Pero, ¿aprender esencialmente qué?, pues bien, a crecer, a ser más, es decir, aprender a cristalizar la proyección constante de nuestro ser en relación con los demás, aprender a volver realidad la posibilidad de ser humano que constituímos cada uno de nosotros, haciendo uso de nuestras propias capacidades y oportunidades de una manera libre y ética; todo lo cual implica una serie de aprendizajes que se basan fundamentalmente en un aprender a ser, un aprender a vivir juntos, un aprender a hacer y un aprender a conocer, tal y como lo dijera Jaques Delors en La educación encierra un tesoro (1996). Sin embargo, ¿cómo hacemos esto?…, consideramos que aprendiendo a educarnos y ayudando también a los demás a aprender a educarse; una cuestión que en realidad nos es posible porque desde el inicio de los tiempos aprendemos desde que nacemos ya sea por nosotros mismos o con la ayuda de los demás, y todo debido a que ninguno de nostros nace sabiendo, esto es, aprendemos a hablar, aprendemos a caminar, aprendemos a comer, aprendemos a leer, aprendemos las buenas maneras, aprendemos que no es bueno mentir, en fin, aprendemos muchas cosas, desde bien pequeñitos, desde casa, en familia y como parte de nuestra propia existencia.
“El ser humano nace con una forma o modo de ser, como el resto de los seres vivientes, pero no nace formado. Cualquier animal nace con unas tendencias definidas y completas -conformadas- que permanecerán a lo largo de su existencia; en estado germinal, cualquier animal tiene ya su modo de ser propio, que irá actualizando con el tiempo. No es así en el ser humano; su nacimiento sólo es la aparición de múltiples posibilidades que irán actualizándose -o no- a lo largo de su existencia. […] De manera delicadamente irónica, decía G. Thibon que ‘Dios hizo al hombre … pero lo hizo lo menos posible’. El ejemplo concreto más evidente de la plasticidad humana -propuesto ya por Aristóteles- es la mano. Como extremidad corpórea, la pezuña es apta para correr pero no para coger, y la garra es idónea para atacar, pero no para manipular; la mano podría decirse que no sirve para nada concreto, y ahí está precisamente su potencia: en que está indeterminada y por eso sirve para todo.” (ALTAREJOS y NAVAL 2000: 19-20)
Pues bien, teniendo en cuenta todos estos aspectos, es imperioso comprender que para educar a alguien es necesario tomar en consideración sus características propias, sus peculiaridades afectivas y emocionales, sus propias potencialidades, su desarrollo cognitivo, es decir considerar sus diferencias individuales dado que no somos iguales, esto con la finalidad de que cada persona cuente con lo que realmente necesita para desarrollarse al máximo como ser humano pero respetando su propia identidad. Tal comprensión es imprescindible puesto que “educar es conducir hacia afuera las fuerzas dispersas que el estudiante tiene latentes, a fin de que, organizadas y depuradas, puedan ayudarlo a realizarse. Es decir, ayudarlo a ‘ser’.” (CISNEROS 2008: 16). Adicionalmente a ello hay que distinguir que esta idea lleva por implícito el hecho de que el hombre no se educa solo, sino en relación con sus semejantes y el entorno que le rodea, razón por la cual no sólo es necesario considerar el aspecto interno de la persona sino que además se debe tomar en cuenta los aspectos externos que provienen de su relación con la familia, los amigos, la escuela, el trabajo, y de manera general, con todo aquello que le circunda. Se debe reflexionar en cuanto a que el hombre no vive solo, sino en interacción con otros hombres y rigiéndose bajo determinadas pautas, un idioma, unas costumbres pero también compartiendo unos mismos problemas, esto es, vive en sociedad. Para decirlo de otra manera recurrimos a Fullat cuando nos dice: “en el libro II de la República, Platón hace observar cómo no contamos con ser humano sin socialización. El individuo no se basta a sí mismo para alcanzar el estatuto antropológico; por tal razón se asocia. Sin ingreso en la polis, en la Historia, el hombre no pasaría de ser una bestia.” (FULLAT 2000: 85).
Todo esto no significa otra cosa que la necesidad de considerar dentro del proceso de formación a las relaciones interpersonales, dado que los lugares y tiempos de aprendizaje se amplían cada vez más por lo que las mismas escuelas ya no constituyen las únicas instancias de enseñanza sino que existen muchas otras más, siendo en un primer momento la familia, luego la escuela propiamente dicha y con ella todos los diversos círculos sociales que van surgiendo en forma paulatina, reparando también en el mundo laboral, el cual es también un importante espacio educativo y formador de las personas. Así mismo se debe sopesar la diversidad de factores que conforman parte de la realidad, lo cual significa tomar en cuenta una serie de temas relacionados con los asuntos políticos, económicos, legales, culturales, geográficos, etc., que de una manera u otra inciden en la manera en que las personas desarrollan sus actividades, y en este caso particular, aquellas referidas a su aprendizaje.
Del mismo modo se deben apreciar cuestiones más generales como pueden ser los efectos de la globalización, los cambios en las formas de empleo y en la calidad de los mismos, los avances tecnológicos y las nuevas formas de socialización, entre otros, pero teniendo muy en claro el hecho de que “la sociedad no es una inevitable limitación de los individuos, sino una auténtica complementación.[…] La persona, aunque es un ser autónomo y fin en sí, se realiza justamente a través de la relación interpersonal con otras personas.” (CAPELLA 1989: 192). Esto es, “el sujeto que aprende es considerado activo porque asigna significados a los contenidos que incorpora; no por hacer ejercicios concretos o manipular objetos sino por poner en juego sus saberes y sus estructuras cognitivas. Al mismo tiempo, hablar de significado lleva a otorgar un lugar a la interacción social, un valor al intercambio con otros, a la confrontación. Es decir que, si bien el aprendizaje es –como actividad interna- una construcción individual, se realiza en interacción con otros en un medio social.” (ALFIZ 1997: 37)
Tenemos por lo tanto una serie de elementos propios de la persona y la sociedad que se deben conjugar con la intención de lograr una verdadera formación humana que haga viable la construcción y desarrollo de una sociedad con valores, donde predomine un modo de vivir democrático, puesto que “la vida en sociedad requiere que los individuos hayan aprendido estas formas de relación, hayan incorporado los valores de la democracia, se hayan formado como ciudadanos cumpliendo con sus obligaciones y también haciendo uso de sus derechos.” (Ídem: 103). En este punto se resalta la convivencia democrática debido a que “la democracia tiene su eje en el hombre, constituye un humanismo activo según el cual el ser humano tiene que formarse libremente, conforme a íntimas posibilidades y externas necesidades; a la inversa de la vida en los regímenes autocráticos en los que el individuo es un patrimonio del Estado o de otra institución cualquiera. La piedra de toque de la vida democrática es el valor del individuo en virtud del cual la dignidad de cada persona se convierte en el objetivo común.” (CAPELLA 1989: 166)
Sin embargo, es cierto que en nuestro país existen una serie de hechos y decisiones políticas que parecieran no estar alineados dentro de lo que realmente se requiere para nuestro desarrollo, manifestaciones de corrupción, instituciones como el Congreso que no dan la talla, las promesas incumplidas de muchos de los políticos, la falta de transparencia en determinadas instancias e instituciones, los limitados espacios de cultura en gran parte de los medios de comunicación, la falta de autoridad política para manejar algunos sucesos violentos en el país, la poca conexión de los partidos políticos con los principales problemas de la gente, los inconvenientes en los servicios básicos que no tienen soluciones de fondo, la poca credibilidad de las Fuerzas Armadas, por citar sólo algunas cuestiones aún por mejorar. Sin embargo, esto no es un problema del sistema democrático, sino principalmente de un déficit en el accionar político tanto de ciudadanos gobernantes como de ciudadanos gobernados, y en este punto hay que ser muy claros en que “se debe considerar siempre la obligación de conservar un cierto equilibrio entre lo más alto y lo más bajo de la sociedad para que funcione el concepto de ciudadanía. Estos son principios en lo que se mezclan los valores éticos con los valores ciudadanos.” (SAVATER 2003: 34). Visto de otra manera, el concepto de ciudadanía “exige unos mínimos para poder ejercerce y la educación es uno de esos bienes mínimos que es necesario repartir socialmente.” (Ídem: 52)
Mencionamos todo esto porque entendemos que la política debe servir como un instrumento mediante el cual se debe buscar el bien común, una tarea que en realidad constituye un deber y un derecho de todo ciudadano. Para esto se requiere de la participación de hombres formados en un clima de sinceridad, honestidad, libertad y de respeto por los deberes y derechos propios y ajenos. Es en este contexto en donde la educación tiene un papel preponderante, entendida como una formación integral del individuo, en donde los aprendizajes adquiridos permitan potenciar la vida en relación con los demás, así como también aumentar la posibilidad de aportar a la solución de los problemas de la comunidad, fundamentándose en una vivencia de los valores. Ante esto es pertinente considerar la siguiente reflexión: “La educación se presenta como el instrumento clave de la supervivencia se cada individuo, al mismo tiempo que de cada país en la era de la competitividad mundial. De esa manera, la esfera educativa tiende a transformarse en un ‘lugar’ donde se aprende una cultura de guerra (cada uno para sí, lograr más que los otros y en su lugar) más que una cultura de vida (vivir junto con los demás, en el interés general).” (PETRELLA 2003: 68). Este pensamiento en realidad corrobora aún más la idea que venimos planteando y que no es otra que comprender la educación como un medio para “dar autonomía a la persona, es decir, para que la persona sea capaz de decidir y elegir su camino; formar para la cooperación, esto es, la capacidad de trabajar y entenderse con otros, de decir lo que uno sabe y entender lo que saben los demás; formar para la participación, lo que significa que la política no quede reducida a un pequeño grupo, sino que la gente se implique en el plano de su barrio, de su ciudad, de su país entero, en la gestión democrática, y por supuesto, formar para la solidaridad.” (SAVATER 2003: 48)
Finalmente, reincidir en la idea de que la educación es una labor que empieza en la familia y que luego se va ampliando a través de la interacción del individuo con su medio social, lo cual comprende la participación de los educadores, los medios de comunicación, los personajes que tienen determinada influencia social (deportistas, artistas, políticos, etc.), entre otros, pero sin caer en el error de pensar de que esta labor es solamente cuestión de ellos y que el resto podemos despreocuparnos del tema, toda vez que en realidad es un asunto que nos compromete a todos como una obligación que nos recae desde el mismo momento en que formamos parte de una sociedad de cuyo bienestar somos también responsables. En definitiva, la educación es clave para el desarrollo de toda persona, puesto que además de ser posible es también necesaria ya que al hombre hay que estar educándole siempre para que pueda crecer, esta es pues una exigencia ineludible si es que se desea alcanzar el desarrollo de una sociedad. De la misma manera es vital comprender que si bien la educación por sí misma no es suficiente para solucionar todos nuestros problemas, si constituye un requisito indispensable para lograr tal objetivo puesto que a través de ella el hombre puede proyectarse en su ser y crecer, convirtiéndose cada vez más en una realidad humana, social, que le permita contribuir a su desarrollo propio y al de su sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
ALFIZ, Irene
1997 El Proyecto Educativo Institucional. Propuestas para un diseño colectivo. Buenos Aires: Aique Grupo Editor S.A.
ALTAREJOS, Francisco y NAVAL, Concepción
2000 Filosofía de la Educación. Navarra: Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
CAPELLA, Jorge
1989 Educación. Un enfoque integral. Planteamientos para la formulación de teorías. Tercera edición. Lima: Editorial Cultura y Desarrollo.
CISNEROS, Luis Jaime
2008 Lección inaugural. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
FULLAT, Octavi
2000 Filosofía de la Educación. Madrid: Editorial Síntesis, S.A.
PETRELLA, Ricardo
2003 “Cinco trampas tendidas a la educación”. En LE MONDE DIPLOMATIQUE. La educación no es una mercancía. Santiago de Chile: Aún creemos en los sueños, pp. 65-72.
SAVATER, Fernando
2003 Los caminos para la libertad. Ética y educación. Segunda edición. Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.
Dios mío yo leo esto y es toda una idea que tengo en mi cabeza desde hace ya largo tiempo. tengo ideas para llevar a cabo y con estos dos textos me han estimulado a hacer algo muy pendiente que tengo. un proyecto que CREÍa era demasiado ambicioso y poco factible de hacerse o poderse llevar a cabo porque mi idea es necesaria que sea acompañada por los gobiernos. pero si bien hoy en argentina no tenemos un gobierno abierto y con ansias de logros educativos populares. por algún lugar hay que empezar. otra vez gracias como les escribí en el primer articulo. genial!!!!