El próximo domingo 14, se celebra entre nosotros, segundo domingo de mayo, el llamado Día de la Madre; en España, a diferencia nuestra, esta celebración está programada para el primer domingo de mayo, es decir, se celebró el pasado 7. Más allá de la lamentable apropiación comercial del significado de esta fecha, sin duda, que el papel de madre representa uno de los roles más significativos y nobles que puede caber desempeñar a cualquier mujer. Como homenaje a las madres y a las mujeres en general, en el Perú y España, va el siguiente artículo.
La mujer española, alcanzo, sin dudas, una elevadísima cuota de sufrimiento en el conflicto civil. Miles de mujeres, en ambas zonas, quedaron encargadas de la subsistencia de sus familias ante la partida del esposo o compañero a los frentes de lucha, en la mayoría de las situaciones sin contar con los medios y recursos más elementales para garantizar aquella. En otros casos, cientos de miles en verdad, como madres, esposas, hijas o hermanas de los caídos en combate, de los que desaparecieron tras los frentes de lucha y jamás regresaron, de los asesinados y ejecutados en las retaguardias, quedaron con los suyos en situaciones de patético abandono, condenadas a la miseria y al hambre.
Sin embargo, hubo casos en el conflicto, en que la mujer fue seleccionada como víctima directamente por razones relacionadas con su opción política, o por sus costumbres y modo de vida. En la zonas que iban siendo “liberadas” por las fuerzas golpistas, no solo se persiguió a las mujeres izquierdistas, anarquistas libertarias o sindicalistas, también a precursoras del actual movimiento feminista, quienes habían osado romper con los patrones de conducta estereotipados y programados para la mujer en España desde tiempos inmemoriales y que se desviaban del “comportamiento correcto” a los ojos del más rancio tradicionalismo hispano, cubierto con el manto de una caduca moral religiosa.
En cambio, en la llamada “zona roja”, en mucho menor proporción, cabe decirlo, las mujeres víctimas del odio popular azuzado por los horrores del conflicto, fueron por lo general monjas y religiosas laicas comprometidas con el ideario y la praxis de la Iglesia Católica.
Dentro de la larga lista de casos individuales que muestran esta realidad, hemos escogido 4 relevantes y conocidos episodios de mujeres represaliadas, tres ocurridos en la zona nacional y una en la zona que se mantuvo fiel a la república. Sus terribles historias merecen ser difundidas entre nosotros.
Victoria Diez Bustos de Molina (Sevilla, 1903), fue una maestra laica católica, una de las primeras educadoras en unirse a la Institución Teresiana, movimiento católico fundado por la el padre Pedro Póveda en los años veinte (1). Con 25 años de edad, en 1928, fue nombrada profesora de primaria en el pueblo de Hornachuelos en la provincia de Córdoba. Trabajó sin descanso innovando métodos modernos en la enseñanza a los niños, ganándose el respeto de todo el pueblo. Colaboró tanto con los ayuntamientos de derecha, como con los de izquierda, llegando a ser secretaria de la Junta de Enseñanza local.
(1). La Institución Teresiana tiene muchos años de presencia entre nosotros, el conocido colegio “Isabel Flores de Oliva”, conocido como CIFO, pertenece a esta congregación.
Al producirse el alzamiento militar el 18 de julio de 1936, el pueblo permaneció fiel a la república. Si bien fue detenida junto al párroco y miembros visibles de la iglesia local, considerada reaccionaria y partidaria de los golpistas, fue posteriormente liberada y se toleró su actividad como maestra. Sin embargo, a mediados de agosto, columnas de anarquistas entraron en Hornachuelos, huyendo del avance de las tropas moras del ejército de África y de la salvaje represión que practicaban en cada ciudad y pueblo que caía en sus manos.
Con sed de venganza, ante las atrocidades que habían presenciado en otros lugares, estos hombres detuvieron nuevamente a Victoria el 11 de agosto, y la encerraron en la Casa del Pueblo local. A pesar de las gestiones de diferentes personas, incluso republicanas, para que fuese liberada, no se logró el objetivo.
En la madrugada del día siguiente, 12 de agosto, la maestra fue conducida junto con 17 hombres a las afueras del pueblo, hacia una antigua y abandonada mina, llamada Del Rincón, donde fueron sometidos a una parodia de “juicio popular”, condenados a muerte y ejecutados, siendo Victoria la última en caer luego de presenciar el fusilamiento de sus compañeros de infortunio. Tenía 33 años.
Victoria Diez, fue beatificada por el papa Juan Pablo II en 1993.
Agustina González Blanco, “La zapatera” (Granada, 1891), fue artista, escritora y, para su época, desafiante activista de los derechos de la mujer, muy conocida en la ciudad de Granada. Autodidacta, se le considera precursora del feminismo en Andalucía. Desafiaba, sin temor, las normas impuestas por la costumbre en una ciudad ultraconservadora como Granada, se mantuvo soltera a pesar de “ser mayor”, usaba pantalones y se atrevía ir sola a bares y cantinas de la ciudad. Incluso fundó un movimiento, el Partido Entero-Humanista, con el que participó en las elecciones generales de 1933; aunque sacó una cantidad de votos irrisoria, quedó “marcada” por la intolerante derecha local.
Frecuentó y fue amiga de destacados personajes del progresismo granadino, como el filósofo Fernando de los Ríos, el célebre músico Manuel de Falla y el poeta Federico García Lorca (se dice que inspiró al gran poeta la obra, “La zapatera prodigiosa). El apodo que la hizo conocida, provenía del hecho de tener su casa y despacho sobre una zapatería propiedad de su padre.
No se conoce con exactitud los pormenores y su posterior asesinato a manos de los rebeldes sublevados en aquel 18 de julio. Como cualquier persona “señalada” como enemiga de la “España eterna”, fue detenida, encarcelada y posteriormente ejecutada, sin juicio previo, a mediados de octubre de ese año en el barranco de Víznar, en la ruta Granada- Alfacar, lugar predilecto de los rebeldes para “pasear” a sus víctimas. Curiosa coincidencia, murió fusilada a los 45 años, en el mismo lugar donde dos meses antes había caído Federico García Lorca.
En la actualidad existe un manto de silencio y olvido sobre la vida y la muerte de este singular personaje.
Juana Capdeveille Sanmartín (Madrid, 1905), intelectual de izquierda, militante socialista y feminista adelantada a su época. Estudio y se graduó en Filosofía en la universidad central de Madrid, con especialización en educación y bibliotecología. Al casarse a inicios de 1936 con el abogado socialista gallego, Francisco Pérez Carballo, se trasladó a vivir a la Coruña. En las elecciones de febrero, La Coruña fue la única localidad importante de Galicia en donde triunfó el Frente Popular, como consecuencia, su marido fue elegido gobernador civil de la provincia.
Producido el golpe militar, los facciosos tomaron el control de la ciudad prácticamente sin resistencia. Pérez Carballo y otras autoridades fueron detenidos en el acto. Antes de ser arrestado, tuvo la precaución de esconder a su mujer, que ya presentaba en esos momentos un avanzado estado de embarazo, en el domicilio de un amigo. Sin juicio previo ni nada parecido, Francisco Pérez Carballo fue ejecutado en la madrugada del 24 de julio por orden del nuevo Delegado de Orden Público de La Coruña, el sanguinario teniente coronel de la Guardia Civil, Florentino González Vallés.
Juana, quien llegó a enterarse del horrible fin de su marido, prefirió esconderse en la vecina provincia de Lugo al saberse “marcada” por los rebeldes, sin embargo, fue delatada y entregada a la falange local, quienes y también por órdenes de González Vallés, la ejecutaron el 18 de agosto en Rábade, un paraje de la provincia de Lugo. Su cadáver encontrado al día siguiente presentaba signos de tortura y se comprobó que había sufrido un aborto provocado. Tenía solo 31 años. Su muerte no tiene explicación solo por el hecho de haber sido la esposa y compañera de un dirigente socialista, fue también la manifestación del odio y recelo que su intelecto y modo de vida como mujer libre, despertaba en la cerril y clerical extrema derecha local.
Juana Capdeveille, es considerada hoy patrona de las bibliotecas en España y la facultad de bibliotecología en la principal universidad de La Coruña, lleva su nombre.
Amparo Barayón Miguel (Zamora, 1904), destacada activista anarquista, feminista, libertaria y también brillante pianista. Creció y estudió en su ciudad natal, Zamora, una de las sociedades más conservadoras de Castilla, causando escozor y temor por su comportamiento libre y sus ideas de avanzada. Se casó con el famoso escritor anarquista también, Ramón J. Sender, con el que tuvo dos hijos, Ramón, nacido en 1934 y Andrea, a principios de 1936.
La pareja vacacionaba en Segovia, cuando se enteraron del golpe militar contra la república, creyendo que estarían más seguros, Sender envió a su esposa e hijos a Zamora, mientras él se trasladó a Madrid para unirse como miliciano en la defensa de la capital. No se volverían a ver más. Aunque en un primer momento, Amparo pasó desapercibida ante los facciosos quienes habían tomado el control de la ciudad y la provincia en breve tiempo, fue descubierta cuando a mediados de agosto, encaró personalmente al nuevo gobernador civil, el fascista comandante de la Guardia Civil, Raimundo Hernández Comes.
El motivo de la protesta fue la arbitraria detención de Antonio Barayón, hermano de Amparo y acusado de “espía” de la Unión Soviética. (Antonio sería ejecutado al día siguiente de su detención). Detenida, fue llevada e internada con su menor hija en la cárcel de la ciudad, junto con otras mujeres republicanas, Amparo vivió una auténtica pesadilla en la prisión, por las terribles condiciones de vida y los continuos maltratos. El 10 de octubre, un carcelero le quitó a la pequeña Andrea, de solo 7 meses; ante su protesta, le dijo: “vosotras, las mujeres rojas, no tienen derecho a amamantar a sus hijos”. La madrugada del 11, junto a otras 3 mujeres, fue sacada de la prisión, llevada al cementerio de la ciudad y ejecutada. Tenía 32 años.
Su marido, el escritor Ramón Sender, sobrevivió a la guerra, se exilió y volvió a España, ya anciano, a la muerte de Franco. Mantuvo un comprensible silencio sobre los hechos que terminaron en la muerte de su mujer, no así sus hijos, especialmente Ramón Jr, quien en 1982, publicó una famosa obra (“Muerte en Zamora”), en donde se reivindica y se enaltece la vida y muerte de su madre, Amparo Barayón, símbolo de la lucha de las mujeres por alcanzar un espacio propio y la plena independencia.