¿TERMINO LA GUERRA EL 1 DE ABRIL?
El 1 de abril de 1939, hace exactamente hoy 80 años, miles de españoles en ambos lados, nacionales y republicanos, hastiados de una guerra fratricida que llevaba ya casi 3 años de dolor y sufrimiento extremo, escucharon a través de las ondas de Radio Nacional de España, la emisora del bando rebelde, el parte de guerra, que con los años se haría especialmente célebre, al punto que, en las escuelas de todo el país, los niños recitarían su contenido de memoria. Este decía lo siguiente:
“Cuartel General del Generalísimo.
Burgos, 1 de abril de 1939. Año de la Victoria.
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.
El Generalísimo.
Francisco Franco Bahamonde”.
En efecto, llegaban a su fin los últimos amagos de resistencia organizada del ya vencido y desmoralizado ejército republicano. Se trataba, sin embargo, de una crónica anunciada, del destino casi inexorable que tendría que vivir la República; desde la caída de Barcelona en enero. Los acontecimientos que precedieron a la completa derrota del bando leal, venían sucediéndose rápidamente. El 5 de marzo de 1939, un día después que, lo que quedaba de la flota al servicio de la república se hubiese sublevado en Cartagena (Murcia), un militar de carrera al servicio del gobierno, el coronel Segismundo Casado, con el apoyo de miembros del partido Socialista, de elementos anarquistas y de pacifistas que sólo veían como alternativa el terminar el conflicto, dio un golpe de mano en Madrid contra el gobierno del médico Juan Negrín, quien, con el aval, principalmente de los comunistas digitados desde Moscú, pretendían continuar con el enfrentamiento hasta sus últimas consecuencias.
Una vez que los golpistas se apoderaron de los puntos neurálgicos de Madrid, tras una breve, pero cruenta lucha callejera, (hubo cerca de 2,000 muertos), formaron un Consejo Nacional de Defensa, cuya presidencia fue encargada al prestigiado general José Miaja. El Consejo depuso al gobierno de Negrín y a sus colaboradores, y anunció negociaciones de paz con los nacionales, a fin de alcanzar una rendición favorable. Al día siguiente, Negrín y su gobierno, junto con los principales dirigentes comunistas, abandonaron España en avión para evitar ser apresados por los ahora llamados «casadistas».
Consumado el golpe de Casado, Franco se negó a aceptar ninguna de las condiciones planteadas por quienes ahora estaban al frente de los destinos de la república, incluso no se dignó siquiera a recibir a los emisarios de Casado, quienes de rodillas, según testigos presenciales, suplicaron ante intermediarios británicos y franceses, (Francia e Inglaterra deseaban que el conflicto llegara a su fin cuanto antes, para evitar la consolidación de los intereses de la Alemania nazi y de la Italia fascista, en el régimen que iba a nacer), que Franco les concediera garantías mínimas para una rendición sin represalias.
Pero el futuro dictador, sólo aceptaba una «rendición total y sin condiciones”, de seguro tenía ya lista la mano brutal con la que se ensañaría con los vencidos y ahogaría al país por casi 40 años. Sólo restaba preparar la evacuación de Casado y de todo el Consejo Nacional de Defensa. Estos embarcaron con sus familias el 29 de marzo en un destructor británico que los trasladó a Marsella. Uno de los líderes del golpe, el socialista moderado e ilustre filósofo, Julián Besteiro, decidió quedarse en la capital (1). Un día antes, las tropas nacionales hacían su entrada en Madrid y rápidamente ocuparon sin lucha toda la zona centro-sur que había permanecido bajo la autoridad de la República durante toda la guerra.
El 29 de marzo habían caído Cuenca, Albacete, Ciudad Real, Jaén, Almería y Murcia; el 30, Valencia y Alicante y el 31, Cartagena. Precisamente, Alicante, vio las últimas escenas de horror de esta guerra brutal, desde el 29 de marzo, unas 15 000 personas, entre jefes militares, republicanos, combatientes y población civil, que habían huido de Madrid y de otros lugares, se apiñaron en el puerto a la espera de embarcar en algún barco británico o francés y escapar; la mayoría no lo pudo lograr, al final fueron apresados por tropas italianas al servicio del bando nacional. Un buen grupo fue ejecutado en el sitio y otro, muy numeroso también, inició el largo camino del cautiverio en los campos de concentración franquista.
Regreso al inicio del artículo, ¿terminó en verdad la guerra civil el 1 de abril de aquel 1939? Pienso que no y la historia posterior creo, lo demuestra. Lo que en verdad culminó en ese triste inicio de primavera, fue, en el mejor de los casos, el enfrentamiento armado convencional, de un bando contra otro. El fin de la guerra no trajo la paz, sólo la victoria, victoria dura y excluyente. Y esto fue así, porque el enfrentamiento, la persecución y aniquilamiento del “enemigo”, de la “antiespaña”; en suma, el ensañamiento que exhibió el bando vencedor contra los derrotados no tuvo tregua durante, al menos, los primeros 20 años del nuevo régimen. Los miles de represaliados, ejecutados, desaparecidos, torturados, presos sin sentencia y exiliados, así lo confirman.
¿Cuándo terminó en verdad la guerra civil? El 6 de diciembre de 1978, al ser juramentada la nueva constitución española en las cortes por el rey Juan Carlos, el diputado catalán, Joan Reventós, en un acto que confirmaba la especial emoción del momento, puesto en pie, exclamó: “españoles, ahora si podremos decir, por fin, la guerra ha terminado”. No resulta exagerado pese a todas las consecuencias y legados que todavía persisten de la guerra en España, pensar que si, que esta terminó efectivamente, el día que se proclamó la constitución democrática que gobierna a todos los españoles, por lo menos, a una gran mayoría.
(1) Julián Besteiro, filósofo y profesor universitario, socialista moderado, quien siempre se opuso al arreglo de cuentas violentas entre las dos Españas, en un acto de gran nobleza, pero a su vez, de extrema ingenuidad, pensaba que tras la guerra llegaría la paz y la magnanimidad del vencedor. Tras la ocupación de Madrid, Besteiro fue juzgado y sentenciado por un tribunal militar sin garantía alguna, a prisión perpetua, condena después atenuada a 30 años de cárcel. Anciano y ya muy enfermo, fue trasladado de prisión en prisión y murió convertido ya en un despojo físico en la cárcel de Carmona (Sevilla) en 1940. El régimen no permitió que en el entierro de sus restos lo acompañaran su viuda y familiares cercanos.