Honduras: La extraña dictadura

Por Ariel Segal

asegal@larepublica.com.pe

La de Honduras es una extraña dictadura, pues ciertamente es producto de un golpe militar y su “pecado original” fue el de expulsar al presidente Zelaya, en lugar de someterlo a juicio político (impeachment); o a un proceso judicial, tras la advertencia del Congreso y de la Corte Suprema sobre la inconstitucionalidad del referéndum que promovió para una “constituyente”. Luego del golpe castrense contra el golpe desde el poder ejecutivo, el ejército transfirió a los legisladores la responsabilidad de restituir el hilo constitucional con la confirmación del presidente del Congreso, Roberto Micheletti, como presidente provisional.

La extraña dictadura sin legitimidad de origen, pero con legitimidad constitucional, obligó a los hondureños a ser más soberanos que nunca, puesto que la coyuntura sometió a un embargo promovido por los países del ALBA desde la OEA, hoy un evidente club exclusivo para presidentes. Paradójicamente, este mismo gremio condena el embargo estadounidense a Cuba por cruel y anacrónico.

Las instituciones de Honduras, entonces, se las arreglaron para resolver su crisis política sin intervención de ningún poder extranjero –caribeño, norteamericano e incluso el de un gobierno brasileño que ejerció una diplomacia torpe y arrogante– aunque sí dio espacios para mediaciones neutrales que no se dejasen coaccionar por los jefes del presidente derrocado.

La extraña dictadura de Honduras agoniza gracias a la ejecución de las elecciones preestablecidas antes de que Micheletti tomara el cargo de Zelaya, con los mismos candidatos y partidos que ya habían realizado sus procesos primarios, y cumplió cabalmente con la cronología de los comicios. La cuestionada observación internacional pudo tener más legitimidad si la insulsa OEA y el desprestigiado Centro Carter hubiesen decidido participar en la resolución del conflicto, como el mediador Óscar Arias terminó por aceptar con pragmatismo.

Toda dictadura es reprochable, pero la de Honduras por unos meses no gozó del hipócrita apoyo internacional de las que violan sus constituciones constantemente en el nombre de falsas democracias.

Fuente: La República

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