Por Carlos Urrutia
Como dice el historiador Antonio Zapata, “Haití es la única revolución exitosa conducida por esclavos… la primera revolución tercermundista… y la segunda república del mundo, después de Estados Unidos”. Toussaint-L’Ouverture es el nombre del líder que condujo la historia rebelde de estos descendientes de África, en el siglo dieciocho.
¿Por qué este país de orígenes tan promisorios es hoy el más pobre de América? La crisis colonial derrotó la dominación francesa pero no creó una clase democrática para dirigir el Estado lo que permitió el retorno del esclavismo, los tiranuelos y los caudillos, la corrupción y la violencia como armas del poder, que han subsistido hasta nuestro tiempo.
Tres millones de afectados, decenas de miles de muertos, de huérfanos y de enfermos de pánico, la mayoría de las casas derrumbadas, las pocas empresas, tiendas y fábricas en los suelos, la vida cotidiana sumida en el caos, ignora la solidaridad.
La Comunidad Internacional y las organizaciones sociales no logran satisfacer las inmensas necesidades de la gente. La rebeldía, por más radical o violenta que sea, si no construye democracia y cultura solidaria, inclusión, equidad y un creciente bienestar en la población, está condenada a fracasar. ¿Se abordará esto en conferencia internacional para la reconstrucción del 25 de enero en Montreal, Canadá?
Detrás del desastre de Haití, han actuado con complicidad tres maleantes feroces: la pobreza extrema que impidió que su población se educara, tuviera salud y dirigiera sus destinos, la devastación ecológica que empobreció la tierra y los recursos naturales y la violenta exclusión de los haitianos de los beneficios de la modernidad, que evitó que este pueblo supere el atraso. Todos producidos por el ser humano.
Fuente: Diario La Primera