Los conflictos a nivel social, interpersonal o intrapsíquico son una dimensión esencial de la existencia. La manera en que los resolvamos o nos entrampemos define nuestro funcionamiento como individuos o colectividad. De ese desempeño depende, en gran medida, que avancemos, retrocedamos o nos estanquemos. Ya sea una discusión de pareja, entre padres e hijos, socios, políticos o en La Parada, en todos estos casos nos encontramos con intereses contrapuestos, asociados a afectos más o menos enconados o violentos. Mientras que los casos individuales pueden en la medida de lo posible ser tramitados solo por los involucrados, cuando se ingresa en el ámbito social requerimos de la presencia del Estado para que actúe como árbitro, de acuerdo con el imperio de la ley. Es ahí que solemos perder pie.