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Llegó la Navidad, y aunque si bien es cierto debemos conservarla durante todo el año, estos días resultan de alguna manera especiales porque aparecen las luces de colores en las casas, se arman los arbolitos con sus respectivos adornos, las compras navideñas tienen siempre más de una anécdota, tarjetas, regalos y saludos se suceden unos tras otros junto con momentos para compartir con los amigos, la familia y en general con nuestros seres queridos, todo esto entre otros tantos detalles, pero por sobretodo porque se constituye en una oportunidad para renovar nuestros sentimientos de fe en aquello en lo que creemos, de amor por aquellos que nos rodean, de esperanza para el que está por sanar, de cercanía con aquel que está lejos o que de alguna forma ya no está, de un nacimiento nuevo, nuestro y de todos aquellos que llevamos en nuestro corazón, nacimiento como oportunidad para poder ser mejores, para pensar en todo lo bueno que somos y en todo lo que podemos seguir siéndolo, teniendo en cuenta que siempre es posible mejorar, para lo cual no hay mejor lugar que partir del corazón, aquel mágico lugar donde la distancia se hace nada, el tiempo no pasa, la fuerza se hace inmensa y todo se perdona.