Por Rocío Silva Satisteban
Victoria Vigo es una guapa piurana que en 1996 dio a luz a una niña. Inmediatamente después, sin su consentimiento, fue esterilizada quirúrgicamente con una “ligadura de trompas” por los médicos del Hospital Regional mientras ella reposaba de la anestesia general por cesárea. Lamentablemente su bebita murió a los pocos días y Victoria ya no pudo tener más hijos. En 1997, en Anta, Cusco, Dolores Quispe Vásquez se dejó ligar las trompas porque una enfermera del puesto de salud había convencido a su esposo, analfabeto, de que firme un consentimiento expreso. Los funcionarios del Ministerio de Salud lo amenazaron con “hacer cumplir el contrato” y llevarlo preso si ella no se ligaba. Aún ahora cojea de la pierna izquierda. Dos años después, el 27 de marzo de 1998, la campesina de La Encañada, Cajamarca, Mamérita Mestanza, también fue esterilizada, esta vez con su consentimiento: durante varios meses enfermeras y técnicos de salud la habían visitado en su casa presionándola para que “se deje ligar las trompas”. Mamérita cedió porque esas enfermeras le habían dicho que el Estado peruano iba a cobrar un impuesto por cada hijo a partir del quinto. Ella lo creyó. El 4 de abril de ese mismo año murió por una infección producto de la esterilización. Dejó siete huérfanos.