Buscando las huellas del poeta.

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Resulta poco menos que increíble que a 80 años de la muerte del más grande poeta español de todos los tiempos, cuya influencia en el mundo de las letras universales puede ceder el paso solo ante Cervantes y su Quijote, aún no se haya podido encontrar sus restos,

enterrados clandestinamente en alguna fosa común en los extrarradios de su Granada natal.

Al no conocerse con exactitud el lugar donde descansa el cuerpo de Federico García Lorca, tampoco se sabe a ciencia cierta si la trágica madrugada en la que salió del Gobierno Civil en Granada, acompañado por una escuadra de matarifes de ocasión para ser llevado al lugar de su ejecución, fue la del 17, 18 o 19 de agosto de aquel terrible verano de 1936.

Hoy 18 de agosto, 80 años después, queremos recordar al gran poeta nacido andaluz, hoy universal, quien sabe la víctima más ilustre de esa carnicería sin tregua que fue la Guerra Civil española.

García Lorca se encontraba en Madrid cuando se sucedieron los asesinatos del teniente Castillo de la Guardia de Asalto y del diputado monárquico Calvo Sotelo, ante la conmoción social generada por estos crímenes y los rumores sobre un inminente golpe militar, decidió adelantar sus vacaciones estivales, regresando a la casa paterna en Granada. Sabía que por sus ideas de avanzada, su abierto apoyo a la república y sobre todo por su, por entonces ya conocida homosexualidad, estaba en la lista “negra” de las fuerzas fascistas, monárquicos, integristas católicos y militares que añoraban la grandeza del Cid en una España “una y eterna”. En su ciudad natal estaría además bajo la compañía y protección de sus padres, hermanas y en especial de su cuñado, Manuel Fernández Montesinos, médico de profesión y alcalde socialista de la ciudad.

Bajo los frondosos sauces que le sirvieron muchas veces de inspiración, se encontraba el poeta en su casa familiar de la Huerta de San Vicente (hoy Casa Museo García Lorca), cuando se produce el levantamiento militar del 18 de julio, que como reguero de pólvora se extendió rápidamente por toda la península. En Granada la situación se definió recién el 21 y 22 de julio. Los militares insurrectos y los civiles que los apoyaban se aprovecharon de las dudas y vacilaciones del general Miguel Campins, comandante militar de la plaza, leal a la república pero hombre indeciso y temeroso, para tomar el poder y los principales edificios públicos de la ciudad. Tras aplastar literalmente a cañonazos la tibia resistencia obrera del barrio del Albaicín, completaron el control total de la situación.

De inmediato el reino del terror se extendió por toda la ciudad y la provincia, se detenía, generalmente por las noches, a toda persona de la que sospechara su filiación republicana, de ser miembro de algún partido del Frente Popular, o simplemente opositor al levantamiento. En una semana, la cárcel principal de la ciudad estaba ya abarrotada con más de 4 000 detenidos. Desde el 1 de agosto, en muchos casos sin juicio y en otros con remedos de proceso, empezaron las ejecuciones sumarias, las primeras semanas ante las tapias del cementerio de San José, donde se fusilaba en grupos y de madrugada. Así cayó el 16 de agosto, por ejemplo, el alcalde Fernández Montesinos, cuñado del poeta.

García Lorca, sabedor de que se le buscaba y ante la detención de su cuñado, decidió pedir asilo en la casa de un buen amigo, el también poeta, aunque de ideas de extrema derecha, Luis Rosales; pensó que se encontraría a buen resguardo en la casa de un conocido falangista, decidido colaborador del alzamiento. Pero lo cierto es que en la tarde del 16 de agosto, sin saber seguro que esa misma madrugada su hermana Concha se había convertido en viuda, fue arrestado por una partida de falangistas comandada por el siniestro Ramón Ruiz Alonso, miembro de la CEDA granadina (Confederación Española de Derechas Autónomas).

A partir de su detención, se pierde el conocimiento del derrotero exacto que llevaría al poeta a la muerte. A pesar de las gestiones de los Rosales por liberarlo, la noche del 17 o la del 18, fue llevado a la “Colmena”, un lúgubre lugar situado a las afueras de la ciudad, en el camino de Alfacar, cerca de la localidad de Víznar. En la madrugada del 18 o del 19, en compañía de un maestro de escuela republicano y de dos banderilleros anarquistas, Federico García Lorca fue ejecutado en algún paraje situado al pie de la carretera que lleva al pueblo mencionado.

Conforme fueron avanzando los días, el cuerpo del poeta quedó sepultado a su vez por cientos de otras víctimas que diariamente caían en las cunetas de ese camino. Cuando a fines de noviembre, las autoridades golpistas creían haber aplastado toda oposición en la provincia y “pacificado” la región, se calcula que más de 5 000 personas habían sido sumariamente ejecutadas en los alrededores de la capital, sin contar a los caídos en el cementerio de San José.

Durante el resto del conflicto y específicamente en los casi 40 años de dictadura franquista, el asesinato de Lorca fue un tema tabú sobre el que no se podía hablar en esa España oscurantista, secuestrada por el miedo. Ello a pesar que algunos hispanistas anglosajones como Gerald Brenan en los años 40 e Ian Gibson a fines de los sesenta, empezaron a investigar por su cuenta sobre lo sucedido con el gran poeta. Es solo a partir del fin de la dictadura y el retornó del país a la vida democrática, cuando con libertad se pudo hablar y escribir sobre la represión granadina en el inicio de la guerra civil y sobre la suerte corrida por el autor del “Romancero Gitano”, en este empeño, sin duda, la obra de Gibson ha sido fundamental. Sin embargo, siempre subsistieron las dudas sobre el lugar exacto donde descansan los restos del poeta.

A la fecha, se han realizado en medio de fuertes polémicas (se sabe que los descendientes de los toreros Arcollas y Galadí, y del maestro de Pulianas, Dióscoro Galindo, ejecutados junto a Lorca, están a favor de encontrar e inhumar los restos, pero que la familia del poeta se opone terminantemente), hasta tres búsquedas de los restos en zonas aledañas a Viznar y la sierra de Alfacar, sin resultados positivos. Se anuncia con el permiso del ayuntamiento granadino, una nueva búsqueda para este setiembre, sin embargo, creemos firmemente que más allá del resultado de la nueva búsqueda, la herencia y el legado de Federico García Lorca no depende ya, felizmente, de la aparición de sus restos mortales. Hace mucho tiempo ya que esta herencia no tiene punto final. Es y será singularmente eterna.

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