Ante esto, esas mismas autoridades junto con determinados sectores plantean que la solución a nuestras penas pasa principalmente por poner todos los esfuerzos en mejorar las cifras económicas e incluso se orienta el ansiado desarrollo solamente desde esa perspectiva. Es por tal razón que cambiar a un ministro de Economía no genera la misma atención que cuando se hace lo propio con su similar de Educación; del mismo modo, el hecho de firmar un tratado de libre comercio merece todos los debates y opiniones del caso, unos a favor, otros en contra, pero la firma de convenios educativos o los compromisos con metas educativas mundiales no llaman ni reciben las mismas consideraciones. Así también, centrar el discurso político –incluyendo mensajes presidenciales- en el crecimiento económico, los índices inflacionarios, la mejor repartición de los recursos económicos, la reducción de los niveles de pobreza y demás temas de orden económico, se comprende muy rápido y genera votos, democráticos por cierto, tantos como aquellos que se obtienen por echar la culpa de nuestros problemas al sistema, a la globalización o al modelo económico; sin embargo tratar los temas de fondo, planteando lo más adecuado -luego de analizar lo que realmente sucede- para así dedicar tiempo y voluntades en forma prioritaria a los asuntos verdaderamente importantes y no solamente a los urgentes, eso, se dice también, no vende, por lo que se hace muy poco y por muy pocos, al menos todavía.
Una de esas voces a la que hacemos referencia procede de Amartya Sen, quien nos menciona que efectivamente el desarrollo no está asociado exclusivamente con los indicadores económicos puesto que “las investigaciones pioneras de Robert Putman, de la Universidad de Harvard, y de James Coleman mostraron que hay distintos factores extraeconómicos que pesan fuertemente en el desempeño de los países en términos de progreso económico y tecnológico, y en la sustentabilidad del desarrollo. Se llama capital social y todos tienen que ver con la cultura.” (KLIKSBERG y SEN 2007: 265). Cabe resaltar que este apunte proviene de uno de los economistas más influyentes del siglo XXI y Premio Nobel de Economía, quien además, si bien pone énfasis en la importancia de estas investigaciones, es mucho más revelador cuando hace mención a que dichos estudios evidencian también el hecho de que son precisamente los valores éticos predominantes en una sociedad aquellos que constituyen un factor absolutamente decisivo en el destino de la misma. (Íd.: 266)
Por tanto, tal afirmación nos lleva a reflexionar sobre un aspecto de suma importancia que se ve expresado en un conjunto de actitudes, conductas y responsabilidades que enfatizan nuestra propia condición humana, y que son a su vez los que harán realmente viable nuestro desarrollo como sociedad, aquellos que por la propia naturaleza del ser humano son universales; esto es, a pesar de existir sociedades que se diferencian por ejemplo en cuanto a su cultura e idioma, “los valores [en realidad] en todas partes se parecen bastante. No hay ningún pueblo en el mundo, ni civilizado ni primitivo, ni moderno ni antiguo, ninguno, en el cual la mentira sea más valiosa que la verdad. No existe pues, ese pueblo. No existe ningún pueblo, ni antiguo ni moderno, ni indígena ni urbano, en el cual la cobardía sea preferible al coraje. No existe ningún pueblo en el cual la avaricia sea preferible a la generosidad.” (SAVATER 2003: 69)
Sin embargo, y de manera contradictoria, uno de los grandes problemas que afronta nuestra sociedad, aunque democrática ella, es precisamente un desbalance en este tema, casos de corrupción, votos que se compran, hijos que se abandonan, políticos tránsfugas que pierden toda identidad partidaria, arreglos ilícitos, autoridades gubernamentales que usan el poder para beneficio propio en desmedro de aquellos a quienes representan, ciudadanos que sufren la violación de sus derechos y otros que las cometen, por citar solo algunos ejemplos, constituyen hechos que en general son acontecimientos de todos los días, situaciones que en realidad, y de manera lamentable, venimos arrastrando desde hace mucho tiempo atrás. Sobre ello, Fernando Savater nos plantea la siguiente reflexión:
“El testimonio escrito más antiguo de nuestra cultura, de nuestra tradición, es el que se encontró en una tumba egipcia de hace aproximadamente 2.500 años a.C. y que se llama ‘La canción del desesperado’; […] una vez que se descifró, el texto decía: ‘Este mundo es un lugar terrible, los militares son violentos, los jueces son prevaricadores, los comerciantes engañan con el peso, las mujeres traicionan a sus maridos, los hombres han perdido el sentido del deber, las cosas no pueden seguir así; este mundo se acaba’. Y eso lo decía 2.500 años a.C. Es decir, tomémoslo con calma porque parece que la gravedad de la situación, la sensación de que el mundo no cumple nuestras expectativas, es tan antigua como la propia reflexión moral.” (SAVATER 2003: 23-24)
Esta declaración nos permite apreciar que estos problemas no son producto de tal o cual sistema, mucho menos del democrático -aquel estándar de convivencia pacífica que nos permite a todos vivir bajo un mismo marco de ley, con diversos derechos y libertades, en donde nuestros representantes son elegidos por voto popular-, modelo sobre el cual existe además un consenso mundial en su aplicabilidad pues “como señala hoy el profesor John Dunn con la debida concisión, ‘por primera vez en la historia humana existe una única y clara forma dominante de estado, la moderna república democrática, constitucional y representativa’ […] la palabra ‘democracia’ alude a este modelo estándar de estado.” (HOBSBAWN 2007: 100-101). Sin embargo, al hablar de democracia se está hablando también de ciudadanía, y ante esto debemos ser conscientes que “el sistema educativo se fija como función original enseñar a todo ciudadano a reconocer la existencia del otro como base fundamental de su propia existencia y del vivir juntos.” (PETRELLA 2003: 70), razón por la cual es necesario otorgar la debida importancia a este tema buscando alcanzar unos niveles mínimos de educación que sean asequibles para todos.
Con esto se busca hacer énfasis en la idea por la cual se plantea que para el desarrollo de nuestra sociedad no hay mejor camino que buscar el desarrollo de su capital social, esto es, impulsar el crecimiento de cada uno de sus ciudadanos en sintonía con el desarrollo de la sociedad en su conjunto, y no solamente para una participación en el mercado laboral y en el desarrollo productivo del país sino principalmente para lograr un desarrollo humano, una maduración social propiamente dicha. Ante esto debemos además tener muy en claro que los valores no se imponen, sino se forman; y no solamente para ponerlos en práctica sino también para velar por su ejercicio coherente y armónico en toda la sociedad. Y al hablar de formación, nuevamente se tiene que hacer referencia a la educación como un instrumento indispensable para la transformación de la sociedad pero sin llegar a caer en la ingenuidad de poner en ella todo el peso fundamental del cambio social, puesto que “la educación puede constituir un bien en sí mismo, en la medida en que contribuye a un cambio que se supone positivo en la naturaleza intrínseca del educando considerado como un ser en desarrollo, en una sociedad dinámica.” (CAPELLA 1989: 354).
Nuevamente, cuando se menciona a la educación como uno de los aliados más valiosos para la transformación de la sociedad y el desarrollo social en general, se está planteando la idea de tener una educación que vaya mucho más allá de tener un instrumento dedicado principalmente al servicio de las necesidades y requerimientos del sistema productivo, esto es, tal y como lo plantea Jorge Pavez cuando nos dice:
“El siglo XXI requiere de importantes transformaciones en los procesos educativos, para favorecer procesos de aprendizaje que vayan construyendo sujetos críticos y reflexivos, capaces de relacionarse de manera distinta con el conocimiento, con la capacidad de comprender, explicar y criticar su realidad, con la capacidad de relacionarse con los otros respetando la pluralidad, con la capacidad de buscar y crear caminos, con la posibilidad de ir más allá de los límites impuestos y no sólo adquirir las competencias básicas para incorporarse al crecimiento económico.” (PAVEZ 2003: 8)
Por todo esto, es imprescindible entender la importacia del desarrollo del capital social como un elemento fundamental para el crecimiento de un país, así también es necesario advertir el rol de la educación como uno de los factores clave para este desarrollo, concediendo al interior de ella misma un rol protagónico a la formación de valores, conductas y responsabilidades sociales como parte vital para el crecimiento de cada individuo y por ende, del crecimiento de la sociedad en su conjunto, esto es, se requiere visualizar la educación no únicamente en el sentido de un mecanismo de transmisión y conservación de la herencia socio-cultural de la humanidad, o de su participación dentro del sistema productivo, sino además, y fundamentalmente, como un instrumento esencial para el desarrollo humano y la maduración social, comprendiendo también que “el crecimiento propiamente humano tiene otro nombre que lo designa operativamente, y que no es otro que aprender.” (ALTAREJOS y NAVAL 2000: 190). Verdaderamente esto va mucho más allá de por ejemplo, crear un Ministerio de Cultura; por ello, antes de continuar con este tema y dado que todas estas ideas involucran a la persona y a la sociedad como elementos centrales, es necesario enmarcar previamente todo lo que se entiende por cada uno de estos conceptos, temas que serán revisados durante el desarrollo de la segunda parte del presente artículo.
BIBLIOGRAFÍA
ALTAREJOS, Francisco y NAVAL, Concepción
2000 Filosofía de la Educación. Navarra: Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
CAPELLA, Jorge
1989 Educación. Un enfoque integral. Planteamientos para la formulación de teorías. Tercera edición. Lima: Editorial Cultura y Desarrollo.
HOBSBAWN, Eric
2007 Essays on Globalization, Democracy and Terrorism. Traducción de Beatriz Equibar, Ferran Esteve, Tomás Fernández y Juanmari Madariaga. Barcelona: Editorial Crítica, S.L.
KLIKSBERG, Bernardo y SEN, Amartya
2007 Primero la gente. Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado. Barcelona: Ediciones DEUSTO.
PAVEZ, Jorge
2003 “Presentación”. En LE MONDE DIPLOMATIQUE. La educación no es una mercancía. Santiago de Chile: Aún creemos en los sueños, pp. 7-10.
PETRELLA, Ricardo
2003 “Cinco trampas tendidas a la educación”. En LE MONDE DIPLOMATIQUE. La educación no es una mercancía. Santiago de Chile: Aún creemos en los sueños, pp. 65-72.
SAVATER, Fernando
2003 Los caminos para la libertad. Ética y educación. Segunda edición. Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.
Excelente!!! que más se puede agregar a tan elaborado texto. sólo gracias por plasmar en letras el pensamiento que muchos tenemos.