Por Javier Diez Canseco
Primero diría que no todo está destruido. Vengo de sobrevolar la Pampa de Anta.. y ese alarmismo no es más que fácil de usar en palabras”. Así dijo García en Cusco, al hacerse presente como Presidente, casi una semana después del desastre. No pidió disculpas por su tardanza y la ineficiencia del manejo estatal, aunque embajadores europeos y latinoamericanos tenían ya días allí evacuando más de 4,000 turistas atrapados. En su animadversión por el macrosur, que siempre le ha sido políticamente adverso, minimizó la emergencia. Ésta ha desplomado el turismo y –según Indeci– hay 23,445 damnificados que perdieron todo y otros 37,375 afectados, destruyó más de 4,686 viviendas y afectó seriamente otras 8,000, cientos de comercios y centros laborales, 9 puentes, varios tramos de las carreteras y más de 16,150 de hectáreas de cultivo en Anta, Quispicanchis, Calca, Cusco, La Convención, etc. El fenómeno se ha extendido a Apurímac, arrasando Abancay; a Puno, donde el Ramis inundó más de 7,000 hectáreas de cultivo y más de 1,500 viviendas en Taraco, matando a dos, y sigue.
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