Por Ramiro Escobar
En sus alucinados conciertos, cantaba y decía cientos de cosas, que saltaban de la espiritualidad (“el amor no muere, solo cambia de lugar”) a la denuncia social (“la pobreza no es una virtud, salvo que favorezca tu libertad”), pasando por la sutil ironía (“mi abuelo persiguió muchachas hasta los 90 años, pero ya no se acordaba para qué”).
Ese maremágnum de sabiduría delirante la adquirió a lo largo de su vida, aunque quizás con más fuerza en sus años tempranos, cuando vivió inmerso en otro mal inherente a su condición de ciudadano del Sur: la pobreza, casi la indigencia. Su filosofía, que exulta un ecumenismo cristiano hermoso y radical, parece haberse fraguado en los arrabales.
También en los libros y en los asomos a la política, al punto que, como Tomás Eloy Martínez, contaba con el galardón de haber sido uno de los apestados de la cruel dictadura argentina. De allí que se mantengan las presunciones sobre los posibles móviles ideológicos de su asesinato, levantadas por Rigoberta Menchú y Rafael Correa.
Pero aun así si fue la delincuencia común, el hecho hace que nos salte en la cara el mayor problema de la región, mediante el sacrificio de un hombre justo. Por eso, tal vez el mayor consuelo sea ahora la propia canción de Cabral que reza… Está la puerta abierta / juntemos nuestros sueños / para vencer al miedo que nos empobreció…
Fuente: La República
Al sr. Facundo Cabral, un eterno descanso en paz; pude ver un video de la entrevista con Dn. César Hildebrandt, la calidad de un hombre tan sencillo e inteligente, expresivo en su sentimiento, suelto, sin bravatas, conminativo para reflexionar; una gran pérdida para los sufrientes de libertad, nos deja ese gran recuerdo don Facundo.