Gregorio Belaunde
Ex Intendente de Riesgos de Crédito de la SBS
Todos estamos actualmente asustados por la crisis de deudas soberanas en Europa y preguntándonos cómo se pudo haber llegado a esa situación. Pero antes de eso ya habíamos tenido la crisis argentina del 2001/2002 y retrocediendo en el tiempo la crisis asiática y la rusa (1997/1998) y la mejicana (1994/1995). Quizás hubiera sido muy útil que en muchos bancos y gobiernos se tomaran el tiempo de leer un libro escrito en 1991 que prácticamente nadie recuerda, y tal vez nunca haya conocido.
Banks, Borrowers and the Establishment – de Karin Lissakers, 1991
Algunos recordarán las terribles crisis de deudas soberanas de los años 1980, siendo la más conocida la Latinoamericana; pero en realidad el fenómeno afectó también a la deuda de países del Este europeo, como Polonia, a varios países africanos, e incluso asiáticos, como las Filipinas. Se calcula que al final de la década, más de las 2/3 partes de la deuda externa emergente estaba en serios problemas de diversa índole.
En 1991, con el título arriba indicado, es decir "Bancos, Deudores y el "Establishment" (palabra algo difícil de traducir que designa a los más altos círculos de poder como son las autoridades estatales y los organismos multilaterales) se publicó en los EE.UU. un libro escrito por una profesora de la Universidad de Columbia especializada en asuntos internacionales y directora de los estudios de temas de negocios y finanzas internacionales, llamada Karin Lissakers. Ella había trabajado anteriormente en el Departamento de Estado de ese país (equivalente de nuestro Ministerio de RR.EE.).
Con un sub-título audaz, "A Revisionist Account of the International Debt Crisis" (es decir un "relato revisionista", lo que significa, contrario a lo que se solía decir y escribir entonces), este libro constituía lo que se llama un "post-mortem", es decir un cuidadoso análisis retrospectivo, de dicha crisis que recién se estaba resolviendo, por ejemplo gracias a los famosos "bonos Brady" que permitieron reducir una parte sustancial de esas deudas. Este libro estuvo basado en gran parte en innumerables entrevistas de actores activos de estos eventos, tanto en el mundo desarrollado como en los países deudores. Mucho ayudó que numerosos banqueros se mostraran muy cooperativos con la autora.
No sé cuál habrá sido su difusión en esa época, sobretodo fuera de EE.UU. A pesar de mi interés por temas de historia financiera, no llegué a conocer de este libro publicado cuando empecé a laborar en una división de banca corporativa internacional en Francia. Hasta ahora no he visto que hubiera una traducción del libro al castellano o al francés. La misma autora en su prólogo dice ser consciente de que el tema ya no estaba de moda, y agradece al editor haberlo publicado a pesar de ello. Terrible lucidez.
Lo descubrí hace menos de 4 años gracias a Richard Webb, Director del Instituto del Perú. Sólo pude llegar a la conclusión de que una lectura detallada, en su momento, de este libro hubiera sido extremadamente útil para muchos funcionarios y dirigentes de la banca internacional, y para sus reguladores. Quizás hubiera ayudado a evitar una parte de los errores posteriores. Pero en ese entonces, ya se estaba olvidando al problema de la deuda de los países emergentes, y se estaba más preocupado por las consecuencias de la crisis de las Savings and Loans en los EE.UU, la recesión en Europa, la post-Guerra del Golfo y las oportunidades que abría el fin de la Guerra Fría, y justo después se pensaría más en la implosión de la Unión Soviética y las consiguientes crisis bancarias de Suecia y Finlandia.
K. Lissakers representó luego de este libro a los EE.UU en el Consejo Ejecutivo del FMI de 1993 a 2001, y actualmente dirige una ONG que promueve el manejo responsable y sostenible, así como la transparencia en las inversiones mineras y en hidrocarburos.
¿Qué se encuentra en ese libro?
No me dedicaré a hacerle un resumen completo. Por supuesto, de lo que trata es de cómo los bancos internacionales llegaron a prestar tanto y de manera tan irresponsable a países en vías de desarrollo, de cómo ellos, las autoridades de los países de los bancos prestamistas y el FMI trataron de arreglar el problema minimizando las pérdidas, que de todas maneras tuvieron que tomarse; y termina con las perspectivas de cómo podrían evolucionar los préstamos a países emergentes en el futuro y ciertas recomendaciones al respecto. El libro está lleno de apasionantes detalles sobre cómo se prestaba entonces a estos países, sobre las interacciones entre prestamistas, deudores soberanos, y las autoridades de los países desarrollados y multilaterales y sus políticas, y sobre cómo se enfocaron las negociaciones para resolver el problema.
Es el tipo de libro que uno puede leer proyectándose simultáneamente en el futuro.
Prefiero por ello darles unas "pinceladas" de hechos relatados o comentarios efectuados por ella que seguramente les sonarán bastante actuales; y para los que conocen de historia financiera, les recordarán…..crisis posteriores pero anteriores a ésta.
Aquí van; espero que la lista, aunque algo larga, les resulte amena:
– KL menciona a un profesor que profetizaba en 1933, que esos mismos países que habían incumplido sus deudas en los años anteriores, serían más tarde cortejados para nuevos préstamos; es lo que pasó, se olvidaron las lecciones de esa época
– en los 70as, se consideraba que el riesgo soberano prácticamente ya no existía; que esos incumplimientos eran definitivamente cosas del pasado, pues los gobiernos harían todo para respetar su palabra y la marcha hacia el desarrollo era imparable; para el riesgo país y sobretodo soberano, los bancos aceptaban así límites de concentración de varias veces lo que aceptaban normalmente en su mercado doméstico
– los principales bancos prestamistas tenían grandes áreas de riesgos llenas de especialistas en el tema de deuda emergente y soberana; y sin embargo, "la calidad crediticia de los deudores terminó por ser determinada más por la voluntad absoluta de prestarles a como dé lugar que por un real análisis de su situación financiera y su capacidad de pago"
– había que reciclar un gigantesco influjo de liquidez (los famosos petrodólares) como sea, en contextos en que los mercados de los países desarrollados se habían vuelto algo difíciles y poco rentables.
– el gobierno norteamericano había creado un incentivo tributario perverso para esos préstamos que permitía prestar a bajas tasas de interés finales a pesar de los altos impuestos a los intereses en los países prestatarios; se tuvo a la vez "un incentivo para sobreendeudarse y para sobreprestar"
– se había traspasado a los países deudores todo el riesgo de tasa de interés, con tasas variables a 3 o 6 meses; se pensaba que el riesgo de tasa de interés y el cambiario eran mínimos para los deudores; eso fue fatal cuando las tasas en USD empezaron a subir rápidamente a fines de los 70as y esa divisa ganó mucho valor
– desde 1977, el presidente de Chase alertaba que la deuda de muchos países había crecido a un ritmo que no era sostenible (el Perú era uno de los países citados); no se le hizo caso; de 1977 a 1982, los préstamos a países emergentes se triplicaron; hasta bancos pequeños que nunca habían estado en el negocio de la banca internacional tomaron exposiciones, pues eran "tan rentables y con tan poco riesgo"
– menos de 2 años antes de entrar en problemas, cuando ciertos funcionarios mejicanos se preocuparon por el nivel de deuda soberana, la disposición de los bancos a prestarle al país se mostró tan fuerte que no se tomó en serio su advertencia y esos funcionarios fueron despedidos por su "pesimismo"
– en algunos países, como Chile, lo que se desarrollaron fueros préstamos directos en dólares a los bancos y al sector privado; se volvieron impagables y el problema se volvió de facto soberano
– los bancos se olvidaron de la banca de relación de largo plazo: lo que importaba era montar operaciones y sindicarlas al máximo pasándole el riesgo a otros, y con ello ya no importaba analizar seriamente la calidad del riesgo
– durante varios años, los prestamistas, y con ellos las autoridades y reguladores de sus países, y el FMI no quisieron reconocer lo evidente: que gran parte de esa deuda era impagable; se recurrió a trucos como la prorrogación de los créditos, con mayores comisiones e intereses, es decir con una mayor rentabilidad para los bancos, sin efectuar las provisiones correspondientes por malas deudas (pero algunos, en Europa y Japón, empezaron a hacerlas discretamente); el efecto en los países deudores por el esfuerzo de un mayor servicio de la deuda fue aún más recesivo
– pocos dijeron en ese momento que el problema era de solvencia, sólo decían que los deudores tenían un problema de liquidez temporal; esa ilusión fue mantenida durante 5 años; hasta una sugerencia de reducción de deuda del 3% fue inaceptable para los bancos
– el daño hubiera sido mucho menor para los bancos y para los deudores, si los bancos hubieran aceptado un incumplimiento oficial y una reestructuración parcial con intereses más bajos mucho antes; y se hubiera podido evitar que parte del esfuerzo financiero caiga en los gobiernos de los países de los prestamistas
– bastó que en 1987, un banco, el Citibank (que en 1983 consideraba un default soberano como imposible), reconociera públicamente las pérdidas potenciales con gigantescas provisiones, y una pérdida trimestral, para que toda la armazón artificial basada en el carruseleo se desmoronara; el resto del mercado se vio obligado a seguirlos; ello terminó allanando el camino para una solución seria; la reducción de la deuda es inevitable
– los bancos internacionales, desde 1970, están un poco perdidos en cuanto a su misión en sus países de origen pues los grandes clientes corporativos empiezan a financiarse en el mercado; no paran de buscar actividades que sean rápidamente rentables, la ley Glass Steagall que separa la banca de depósitos de la banca de inversión va a ser probablemente abolida, pero esa desregulación no resolverá el problema fundamental de los bancos americanos, hay demasiados bancos grandes para que todos sean rentables
– hace falta reformas democráticas, institucionales y sociales y una fuerte inversión social para que la calidad del riesgo de los países emergentes mejore, no basta con un sistema económico liberal
– el próximo incumplimiento inminente parece deber ser el de la Unión Soviética, que ya se está desarticulando; a los bancos europeos les tomará tiempo animarse a prestar a la nueva Europa del Este, pero lo harán rápidamente si el experimento funciona
– los bancos han dejado de prestar a América Latina traumatizados por las pérdidas pero no quieren miran hacia atrás para ver qué ha fallado, y siguen con las mismas prácticas imprudentes trasladándolas a otras actividades; entre las peores, empaquetar deudas bajo títulos vendidos a inversionistas menos sofisticados, y la creencia de que instrumentos cada vez más exóticos y complejos pueden garantizar rápidos retornos sin riesgo; comentario de un banquero de Londres en 1985 : "si te gustó la crisis de la deuda latinoamericana, te va a encantar la que vendrá con la titulización (de créditos)"
-la actitud de los mercados cambia rápidamente una vez que se ha alcanzado un acuerdo "satisfactorio" sobre la deuda existente; el entusiasmo por regresar parece aumentar cuanto mayor es el nivel de pérdidas impuesto por el deudor.
– no hay suficiente memoria institucional en los bancos, los gobiernos, los reguladores financieros y hasta en los organismos internacionales.
Conclusión: los errores y lecciones de los 90as y de este siglo fueron básicamente los mismos de los 70as-80as
Las mismas fallas en cuanto a gestión de riesgos, repetidas de manera caricatural en los préstamos a Asia y a Rusia, luego a Argentina, y luego a Europa del Este y sobre todo a Grecia, que aún cuando entró en el Euro, era vista como "mercado emergente" (sometida a límites-país estrictos en varios bancos); y hasta tenemos un muy adelantado anuncio de la crisis de los "subprimes" con las exóticas titulizaciones efectuadas. Y la misma resistencia, tanto de bancos como de autoridades y reguladores, a ver el peligro cuando se acerca y aceptar la realidad cuando la situación estalla, empeorando la situación. Lástima que este libro, cuya intención declarada era proveer de memoria a los interesados, no fuera suficientemente publicitado, difundido y leído a tiempo. Y que siga siendo desconocido: sus lecciones en términos de gestión de riesgos, a nivel micro, y a nivel sistémico, van en realidad más allá del tema de las deudas soberanas.