Por Sinesio López Jiménez
Admirar a Machu Picchu, pero despreciar al indio. Esa es una vieja historia que todos conocemos y que el futuro Ministerio de Cultura puede repetir si considera que su centro de interés es sólo el patrimonio cultural y no sus productores ni sus herederos. Si eso fuera así, el gobierno y el Estado peruanos cometerían (una vez más) un asalto a mano armada para apropiarse del rico patrimonio cultural andino. Para evitar la repetición de esa injusticia histórica es necesario que, con la creación de dicho ministerio, se resuelvan dos viejos problemas que las élites criollas nunca han querido encarar con seriedad: el reconocimiento de la pluriculturalidad del Perú y el otorgamiento de una representación política propia a los grupos culturales indígenas que la reclaman. El primero es un problema político y el segundo es una cuestión estatal.