La “Modelo” y su negra historia.

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Recuerdo muy bien cuando en el otoño de 1987 iniciaba mis clases en el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Complutense de Madrid, y tomaba el bus que me llevaba al campus universitario en una esquina de la calle de La Princesa, quedar impresionado ante la vista de un gran edificio que se levantaba en la esquina opuesta; era el cuartel general de la Fuerza Aérea española, institución castrense denominada en estas tierras, “Ejército del Aire”. Después supe que la edificación había sido levantada durante el franquismo sobre los restos de una antigua prisión, de siniestra recordación en el conflicto español, conocida como la cárcel “Modelo”.

El nombre de esta cárcel ha quedado asociada a terribles episodios ocurridos en aquel 1936, año que pretendemos recordar con sucesos como el que relatamos a continuación, 80 años después de acontecido.

Consolidado en Madrid a fines de julio el triunfo de las fuerzas del Frente Popular y la victoria del pueblo en armas tras aplastar a los golpistas, militares y civiles de derecha sublevados, muy pronto las principales prisiones de la capital se vieron abarrotadas de centenares de presos políticos: mandos militares y de las organizaciones políticas de derecha, miembros del clero, hacendados y empresarios, y en general de todo aquel que se sospechara que hubiese respaldado el movimiento golpista.

Mientras el gobierno y sus principales líderes se ocupaban por organizar la defensa de Madrid en las afueras y zonas vecinas a la capital ante el avance de las fuerzas nacionales, el problema de la seguridad interior en la ciudad quedó en manos de militantes comunistas, anarquistas y socialistas de mando medio, muy radicalizados, que no tardaron en crear un clima de terror y de zozobra en la Villa del Oso y del Madroño. Así comenzaron los temidos “paseos” en las madrugadas, en idéntica forma a lo que ocurría, al mismo tiempo, en la zona nacional.

A mediados de agosto se supo en Madrid la caída de la ciudad de Badajoz, en Extremadura, en manos de los golpistas y sobre todo, de la terrible represión que siguió a la toma de la ciudad a cargo de las tropas moras del ejército español de África, además, corrió el rumor (que como sabemos era desgraciadamente cierto), de la desaparición y posterior  asesinato del poeta Federico García Lorca en Granada. Las incontroladas masas de milicianos, dueños de la calle, decidieron tomar venganza asesinando a los presos políticos.

La noche del 22 de agosto de 1936, se inició en el leñero de la Modelo un incendio de proporciones; aunque se sospecha que fue originado ex profeso por las propias autoridades del penal, nunca se descubrió a los verdaderos autores. Una multitud de enardecidos milicianos se agolpó en las puertas de la cárcel y momentos después del ingreso de una partida de bomberos, unos 200 anarquistas y socialistas, aprovecharon la oportunidad e ingresaron a la prisión, ante la pasividad e impotencia de los funcionarios de la misma. De inmediato se dirigieron a las oficinas administrativas donde, en poder de las listas de presos, seleccionaron a unos 30 connotados hombres de derecha o estrechamente vinculados con el alzamiento del 18 de julio.

Entre ellos se encontraban el anciano Melquiades Alvarez (ex presidente del Congreso de los Diputados y conservador moderado), Manuel Rico Avello (ex ministro y antiguo alto comisario de España en Marruecos), Ramón Alvarez – Valdez (ex ministro de Justicia), Julio Ruiz de Alda (cofundador de Falange en 1933 y famoso pionero de la aviación en España), Fernando Primo de Rivera (hermano del fundador de Falange), el diputado y líder fascista, José María Albiñana y los generales Rafael Villegas Montesinos (jefe teórico de la rebelión militar en Madrid) y Osvaldo Capaz Montes (conocido militar “africanista”). Sin más trámite, durante la noche y madrugada del 23, estas personas fueron sacadas de sus celdas, llevadas al sótano y ejecutadas a mansalva.

Cuando las impotentes autoridades republicanas retomaron el control de la prisión, se encontraron con este terrible cuadro, cuyos detalles empezaron a conocerse de inmediato entre la población madrileña. La publicación de las fotografías de los ejecutados, primero en la zona republicana, luego en países vecinos, como Francia o Gran Bretaña, causó hondo impacto y un sentimiento de horror en la opinión pública internacional.

Para los historiadores y especialistas de la guerra civil, no cabe duda que los asesinatos de agosto en la Modelo y las posteriores “sacas” de presos en noviembre del mismo año en esa y otras cárceles madrileñas (episodio que también, en su momento, compartiremos en este espacio), restaron imagen y credibilidad a la causa republicana en el exterior  y fue un factor  decisivo para que varias potencias democráticas negaran el apoyo que, desesperadamente, necesitaba la república en esos momentos.

Se cuenta que al enterarse del asesinato de Melquiades Alvarez, ilustre víctima de esta masacre, el presidente de la república, Manuel Azaña, exclamó: “¿Cómo, Melquiades Alvarez también?, no puede ser. ¡ Señores, la guerra está perdida¡.”

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