En estos días de fines de enero, muy calurosos para nosotros, pero muy fríos en el continente europeo, la crisis catalana generada por el independentismo, parece amenguar en España, una mirada superficial da la sensación de repliegue, pero la visión del conocedor advierte claramente que este aparente retroceso es meramente episódico, táctico, en la espera que llegue otro momento ideal para levantar las banderas, hoy un tanto replegadas, del separatismo.
Efectivamente, el actual es un calculado momento, por parte del independentismo, de medir fuerzas con el adversario, esperando otra oportunidad para, quizás, repetir el estallido generado en el otoño del 2017, cuando el “Parlament” (Parlamento) catalán proclamó la república independiente de Cataluña, en un claro desafío a la legalidad del estado español y contra la voluntad de al menos, la mitad de los catalanes. A continuación, vino la farsa y el lamentable espectáculo de la proclamación de este estado fallido, la vergonzosa huida del Sr. Puigdemont y de varios de sus compañeros de ruta, en este salto al vacío, hacia el exilio, la intervención del Estado en la autonomía catalana, en virtud del Art 155° de la Constitución, el ingreso en prisión de los principales líderes del independentismo, etc.
Sucesión de acontecimientos que pueden parecer increíbles que ocurran hoy en una democracia europea desarrollada, pero que no sorprenden, y este es el eje de este artículo, para quienes conocen algo más a fondo este problema, pues la historia nos dice que la relación entre España y Cataluña, viene siendo desde hace más de 200 años, tremendamente conflictiva y con marcados vaivenes de encuentros y desencuentros.
No es mi intención, además en este espacio no lo podría hacer, narrar esta historia y sus matices, la que se remonta a la caída de Barcelona el 11 de setiembre de 1714 (1), ante las tropas borbónicas de Felipe V, durante la guerra de secesión española, que pasa por la proclamación de la república catalana por el líder independentista Francesc Maciá en 1931, en el comienzo de la 2da república española, la caída de Barcelona al final de la guerra civil, tomada por las tropas nacionales (el centro del presente artículo), los 40 años de represión de la dictadura franquista, la vuelta a la democracia, el Estatuto de Autonomía, y por fin, este presente no menos turbulento.
En estos días se cumplen justamente 80 años de la caída de Barcelona, de la entrada de los nacionales en la Ciudad Condal y el terrible éxodo de miles de barceloneses y catalanes hacia los campos de concentración que esperaban al otro lado de la frontera, en territorio francés. Esta breve remembranza, trata sobre este dramático episodio.
Con la derrota republicana en la larga batalla del Ebro (25 de julio –16 de noviembre de 1938), el bando sublevado partió la zona republicana en dos, dejando incomunicadas a las provincias de Tarragona, Barcelona y Gerona. Cataluña quedó aislada desde entonces y con pocas expectativas de recibir ayuda y refuerzos, a pesar que entonces la capital, Barcelona, era la sede del gobierno republicano. Poco podía hacer para aliviar la presión de los nacionales y la enorme lista de bajas y deserciones que había padecido, el Ejército Popular Republicano al mando en esa circunstancias, de los generales Hernández Saravia y Rojo Lluch.
Las tropas nacionales que cercaban la región, estaban al mando del general Juan Yagüe (el temible “carnicero” de Badajoz). Tarragona cae el 14 de enero de 1939, presionando así por el sur a la propia Barcelona que sufría ya los frecuentes bombardeos de la aviación rebelde al igual que lo había padecido Madrid en 1936. Al difundirse la noticia de la caída de Tarragona, quedó expuesto nuevamente el frente republicano; entonces comenzó el pánico y el desbande, las carreteras catalanas vieron una masiva y caótica huida de refugiados de toda clase: autoridades, funcionarios, civiles, e incluso soldados, que marchaban desesperados hacia la frontera francesa.
A partir del 23 de enero, los miles de simpatizantes republicanos que de toda clase salían de Barcelona, empiezan también a marchar con sus familias y enseres. Se abandona la ciudad en automóviles, camiones, bicicletas o simplemente a pie, creando una gran congestión en las vías de acceso a la ciudad. Ese mismo día, los nacionales cruzan el río Llobregat y caen en su poder, Sabadell, Tarrasa y Badalona. Entre el 24 y 25 de enero, sale de noche de la ciudad el magistrado Josep Andreu, presidente del Tribunal de Casación de Cataluña, acompañado de algunas autoridades republicanas.
El helado y sombrío amanecer del 26 de enero de 1939, las tropas franquistas alcanzaban las cumbres del Tibidabo y del Montjuic, llegando al mediodía al centro de Barcelona sin apenas resistencia, sobre unas calles semi desiertas; recién entonces aparecieron algunos partidarios y “quinta columnistas” de los sublevados, tras permanecer bien ocultos durante dos años y medio.
El 3 de febrero, las tropas nacionales, que se habían detenido para descansar, tras tomar Barcelona, se hallaban a 50 kilómetros de la frontera francesa. Para entonces, cerca de 200 000 personas habían cruzado la frontera. Dos días más tarde, el gobierno francés volvió abrirla, lo que permitió que cruzaran la misma el presidente de la República, Manuel Azaña, el presidente de la Generalitat (2) Lluís Companys (3), y el antiguo “Lehendakari” (presidente vasco) José Antonio Aguirre. El 8 caía Figueras y el presidente del gobierno Juan Negrín, cruzaba también la frontera, abierta por última vez en mucho tiempo. Esa noche, las tropas franquistas ya habían alcanzado todos los pasos fronterizos y llegaban a los Pirineos.
La caída de Barcelona y la virtual rendición de Cataluña, supuso el principio del fin de la 2da república española y, por ende, de la guerra civil. Apenas dos meses más tarde, Madrid se rendía ente los nacionales y la guerra, al menos la formal y abierta, llegaba a su fin, no así los numerosos conflictos encubiertos y aún no resueltos del complejo mapa político y social español. Lo que se vive hoy entre España y Cataluña es un claro ejemplo de ello.
(1). El 11 de setiembre de cada año, los catalanes, en especial los independentistas, celebran esa fecha como Día Nacional de Cataluña (festividad llamada la “Diada”, en catalán). Por cierto, que este sector de la sociedad catalana ha manipulado y tergiversado a su favor la historia y el significado de dicha celebración.
(2). Gobierno autonómico catalán.
(3). Lluis Companys i Jover, histórico líder republicano nacionalista catalán, presidente de la Generalitat durante la guerra civil. Se exilió en Francia al final del conflicto; en setiembre de 1940 la policía secreta franquista, con ayuda de la Gestapo, lo secuestra en el interior de la Francia ocupada. Juzgado sumariamente sin ninguna garantía por jueces militares franquistas, fue fusilado en el castillo de Montjuic, el 15 de octubre de dicho año. Su muerte es sentida, incluso hasta la fecha, como una afrenta y humillación a Cataluña y es uno de los principales hechos que buscan justificar la lucha independentista.