-1914 y 1915-1918). Cuando en 1912 asumió la dirección de esta institución, lo hizo en reemplazo del renunciante, su acérrimo rival en el mundo intelectual y literario, Ricardo Palma. Al producirse el golpe de estado de febrero de 1914, en un gesto que pinta de cuerpo entero su sobria y majestuosa dignidad, se encaminó a palacio de gobierno, dejando su carta de renuncia en la misma mesa de partes de la casa de Pizarro.

En el plano literario se le considera el más alto exponente del realismo peruano, así como por sus innovaciones poéticas se le denominó precursor del Modernismo Americano. Como prosista, es recordado principalmente por “Pájinas libres (1894) y “Horas de lucha” (1908), ensayos donde muestra una creciente radicalización de sus planteamientos y la defensa de todas las libertades, incluidas la de culto (abierto defensor de la educación laica, y de la no intromisión de la Iglesia en el control y manejo de la cosa pública), conciencia y pensamiento.

Falleció súbitamente en su casa de Barranco, el 22 de julio de 1918. Su influencia en el mundo político y social, fue creciendo desde su muerte y aún hoy, como vemos en estos días, su afilado verbo y punzante oratoria tiene mucho que decirnos a los peruanos, pues nuestros viejos males continúan, (con otras formas y otras caras), siendo prácticamente los mismos que él dejó. Se le considera un auténtico precursor de todas las ideologías y propuestas de cambio social que nacieron en el país durante el siglo XX, desde el anarquismo hasta el aprismo. Por ello, ejerció enorme influencia sobre ideólogos y líderes políticos diversos, como Víctor Raúl Haya de la Torre, o José Carlos Mariátegui.

Entrando en materia, González Prada, señala como la causa principal de nuestra amarga derrota ante Chile en la guerra del pacífico, no lo que llama, “la ferocidad araucana”, sino la envilecida y decadente estructura política que gobernaba el país, en donde casi todas las iniciativas públicas obedecían únicamente al interés individual de los gobernantes de turno, (¿no parece familiar este cuadro?), situación que propició el ingreso y desarrollo de la corrupción a todo nivel. Por ello, ya en su célebre “Discurso del Politeama” (1888), plantea el eterno problema de si el Perú existe o no como nación.

Demuestra que el culto por lo hispano, la añoranza de la Madre Patria, caracterizaba al grupo criollo hegemónico que al  mismo tiempo, acrecentaba su desprecio por lo indígena, manteniendo a esta raza, mayoritaria por lo demás en el país, en un estado de permanente exclusión y discriminación. Afirmaba que jamás llegó a existir rasgo alguno de identidad colectiva que definiera a los peruanos como nación. Sobre esta retrógrada y carcomida estructura se encuentran variadas y contundentes afirmaciones del gran ideólogo. Aquí algunas de ellas:

“Nuetra forma de gobierno se reduce a una gran mentira, porque no merece llamarse república democrática un estado en que deos o tres millones de individuos viven fuera de la ley”

 “Nada corrompe ni malea tanto como el ejercicio de la autoridad, por momentánea y reducida que esta sea”

  “Aquí no vivimos como hermanos, a la sombra del mismo techo, respirando el mismo ambiente y amando las mismas cosas, sino disputándonos un rayo de sol, como gitanos en feria, tratando de engañarnos sórdidamente como tahúres en mesa de garito, odiándonos interiormente con el rencor implacable de oprimidos y opresores…”.

“Que tenemos?, en el gobierno, manoteadas inconscientes o remedos de movimientos libres, en el poder judicial, vanalidades y prevaricatos, en el congreso, riñas grotescas sin arranques de valor y discusiones soporíferas sin chispa de elocuencia, en el pueblo, carencia de fe, porque ninguna se cree ya. En resumen, hoy el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota la pus”.

No solamente hace incapié en la corrupción y en el envilecimiento en las altas esferas del poder, también señala como esta convive también, con funcionarios situados em los más bajos escalafones del mismo, respecto a situaciones cotidianas que afectan a la gente común y corriente. Veamos:

“El agente de policía, el funcionario conocido en Lima con el apodo de “cachaco”, representa el último eslabón de la ominosa cadena formada por ministros de gobierno, el prefecto, el subprefecto, el comisario, el inspector. Sin embargo, nadie más abusivo, más altanero ni más inexorable que el “cachaco”: hormiga con presunciones de elefante. Sigue por ley: bajar ante el superior, altivez con el inferior. Todo humildad ante la gran dama y el gran señor, todo soberbia ante la tímida chola, el pobre negro y el infeliz chino”.

Sin embargo, a pesar de la contundencia de su crítica, del tono a veces apocalíptico de esta, exhibió siempre cuotas de fé y de esperanza, en que los mismos peruanos puedan revertir esta situación, regenerar y salvar al país. Y encarga esa tarea a las nuevas generaciones, a los jóvenes:

“En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletérea, hoy sus frutos de sabor amargo, Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutos nuevos…Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”.

Sea pues motivo, esta conmemoración de los 100 años de la partida de uno de nuestros más grandes y auténticos pensadores, un aliciente más, en esta difícil hora por la que vive el país, que efectivamente, las nuevas generaciones puedan salvar al Perú y lo encaminen por la senda del progreso y del crecimiento, pero un crecimiento basado en la libertad, la justicia y la igualdad.

La mujer, como víctima.

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El próximo domingo 14, se celebra entre nosotros, segundo domingo de mayo, el llamado Día de la Madre; en España, a diferencia nuestra, esta celebración está programada para el primer domingo de mayo, es decir, se celebró el pasado 7. Más allá de la lamentable apropiación comercial del significado de esta fecha, sin duda, que el papel de madre representa uno de los roles más significativos y nobles que puede caber desempeñar a cualquier mujer. Como homenaje a las madres y a las mujeres en general, en el Perú y España, va el siguiente artículo.

La mujer española, alcanzo, sin dudas, una elevadísima cuota de sufrimiento en el conflicto civil. Miles de mujeres, en ambas zonas, quedaron encargadas de la subsistencia de sus familias ante la partida del esposo o compañero a los frentes de lucha, en la mayoría de las situaciones sin contar con los medios y recursos más elementales para garantizar aquella. En otros casos, cientos de miles en verdad, como madres, esposas, hijas o hermanas de los caídos en combate, de los que desaparecieron tras los frentes de lucha y jamás regresaron, de los asesinados y ejecutados en las retaguardias, quedaron con los suyos en situaciones de patético abandono, condenadas a la miseria y al hambre.

Sin embargo, hubo casos en el conflicto, en que la mujer fue seleccionada como víctima directamente por razones relacionadas con su opción política, o por sus costumbres y modo de vida. En la zonas que iban siendo “liberadas” por las fuerzas golpistas, no solo se persiguió a las mujeres izquierdistas, anarquistas libertarias o sindicalistas, también a precursoras del actual movimiento feminista, quienes habían osado romper con los patrones de conducta estereotipados y programados para la mujer en España desde tiempos inmemoriales y que se desviaban del “comportamiento correcto” a los ojos del más rancio tradicionalismo hispano, cubierto con el manto de una caduca moral religiosa.

En cambio, en la llamada “zona roja”, en mucho menor proporción, cabe decirlo, las mujeres víctimas del odio popular azuzado por los  horrores del conflicto, fueron por lo general monjas y religiosas laicas comprometidas con el ideario y la praxis de la Iglesia Católica.

Dentro de la larga lista de casos individuales que muestran esta realidad, hemos escogido 4 relevantes y conocidos episodios de mujeres represaliadas, tres ocurridos en la zona nacional y una en la zona que se mantuvo fiel a la república. Sus terribles historias merecen ser difundidas entre nosotros.

Victoria Diez Bustos de Molina (Sevilla, 1903), fue una maestra laica católica, una de las primeras educadoras en unirse a la Institución Teresiana, movimiento católico fundado por la el padre Pedro  Póveda en los años veinte (1). Con 25 años de edad, en 1928, fue nombrada profesora de primaria en el pueblo de Hornachuelos en la provincia de Córdoba. Trabajó sin descanso innovando métodos modernos en la enseñanza a los niños, ganándose el respeto de todo el pueblo. Colaboró tanto con los ayuntamientos de derecha, como con los de izquierda, llegando a ser secretaria de la Junta de Enseñanza local.

(1). La Institución Teresiana tiene muchos años de presencia entre nosotros, el conocido colegio “Isabel Flores de Oliva”, conocido como CIFO, pertenece a esta congregación.

Al producirse el alzamiento militar el 18 de julio de 1936, el pueblo permaneció fiel a la república. Si bien fue detenida junto al párroco y miembros visibles de la iglesia local, considerada reaccionaria y partidaria de los golpistas, fue posteriormente liberada y se toleró su actividad como maestra. Sin embargo, a mediados de agosto, columnas de anarquistas entraron en Hornachuelos, huyendo del avance de las tropas moras del ejército de África y de la salvaje represión que practicaban en cada ciudad y pueblo que caía en sus manos.

Con sed de venganza, ante las atrocidades que habían presenciado en otros lugares, estos hombres detuvieron nuevamente a Victoria el 11 de agosto, y la encerraron en la Casa del Pueblo local. A pesar de las gestiones de diferentes personas, incluso republicanas, para que fuese liberada, no se logró el objetivo.

En la madrugada del día siguiente, 12 de agosto, la maestra fue conducida junto con 17 hombres a las afueras del pueblo, hacia una antigua y abandonada mina, llamada Del Rincón, donde fueron sometidos a una parodia de “juicio popular”, condenados a muerte y ejecutados, siendo Victoria la última en caer luego de presenciar el fusilamiento de sus compañeros de infortunio. Tenía 33 años.

Victoria Diez, fue beatificada por el papa Juan  Pablo II en 1993.

Agustina González Blanco, “La zapatera” (Granada, 1891), fue artista, escritora y, para su época, desafiante activista de los derechos de la mujer, muy conocida en la ciudad de Granada. Autodidacta, se le considera precursora del feminismo en Andalucía. Desafiaba, sin temor,  las normas impuestas por la costumbre en una ciudad ultraconservadora como Granada, se mantuvo soltera a pesar de “ser mayor”, usaba pantalones y se atrevía ir sola a bares y cantinas de la ciudad. Incluso fundó un movimiento, el Partido Entero-Humanista, con el que participó en las elecciones generales de 1933; aunque sacó una cantidad de votos irrisoria, quedó “marcada” por la intolerante derecha local.

Frecuentó y fue amiga de destacados personajes del progresismo granadino, como el filósofo Fernando de los Ríos, el célebre músico Manuel de Falla y el poeta Federico García Lorca (se dice que inspiró al gran poeta la obra, “La zapatera prodigiosa). El apodo que la hizo conocida, provenía del hecho de tener su casa y despacho sobre una zapatería propiedad de su padre.

No se conoce con exactitud los pormenores y su posterior asesinato a manos de los rebeldes sublevados en aquel 18 de julio. Como cualquier persona “señalada” como enemiga de la “España eterna”, fue detenida, encarcelada y posteriormente ejecutada, sin juicio previo, a mediados de octubre de ese año en el barranco de Víznar, en la ruta Granada- Alfacar, lugar predilecto de los rebeldes para “pasear” a sus víctimas. Curiosa coincidencia, murió fusilada a los 45 años, en el mismo lugar donde dos meses antes había caído Federico García Lorca.

En la actualidad existe un manto de silencio y olvido sobre la vida y la muerte de este singular personaje.

Juana Capdeveille Sanmartín (Madrid, 1905), intelectual de izquierda, militante socialista y feminista adelantada a su época. Estudio y se graduó en Filosofía en la universidad central de Madrid,  con especialización en educación y bibliotecología. Al casarse a inicios de 1936 con el abogado socialista gallego, Francisco Pérez Carballo, se trasladó a vivir a la Coruña. En las elecciones de febrero, La Coruña fue la única localidad importante de Galicia en donde triunfó el Frente Popular, como consecuencia, su marido fue elegido gobernador civil de la provincia.

Producido el golpe militar, los facciosos tomaron el control de la ciudad prácticamente sin resistencia. Pérez Carballo y otras autoridades fueron detenidos en el acto. Antes de ser arrestado, tuvo la precaución de esconder a su mujer, que ya presentaba en esos momentos un avanzado estado de embarazo, en el domicilio de un amigo. Sin juicio previo ni nada parecido, Francisco Pérez Carballo fue ejecutado en la madrugada del 24 de julio por orden del nuevo Delegado de Orden Público de La Coruña, el sanguinario teniente coronel de la Guardia Civil, Florentino González Vallés.

Juana, quien llegó a enterarse del horrible fin de su marido, prefirió esconderse en la vecina provincia de Lugo al saberse “marcada” por los rebeldes, sin embargo, fue delatada y entregada a la falange local, quienes y también por órdenes de González Vallés, la ejecutaron el 18 de agosto en Rábade, un paraje de la provincia de Lugo. Su cadáver encontrado al día siguiente presentaba signos de tortura y se comprobó que había sufrido un aborto provocado. Tenía solo 31 años. Su muerte no tiene explicación solo por el hecho de haber sido la esposa y compañera de un dirigente socialista, fue también la manifestación del odio y recelo que su intelecto y modo de vida como mujer libre, despertaba en la cerril y clerical extrema derecha local.

Juana Capdeveille, es considerada hoy patrona de las bibliotecas en España y la facultad de bibliotecología en la principal universidad de La Coruña, lleva su nombre.

Amparo Barayón Miguel (Zamora, 1904), destacada activista anarquista, feminista, libertaria y también brillante pianista. Creció y estudió en su ciudad natal, Zamora, una de las sociedades más conservadoras de Castilla, causando escozor y temor por su comportamiento libre y sus ideas de avanzada. Se casó con el famoso escritor anarquista también, Ramón J. Sender, con el que tuvo dos hijos, Ramón, nacido en 1934 y Andrea, a principios de 1936.

La pareja vacacionaba en Segovia, cuando se enteraron del golpe militar contra la república, creyendo que estarían más seguros, Sender envió a su esposa e hijos a Zamora, mientras él se trasladó a Madrid para unirse como miliciano en la defensa de la capital. No se volverían a ver más. Aunque en un primer momento, Amparo pasó desapercibida ante los facciosos quienes habían tomado el control de la ciudad y la provincia en breve tiempo, fue descubierta cuando a mediados de agosto, encaró personalmente al nuevo gobernador civil, el fascista comandante de la Guardia Civil, Raimundo Hernández Comes.

El motivo de la protesta fue la arbitraria detención de Antonio Barayón, hermano de Amparo y acusado de “espía” de la Unión Soviética. (Antonio sería ejecutado al día siguiente de su detención). Detenida, fue llevada e internada con su menor hija en la cárcel de la ciudad, junto con otras mujeres republicanas, Amparo vivió una auténtica pesadilla en la prisión, por las terribles condiciones de vida y los continuos maltratos. El 10 de octubre, un carcelero le quitó a la pequeña Andrea, de solo 7 meses; ante su protesta, le dijo: “vosotras, las mujeres rojas, no tienen derecho a amamantar a sus hijos”. La madrugada del 11, junto a otras 3 mujeres, fue sacada de la prisión, llevada al cementerio de la ciudad y ejecutada. Tenía 32 años.

Su marido, el escritor Ramón Sender, sobrevivió a la guerra, se exilió y volvió a España, ya anciano, a la muerte de Franco. Mantuvo un comprensible silencio sobre los hechos que terminaron en la muerte de su mujer, no así sus hijos, especialmente Ramón Jr, quien en 1982, publicó una famosa obra (“Muerte en Zamora”), en donde se reivindica y se enaltece la vida y muerte de su madre, Amparo Barayón, símbolo de la lucha de las mujeres por alcanzar un espacio propio y la plena independencia.