AIDESEP y el increíble Yehude

Por Carlos Reyna

Rara vez una lucha social llena de adversidades tiene el impacto mostrado por la protesta indígena. Se libra en lugares muy remotos. Padeció muchos días un cerco de silencio. Tiene más de 40 días y las encuestadoras no han preguntado nada sobre ella. El Ejecutivo se mantiene imperial y amenazante. Difícil augurar un desenlace. Sin embargo, la lucha indígena se puso en la agenda política y ha tenido logros, así sean parciales, en el Congreso.

¿No decían que lo que no está en los medios no existe? ¿Cómo lo hizo? La razón de fondo es la enorme legitimidad de su protesta. Mas allá de sus fundamentos legales y constitucionales, que los tiene, su fuerza ha devenido de la convicción con la que pelean las etnias movilizadas y de la credibilidad y respeto que inspiran en el resto del país.

Esta convicción de las comunidades amazónicas es la que ha producido a una organización como AIDESEP. Tiene problemas, seguro, como todas, pero a la vez tiene la capacidad de articular y conducir la protesta. Parte de esa capacidad se expresa en el uso de medios electrónicos para poder comunicar su lucha aún si callan los medios masivos.

No existiría AIDESEP si sus dirigentes y sus asociaciones regionales no hubieran tomado hace tiempo la opción de encaminar sus demandas por una ruta de legalidad, de paz y de diálogo. Tampoco existiría, si, igualmente, no hubieran tomado la opción de mantener su actividad en un plano distinto de toda acción partidaria. Se trata, como su nombre lo dice, de una asociación interétnica, y sus líderes la conservan, hace mucho, a una prudente distancia respecto a todo partido u organización política. Si se contactan con algún ministro, autoridad o congresista, es para gestionar alguna demanda.

El Perú y su actual democracia les deben mucho a las etnias amazónicas. Tan leales son con el Estado peruano que, cuando tuvieron que hacerlo, se batieron, como los asháninkas, contra las columnas terroristas. O contra ejércitos extranjeros, como los awajún. Si no existiera AIDESEP, quién sabe qué tipo de radicalismos impredecibles canalizarían la amargura indígena frente al Estado. Este Estado debiera proteger a AIDESEP, pues le ayuda infinitamente a encarar demandas con un interlocutor representativo y pacífico.

Todo esto lo sabe, o lo intuye, la mayoría de peruanos. Por eso las demostraciones de apoyo en las ciudades de la selva y en la propia Lima. Por eso la protesta indígena llega a colocarse en la agenda. Por eso, además de los nacionalistas, hay congresistas independientes, o algunos fujimoristas y hasta apristas, que acogen el reclamo de la derogatoria de los decretos legislativos.
Solo al intrascendente señor Yehude Simon y, claro, a su predecible ministra de Justicia se les puede ocurrir denunciar por sedición, rebelión y conspiración a los líderes de AIDESEP.

Fuente: La República

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